El Tribunal Superior de Marin, al norte de San Francisco, ha recibido un pleito para la retirada de las populares galletas “Oreo” al considerar que pueden ser nocivas para la salud, especialmente entre la población infantil, sector que más consume estas galletas y cuyo consumo es perjudicial por su alto contenido en grasas, según la demanda.
La demanda, en la que se equipara a las galletas «Oreo» con una bomba de relojería para el corazón por su alto contenido en grasas parcialmente hidrogenadas, se basa en una cláusula del código civil californiano que responsabiliza a los fabricantes de productos populares si el consumidor medio desconoce los efectos nocivos de un determinado producto para la salud. En este sentido, Stephen Joseph, abogado responsable de la demanda, asegura que «el caso contra las grasas parcialmente hidrogenadas es más consistente que el del tabaco porque la gente desconoce su peligro».
La demanda exige a las autoridades californianas la retirada de estos productos del mercado a los menores. Según el Instituto de Medicina, estas galletas y otros productos que se venden en los supermercados como patatas fritas o palomitas contienen grasas que están directamente relacionadas con los problemas cardiovasculares, ya que incrementan el colesterol «malo» (LDL) que tapona las arterias. Confirma esta realidad también el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA, en sus siglas inglesas), según el cual el 40% de las comidas que se venden contienen grasas parcialmente hidrogenadas.
Tras la confirmación de estos casos, la Administración de alimentos y medicamentos de EEUU (FDA, en sus siglas inglesas) obligó a los fabricantes a incluir en el etiquetado la información sobre si el producto contiene este tipo de grasas, medida que aún no ha sido aplicada de forma generalizada ya que algunas empresas se han opuesto a ella. Entre ellas se encuentra la compañía Kraft, fabricante de las galletas «Oreo», que asegura que la demanda «no tiene fundamento» si se tiene en cuenta que las galletas están al mercado desde 1912, cuando se empezó a vender pequeños bocadillos rellenos con crema. Los responsables de la empresa aseguran que la demanda no tiene sentido como no lo tiene una galleta sin grasa, ya que perdería todo el sabor y la textura características.