Cómo se produce la carne de laboratorio
A diferencia de los productos sustitutivos de la carne que son de origen vegetal y que se fabrican a partir de semillas, cereales, legumbres y hortalizas, la carne cultivada se produce a partir de células madre extraídas mediante una biopsia, sin necesidad de sacrificar al animal.
Estas células crecen in vitro en un medio sintético controlado que imitaría el cuerpo del animal. Así se forman tejidos musculares. No hace falta ningún tipo de manipulación genética de esas células para que se repliquen. Simplemente, se las deja multiplicarse de forma natural, tal como crecería un músculo dentro del animal.
El siguiente paso —en el que se está trabajando en este momento— es lograr escalarlo, lo que significa conseguir una producción masiva para abaratar costes y que se pueda vender sin ser un producto de lujo.
Qué empresas la investigan
Estos proyectos de investigación y desarrollo (I+D) están, generalmente, en manos de empresas tecnológicas muy innovadoras. Por ejemplo, en Francia, Gourmey busca crear foie gras sin patos a partir de células de huevo y de grasas de hígado de pato cultivadas en laboratorio.
En España, BioTech Foods lidera el proyecto de la Unión Europea Meat4All, para acercar la carne cultivada al mercado y posicionar a la industria europea a la cabeza mundial en este campo. Esta compañía vasca, además, participa en un proyecto español junto a otras siete empresas, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, para avanzar en la investigación de la carne cultivada.
En este consorcio también están los fabricantes de embutidos Argal y Martínez Somalo, candidatas a desarrollar los productos finales (hamburguesas, albóndigas, salchichas…) a partir de la carne cultivada de BioTech. El proyecto es tan sólido que a finales del año pasado entró en su accionariado, con 36 millones de euros, JBS, la mayor empresa cárnica del mundo.
¿Hay consumidores dispuestos a probar esta carne?
La irrupción de esta nueva carne suscita expectación y dudas, pero también, reticencias. El año 2018 marcó un antes y un después con la presentación en público de una hamburguesa de carne de vacuno cultivada en laboratorio. «Se trata de un producto fabricado a partir de células madre musculares de animales vivos. Por ahora no es perfecta. Le falta la grasa, los vasos sanguíneos se imitan con ingredientes como zumo de remolacha o huevo en polvo…», relataba ese año la tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles.
Para José Manuel López Nicolás, vicerrector de Transferencia y Divulgación Científica de la Universidad de Murcia y autor del libro ‘Nuevos alimentos para el siglo XXI’, se trata de proyectos muy mediáticos, pero que no están entre las grandes preocupaciones del ciudadano. Con respecto al sabor, este experto cree que «se puede hablar de la calidad, pero la sensorialidad es un concepto muy subjetivo. Un alimento me puede parecer insípido y a otra persona, delicioso».
Los jóvenes son el segmento de edad más abierto a probarla. Así lo confirma Íñigo Charola, cofundador de la empresa BioTech Foods. «Hicimos una encuesta sobre intención de consumo de carne alternativa en España con 1.000 entrevistas a decisores de compra de entre 20 y 55 años residentes en cinco grandes ciudades españolas: Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla y Valencia. El 46 % de los consultados entre 20 y 40 años probaría la carne cultivada, mientras que en edades comprendidas entre los 41 y 55 años la cifra desciende ligeramente hasta un 36 %», señala Charola.
Carne cultivada: marco regulatorio incierto
Las investigaciones avanzan tan rápido como las inversiones. Sin embargo, aunque hoy fuera factible producirla a escala, no podría llegar a las baldas de los supermercados. De momento, solo Singapur ha aprobado la carne cultivada.
Otro país que avanza con mucha ventaja en este campo es Israel. Aunque oficialmente aún no se puede comercializar, sí se puede probar con cita previa. Ese es el objetivo de The Chicken, un restaurante no comercial donde se pueden probar hamburguesas de carne de pollo cultivada en los laboratorios de la empresa SuperMeat. Lo consideran un banco de pruebas para saber si el producto gusta o no al ciudadano de a pie.
La competencia dentro de Israel en este terreno es enorme. Otra empresa, Future Meat, cuenta ya con una planta para producir proteína cultivada de forma masiva y tiene la intención de empezar a comercializarla a finales de 2022. «Podemos producir 500 kilos de carne al día, equivalente a 30 vacas en un mes. Tenemos tecnología para hacerlo sostenible, escalable y rentable», declara Yaacov Nahmias, fundador de esta compañía.
Estados Unidos y la Unión Europea pugnan por no perder la carrera, con desiguales políticas regulatorias. El primer escollo es su nomenclatura: con qué nombre ponerla en el mercado para que el consumidor no tenga dudas de su procedencia y no haya competencia desleal con otras formas de proteína animal convencional procedentes de la ganadería. En Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) acordaba llamarla cell-cultured (cultivada con células) o basado en células. Europa aún no ha dado una respuesta legal a esta cuestión.
