Bioingenieros de distintos países han logrado mejorar una variedad de arroz rica en betacarotenos, destinada a paliar el déficit de vitamina A en no pocos rincones del planeta. La redundante controversia sobre los alimentos modificados genéticamente, su justificación ética y su seguridad tanto ecológica como alimentaria vuelven a estar sobre la mesa.
Cada año, cerca de medio millón de niños quedan ciegos por un déficit de vitamina A en la alimentación. La OMS alertó no hace mucho sobre esta devastadora epidemia y requirió un esfuerzo internacional que no ha tardado en dar sus frutos. Científicos de Alemania, Bangladesh China, Filipinas, India, Indonesia, Reino Unido, Suiza y Vietnam han logrado, ahora, una nueva variedad de arroz dorado con 23 veces mayor cantidad de betacarotenos que otras variedades. La nueva variedad, modificada genéticamente, se distribuirá de forma gratuita a las regiones del planeta con mayor déficit de vitamina A.
La polémica desatada a propósito de las semillas modificadas genéticamente choca en esta ocasión con una causa justa y urgente. Y el empeño no ha hecho sino empezar. En la Universidad de Bristol (Reino Unido) se está trabajando ya en la clonación de un nuevo tipo de col rica en ácido araquidónico y eicosapentenoico. Otro equipo alemán trabaja en la clonación de semillas ricas en ácidos grasos poliinsaturados; todo por conseguir una mejor salud para todos.
Arroz polémico
El arroz dorado se debate entre la posibilidad de combatir la avitaminosis y su seguridad alimentaria y ambientalLa patente del arroz dorado dado a conocer ahora corresponde a la compañía suiza Syngenta y data del año 2000. Todavía no se ha cultivado de forma extendida, pese a que son muchos los países asiáticos interesados en su explotación y en el desarrollo de variedades adaptadas. Experimentalmente ya ha sido probado en países asiáticos aunque con variedades cuyo nivel de betacarotenos es inferior.
Desde el ámbito ecologista, Greenpeace y otras organizaciones conservacionistas han criticado en ocasiones la falta de información sobre la biodisponibilidad del betacaroteno correspondiente al arroz dorado en el cuerpo humano, haciendo constar que las cantidades requeridas implicarían un consumo exagerado de este cereal que alteraría la dieta normal. Otras críticas se han cebado en la posibilidad de extensión de la variedad modificada genéticamente a cultivos autóctonos (contaminación genética) y en la eventual pérdida de biodiversidad que podría acarrear el citado fenómeno.
A nadie escapa, sin embargo, que la malnutrición se ceba en muchos habitantes del planeta, que el déficit de vitamina A es una de sus peores consecuencias y que iniciativas como las del arroz dorado abren una puerta a la esperanza en este sentido. No en vano, la Junta Humanitaria del Arroz Dorado, fundada en Suiza por uno de los inventores de la modalidad de arroz, Ingo Potrykus, pretende implicar al Instituto Federal Suizo de Tecnología en esta iniciativa transgénica.
Tras largos años de litigios con las grandes empresas multinacionales que dominan el sector de las semillas transgénicas, además de agrias polémicas con organizaciones conservacionistas, Potrykus, junto a Peter Beyer, de la Universidad de Friburgo (Alemania), insiste en su deseo de poner pronto las semillas de arroz dorado en manos de granjeros de distintos países para crear una red internacional de producción. Incluso ha llegado a plantear su gratuidad en función de la extensión de terreno a cultivar y los niveles de renta de los agricultores con menos recursos económicos.
Desde los laboratorios, el último hallazgo ha sido la incorporación de un gen codificador de la fitenosintasa a fin de conseguir mayores acumulaciones de carotenoides en la composición del arroz (a mayor proporción de carotenoides, más color dorado y también mayor cantidad de vitamina A). De este modo, las semillas de última generación presentan niveles de 37 microgramos de carotenoides por gramo de arroz.
Carrera agrícola mundial
Pese a que el arroz dorado sigue siendo investigado en los laboratorios y no ha sido cultivado aún a gran escala, China ya ha anunciado su intención de convertirse en el primer país cosechador de una variedad transgénica. Fuentes del Ministerio de Agricultura chino han revelado que son ya varias las propuestas presentadas al comité de seguridad biológica de dicho departamento. En China, el arroz es el alimento básico para 1.300 millones de personas. No está clara, sin embargo, la aceptación que el arroz modificado genéticamente de origen chino pueda tener en el mercado de la exportación, particularmente en Europa.
Una encuesta reciente en el Reino Unido ha revelado que seis de cada 10 consumidores de aquel país son contrarios a la incorporación de semillas modificadas genéticamente en sus hábitos dietéticos. Por su parte, el Departamento de Agricultura de EEUU prevé que la producción mundial de arroz crecerá este año hasta franquear los 400 millones de toneladas.
Mientras tanto, en Japón, Takuji Sasaki dirige un proyecto encaminado a desficrar el genoma del arroz. Por ahora ha secuenciado todo el cromosoma 1, que es el más largo de los presentes en la semilla. Según Sasaki, sus investigaciones servirán para sacar el máximo partido a uno de los alimentos más universales que existen. Aun así, el Instituto Internacional para el Desarrollo del Arroz (IRRI), con sede en Filipinas, afirma que el cereal más usado en la alimentación humana es también el menos investigado por la biotecnología.
El arroz es el alimento básico de la mitad de la humanidad, afirman portavoces del Instituto, «pero en comparación con el trigo o el maíz, el número de patentes biotecnológicas todavía es muy pequeño». El IRRI tiene un banco genético con 100.000 variedades de arroz y distribuye semillas para la investigación, con la condición de que los científicos no desarrollen patentes por su cuenta.
El arroz es un cereal cultivado en todo el mundo, pero su mayor popularidad se sitúa en Asia. Cada habitante de Myanmar consume, por término medio, 195 kg de arroz al año, mientras que un ciudadano europeo no llega a los 3 kg. Los asiáticos comen arroz de dos a tres veces al día, y en los países africanos empieza a cundir la idea del consumo de un cereal tan energético y fácil de preparar.
El problema es que la variedad blanca de arroz, la más consumida, no posee betacaroteno, y el arroz integral aporta sólo modestas cantidades de tan esencial nutriente. Con todo, la industria de la alimentación se sirve muchas veces del almidón del arroz para elaborar geles opacos presentes en distintas formulaciones alimenticias.
Ajenos a la controversia del arroz dorado, los comensales españoles o italianos «doran» sus arroces en la preparación de gustosísimas paellas y risotos. Pero que nadie se lleve a engaño: los españoles consumimos una media de 5 kg de arroz al año, a años luz de los 140 kg de que dan cuenta los indonesios, o los 90 kg de los chinos. Por más que doren el cereal, todavía no hay color. Según los expertos, el descenso en el consumo de arroz se acentúa de año en año y se debe fundamentalmente a los cambios en los hábitos de consumo. Las legumbres, por lo menos en Europa, ceden paso a platos precocinados con abundancia de carnes.
Donde la carne escasea, surge la imaginación. Científicos indios prevén desarrollar en breve una variedad de arroz transgénico rico en proteínas. El gen candidato a surtir la nueva variedad de arroz proviene del amaranto, un cereal con alto contenido en proteínas y vitaminas. Las investigaciones a este respecto se localizan, por ahora, en el Centro Nacional de Genómica de Plantas de Nueva Delhi. Mucho más cerca, en Lleida, investigadores españoles han dado con una variedad de arroz tratada con un gen de Bacillus turigensis y destinada a combatir el poder diezmador del gusano rosado.