Los colorantes alimentarios son quizá los aditivos que más polémica suscitan. Su uso es estético, es decir, mejoran el aspecto del producto final y lo hacen más apetecible o, en otro caso, reemplazan posibles pérdidas de color de los alimentos durante su procesado. Por tanto, ¿son necesarios? Diferentes estudios avalan que, en su mayoría, la aceptación depende de su aspecto y, por tanto, de su color. El consumidor se guía a menudo de la vista. Esta es la principal razón por la cual los colorantes se han convertido en imprescindibles en la industria alimentaria, siempre y cuando estén aceptados y no haya riesgo para la salud del consumidor. Las últimas noticias acerca de su uso provienen del Centro para la Ciencia y el Interés Publico (CSPI), un grupo de vigilancia de alimentación e inocuidad alimentaria que propone a la Administración de Alimentos y Fármacos estadounidense (FDA) que analice el colorante de caramelo que aporta el color marrón a las bebidas de cola.
El CSPI pide la prohibición de los colorantes de caramelo en estas bebidas, ya que para obtenerlos se utilizan amoniacos y sulfitos que contienen 2-metilimidazol (2-MI) y 4-metilimidazol (4-MI), compuestos catalogados como cancerígenos en estudios con animales. La CSPI insiste en que se cambien las etiquetas y se modifique «color caramelo» por «colorante modificado químicamente» o «colorante de caramelo obtenido bajo un proceso amoníaco-sulfito», con el fin de evitar confusión entre los consumidores. La Asociación Nacional de Fabricantes de Bebidas Refrescantes Analcohólicas (ANFABRA) asegura que son compuestos seguros y presentes en una gran variedad de alimentos, no solo en las bebidas de cola.
Argumentos a favor del colorante de caramelo
Se calcula que un adulto debería consumir mil latas de cola al día durante 70 años para alcanzar niveles perjudiciales para la salud
El colorante de caramelo es seguro para el consumidor, según ANFABRA. Además, las autoridades sanitarias de todo el mundo lo avalan. Insisten en que el compuesto 4-MI en el caramelo se produce también al tostar o cocinar alimentos y, por tanto, se detecta en varios alimentos que se consumen de forma habitual, como el pan, el café o algunas salsas. Sustentan que el colorante está autorizado por la FDA y por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y que se emiten de manera periódica informes acerca de la seguridad del mismo.
De acuerdo con la ANFABRA, el CSPI no tiene fundamentos para afirmar que el colorante de caramelo puede suponer un problema para la salud del consumidor. Defiende que esto no se basa en estudios contrastados, ya que ningún estudio demuestra sus efectos cancerígenos en humanos, tan solo está comprobado en ratones de laboratorio. Se calcula que para tener efectos cancerígenos, un adulto debería consumir 1.000 latas de cola cada día durante 70 años para alcanzar los niveles administrados en ratones estudiados. No obstante, algunas de las marcas más famosas de refrescos de cola han decidido cambiar la fórmula de las bebidas para evitar que en su etiquetado se obligue a advertir de un ingrediente cancerígeno.
Posibles efectos del colorante
Según el CSPI, los estudios experimentales en el laboratorio vinculan de forma directa el 4-MI con el cáncer en ratones, de aquí que el Estado de California, en EE.UU., haya decidido agregar esta sustancia a la lista oficial de sustancias cancerígenas desde el pasado 7 de enero de 2011. Sin embargo, también aclaran que aún no se han realizado estudios en cuanto el riesgo directo de estos compuestos químicos en humanos. El grupo CSPI pone en debate el uso de estas sustancias después de encontrar en un muestreo de bebidas de cola un nivel elevado de 4-MI, en concreto 29 miligramos, un número superior a la dosis permitida por día, según la Proposición 65. Esta es una Ley americana de la seguridad del agua potable y materiales toxicológicos, que se encarga de detectar sustancias químicas cancerígenas o tóxicas en el agua potable.
El comunicado emitido por el CSPI cita de forma textual: «(…) los colorantes elaborados con amoníaco o con procesos amoníaco-sulfito contienen carcinógenos y no deben estar presentes en alimentos y, en todo caso, no deberían estar camuflados en un tan inocuo como ‘colorante de caramelo’ (…)». Las cartas están sobre la mesa, pero las revisiones de datos de la FDA y de la Asociación Estadounidense de Bebidas (ABA) aseguran que la ingesta de estas sustancias y el riesgo de cáncer es insuficiente. De hecho, acusan al CSPI de sembrar el pánico sin motivo alguno.
Desde hace cientos de años, es habitual aportar color a los alimentos. Para llevar a cabo este proceso, se utilizaban extractos vegetales o pigmentos minerales cuya toxicidad era muy elevada. Por ello, durante el siglo XX se prohibieron la gran mayoría de colorantes artificiales y se consiguió la obtención de colorantes orgánicos sintéticos, con un riesgo mucho menor. Hay una gran heterogeneidad según cada país. En algunos como Noruega, están prohibidos la gran mayoría de ellos, mientras que en otros como Reino Unido utilizan algunos que en el resto de la Unión Europea no se pueden usar. Lo mismo ocurre en cuanto a la autorización en la UE y en EE.UU., con lo que también provoca problemas para llevar a cabo el comercio internacional.
Desde siempre, estos colorantes han sido y son motivo de estudio por parte de las autoridades competentes, debido a la preocupación por su seguridad. El consumidor, cada vez más entendido en aspectos de seguridad alimentaria, presiona para que se utilicen aditivos más naturales en sustitución de sus homólogos artificiales. Incluso esto ya se ha conseguido en gran medida, lo que supone un importante avance para la tecnología de los alimentos.