Imagen: VALESKA GALLÉ GODOIEl mercurio supone el principal inconveniente del pescado y el marisco, en general, y del bonito en particular. Este último es un pez de gran tamaño y carnívoro que se alimenta de otros peces más pequeños, como las sardinas, las anchoas o los jureles, un hecho biológico que supone un problema a la hora de mantener a raya el mercurio. Francisco Ramos, experto en contaminación de Ecologistas en Acción, explica por qué.
1. ¿Cómo llega el mercurio al bonito y por qué?
«El mercurio orgánico o metilmercurio es bioacumulable y bioamplificable, lo que significa que dura mucho tiempo en el medio ambiente y, según va subiendo en la cadena trófica, cada vez el contenido es mayor», puntualiza Francisco Ramos. Es decir, el «viaje» de este metal pesado sería el siguiente: cae un poco de mercurio al suelo, las bacterias se protegen y lo convierten en metilmercurio; de la bacteria pasa al plancton; de este a los pequeños peces; y, de ellos, a los grandes. «Se va multiplicando y, al final, son los mayores depredadores los que más contenido de mercurio tienen», explica. Entre ellos, se encuentra el bonito.
2. ¿Cuánto mercurio contiene el bonito que se comercializa?
Según la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), el límite máximo de mercurio para comercializar grandes pescados, como el bonito y el atún, es de 1 mg/kg. El de otros pescados es inferior, de 0,5 mg/kg.
Para Ramos, esos valores deberían ser más bajos. Incluso aboga por medirlo de otra forma: «No pensando en el valor del contenido de pescado, sino en cuál es la ingesta máxima semanal de mercurio que un cuerpo podría admitir».
Imagen: skeeze
3. ¿Podemos consumir bonito con tranquilidad?
El experto en contaminación de Ecologistas en Acción recuerda que las cantidades de mercurio que consumimos a través del pescado son muy pequeñas y en ningún grado de intoxicación aguda instantánea, si bien pueden afectar a la salud a largo plazo. En este sentido, la AECOSAN garantiza la seguridad de comer pescado. Eso sí, recomienda a niños de entre uno y nueve años, mujeres embarazadas (o que sospechen que puedan llegar a estarlo) y madres lactantes que limiten la ingesta de especies de pescado con altos niveles de metilmercurio.