Cuándo llegará al mercado la carne de laboratorio
Para Beatriz Jacoste, directora de KM ZERO Food Innovation Hub, una incubadora de foodtech —un vocablo inglés que fusiona food (comida) y technology (tecnología)—, no cabe duda de que veremos este tipo de carne en supermercados estadounidenses en un par de años. «Europa quedará a la cola por la complejidad burocrática a la hora de aprobar nuevos productos», señala.
En la española BioTech Foods se mueven entre la incertidumbre y la esperanza. «Los marcos regulatorios se están desarrollando a distintas velocidades en todo el mundo. Como recoge el informe de la consultora británica IDTechEx ‘Carne cultivada 2021-2041‘, EE. UU. podría convertirse muy pronto en la segunda región en aprobar la carne cultivada —tras su autorización en Singapur— y esto influiría positivamente en los procesos de aprobación en otras regiones. Además, la Unión Europea también tiene una de las vías de regulación mejor definidas del mundo, ya que la carne cultivada se menciona explícitamente en el reglamento sobre nuevos alimentos«, recalca Charola. Si todo avanza acode a lo esperado, esta empresa prevé comercializar sus productos a partir de 2024.
Viendo la inminencia de su llegada al mercado, a tenor de lo que cuentan sus directivos, es lógico preguntarse cómo el ciudadano sabe tan poco de algo que va a revolucionar su cesta de la compra en pocos años. La respuesta está en que en biotecnología hay muchos actores y el secretismo es clave para proteger la propiedad intelectual y evitar el espionaje industrial.
Desde carne a pescado
Puestos a replicar en laboratorio células animales, se puede cultivar cualquier tipo de carne o pescado. Dependiendo de los condicionantes culturales o de sus aspiraciones comerciales, cada empresa trabaja en un tipo de proteína de laboratorio diferente.
- La rusa ArtMeat cultiva carne de caballo, que espera comercializar en 2023.
- La inglesa HigherSteaks trabaja sobre beicon cultivado.
- La israelí Future Meat se decanta por carne para kebab.
- La estadounidense Menphis Meats prefiere el pato y el pollo.
- La texana BioBQ desarrolla beef jerky (láminas de carne ahumada) y beef brisket (pecho de res) .
- La española Cubiq Foods riza el rizo investigando en fuentes de omega 3 a partir de células cultivadas como alternativa al pescado.
- La alimentación para mascotas también empieza a tener su hueco. La compañía Because Animals desarrolla comida para gatos con células de ratón.
¿Es sostenible cultivar proteínas?
En el sector se habla de las proteínas cultivadas como “carne limpia” por su menor impacto medioambiental. Otras voces se refieren como “carne ética” por la ausencia de sufrimiento animal. Un análisis de la Universidad de Oxford reconoce que la carne cultivada en laboratorio requiere entre un 7 % y un 45 % menos de uso de energía; emite entre un 78 % y 96 % menos de gases de efecto invernadero; emplea un 99 % menos de uso de la tierra; y requiere entre un 82 % y un 96 % menos de agua (las variaciones en los porcentajes dependen de las distintas demandas de recursos de cada tipo de carne).
Las razones medioambientales y la necesidad de encontrar una fuente de proteína alternativa para alimentar a la población creciente son la punta de lanza para su desarrollo. «No estamos diciendo que podamos, o queramos, reemplazar la carne convencional con la cultivada, pero podría ser parte de la solución para alimentar a una población creciente y, a la vez, reducir los gases de efecto invernadero», explica la investigadora Hanna Tuomisto, de la Unidad de Investigación para la Conservación de la Vida Silvestre de la Universidad de Oxford.
Por otro lado, a sus ventajas medioambientales se añaden otras relacionadas con la seguridad alimentaria. Los investigadores en zoonosis y resistencias antimicrobianas recalcan que, al cultivarse en laboratorio, desaparece el riesgo de contagio entre animales y, por tanto, no hay necesidad de usar antibióticos, una idea que se alinea con la preocupación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su plataforma One Health.
¿Quiénes están detrás de estos proyectos?
Poner en pie una foodtech requiere inversiones millonarias. Por eso, tras estos proyectos se encuentran filántropos preocupados por el calentamiento global, como Bill Gates o Leonardo di Caprio, pero también grandes conglomerados de la industria alimentaria y farmacéutica, como JBS, Merck KGaA, Esco Aster, Nutreco, Griffi th Foods, DSM o Mitsubishi.
Sin embargo, que la alimentación del futuro esté en manos de empresas privadas inquieta a algunos científicos. Los expertos alertan sobre la necesidad de más inversiones públicas en estos proyectos. Solo así se puede evitar la oscuridad en la investigación y asegurar que los resultados no quedarán en manos de unos pocos conglomerados.