El aguas subterráneas, muy necesarias para cubrir las necesidades hídricas de la población y que en Europa son la mayor fuente de abastecimiento. Las aguas subterráneas llevan consigo una gran cantidad de microorganismos que ayudan a mejorar su calidad y la purifican. El artículo detalla su importancia en la seguridad y calidad del agua que se consume y explica qué información aportan las aguas subterráneas, cómo se lleva a cabo el proceso de potabilización y los diferentes químicos detectados en el agua.
La revista Nature Scientific Reports recoge un exhaustivo estudio realizado por expertos del Instituto de Ciencias del Medio Ambiente de la Universidad de Coblenza-Landau, en Alemania. Estos han desarrollado un documento con una clasificación geográfica de la fauna de las aguas subterráneas para establecer medidas preventivas y adecuadas para el tratamiento de estas aguas y, por consiguiente, una mejora de la seguridad y calidad del agua potable que sale de los grifos.
Información que aportan las aguas subterráneas
Los organicismos son microorganismos muy sensibles a cambios como fluctuaciones de temperatura, presencia de materia orgánica o de fertilizantes
En Europa, las aguas subterráneas conforman un ecosistema muy importante, con más de dos mil especies adaptadas, entre ellas, especies muy poco habituales como turbelarios, rotíferos, ácaros acuáticos, anfípodos de agua dulce y proteos. Por este motivo, se pretende fomentar la importancia de estas aguas que, además, representan uno de los hábitats más antiguos y extensos de Europa. Los expertos aseguran que «las aguas subterráneas nos prestan servicios vitales», es decir, la gran diversidad de especies presentes en ellas son las responsables de purificar el agua y de descomponer la materia orgánica que baja desde la superficie.
Esto se traduce en un agua de mayor calidad. Los organicismos representan también un gran indicador biológico. ¿Qué quiere decir esto? Son microorganismos muy sensibles a cambios, como fluctuaciones de temperatura, presencia de materia orgánica en el agua, de fertilizantes y de contaminantes, incluidos los metales. Son indicadores precoces de alteraciones en el agua, que informan y ayudan a combatirlos durante el trayecto hasta nuestras casas. Con la preservación de esta fauna subterránea, no solo se mantiene una calidad excelente en las aguas subterráneas, sino que además es garantía de calidad y patógenos. Se añaden también sustancias químicas para ayudar a precipitar las partículas y poderlas retirar después. Mediante decantación, se eliminan las partículas precipitadas en el proceso anterior.
Una vez retirados los sólidos, el agua se pasa por un seguido de filtraciones para eliminar restos de arena o partículas de pequeño tamaño que aún pueden quedar y se clarifica el agua tras eliminar la turbidez. Por último, se procede a clorar el agua de nuevo para eliminar los patógenos más resistentes y desinfectar las tuberías por las que pasa el agua y se envía a la red de distribución.
Cadmio. Presente en el agua a consecuencia de la contaminación industrial y también a raíz del deterioro de las tuberías. Es un elemento tóxico y nocivo para el organismo y, según el reglamento RD 140/2003, el valor límite no debe superar los 5 microgramos/L.
Arsénico. Este metal se detecta en el agua como consecuencia de restos de pesticidas, restos de la industria y restos minerales por los que ha pasado el agua antes de captarse. Es un elemento muy nocivo para la salud y su límite nunca debe exceder 10 µg/L.
Nitritos. El origen de estos elementos procede sobre todo de fertilizantes, sistemas sépticos o almacenamiento de estiércol. Los límites máximos autorizados en el agua de consumo alcanzan 0,5 mg/L.
Amoniaco. Es un indicador de posible contaminación por bacterias o residuos de animales. Es también uno de los principales productos del metabolismo de los mamíferos. Su presencia no supone, a priori, un problema para la salud. Según el RD 140/03, el límite máximo permitido es de 0,5 mg/L.