La infección por amebas está producida por la ingestión de agua y alimentos contaminados por amebas. Éstas no son bacterias ni virus sino otro tipo de organismos microscópicos, llamados protozoos, que pueden vivir libremente en el agua o en la tierra o bien ser parásitos de las personas y otros animales. Este tipo de infección es un problema frecuente en los países en desarrollo, donde las condiciones higiénicas son precarias o inexistentes. Su incidencia en España es anecdótica, y los casos que se confirman corresponden a inmigrantes procedentes de países tropicales o subtropicales o turistas que han viajado a estos países.
La disentería amebiana, o amebiasis, producida por un tipo de ameba («Entamoeba histolytica») es una enfermedad parasitaria transmitida por alimentos. El parásito se adquiere al consumir agua o alimentos contaminados con quistes de amebas y se establece en el intestino, donde puede vivir sin producir enfermedad alguna, o bien, tras un periodo variable de incubación (de varios días a cuatro semanas), puede provocar una inflamación intestinal con disentería (diarrea sanguinolenta) y dolor abdominal e, incluso, en el peor de los casos, pasar a la sangre y producir enfermedades más graves en otros órganos (hígado, pulmón o cerebro).
Incidencia y enfermedad
En los países tropicales o subtropicales la disentería amebiana es un problema sanitario muy frecuente
Se estima que el 10% de la población mundial está afectada de amebiasis intestinal, porcentaje que alcanza hasta el 30% en los países poco desarrollados de zonas tropicales y subtropicales (México y América central y del sur, África, India y el sudeste de Asia), siendo una de las enfermedades parasitarias que más muertes causa en el mundo. En España la infección por amebas no es frecuente y la inmensa mayoría de los casos que se confirman se desarrollan en inmigrantes procedentes de países tropicales o subtropicales o en turistas que han viajado a estos países en los meses anteriores. Una pequeña parte de casos proceden de establecimientos con escasas medidas de higiene en los que, además, algún manipulador es portador.
La enfermedad se contrae a través de la ingestión de agua o alimentos contaminados con quistes de «Entamoeba histolytica». El contagio se produce siguiendo un patrón común con otras muchas enfermedades infecciosas y parasitarias, la llamada transmisión oral-fecal, es decir, se adquiere por vía oral, ingiriéndose con el agua o los alimentos contaminados, y se elimina propagándola en las heces.
La ameba puede tener dos formas o estados diferentes, el trofozoíto (estado proliferativo), que es la forma activa que el parásito adopta en ambientes favorables, y una forma enquistada, cisto o quiste (estado de reposo), más resistente que se transforma cuando el medio ambiente es adverso y que pasa a través de las heces al ambiente externo, donde sobrevive contaminando agua y alimentos. Las personas infectadas eliminan en sus heces millones de quistes de amebas, que son bastante resistentes y que pueden permanecer viables largo tiempo.
Malas prácticas higiénicas
El deficiente tratamiento de las aguas fecales y la inexistencia de una red de abastecimiento de aguas favorecen la contaminación del agua que se utiliza para beber, para cocinar y para regar. La práctica del abono de terrenos agrícolas con heces humanas en países subdesarrollados es una costumbre que debe erradicarse. También los deficientes hábitos higiénicos, como no lavarse las manos tras acudir al baño, contribuyen a contaminar los alimentos durante su preparación o manipulación. Además, se ha valorado la transmisión de quistes a los alimentos y, por lo tanto, su contaminación a través de las moscas que han estado en contacto con heces.Cuando por cualquier circunstancia las amebas enquistadas contaminan el agua o los alimentos y se ingieren, éstas son capaces de resistir el ácido del estómago y pasar al intestino, donde se liberan los trofozoítos y se produce una nueva infección. Algunos trofozoítos se enquistan y se eliminan por las heces, cerrándose así su ciclo biológico.
Una infección silenciada
Debido a que la gran mayoría de las infecciones por amebas son asintomáticas, estas personas infectadas no buscan ayuda médica y no son tratadas, pero sí contribuyen a propagar la infección eliminando quistes en sus heces. Este hecho es especialmente preocupante en el sector de la alimentación, en el que, si no se toman unas estrictas medidas de higiene, especialmente en las últimas fases de manipulación, el alimento puede no recibir el tratamiento higienizante necesario antes de su consumo.Desde un punto de vista epidemiológico es importante diferenciar entre las etapas de infección aguda, crónica y asintomática (o de portador de quistes). La disentería amebiana aguda no tiene mucha importancia en lo que se refiere a la transmisión de la enfermedad, ya que los trofozoítos no pueden sobrevivir durante mucho tiempo fuera del huésped. Las personas con infección crónica eliminan trofozoítos o quistes en diferentes momentos, en tanto que los pacientes asintomáticos (9 de cada 10) suelen producir sólo quistes, y son los que tienen el mayor riesgo de transmitir la enfermedad.
En el caso de diagnosticarse una amebiasis, con o sin síntomas, resulta muy importante extremar las medidas higiénicas personales, en especial el lavado de manos con jabón después de ir al cuarto de baño y antes de comer o manipular alimentos.
Si tenemos previsto viajar a países tropicales o subtropicales, especialmente en desarrollo, donde la disentería amebiana es endémica, debemos evitar el consumo de agua o alimentos potencialmente contaminados y adoptar una serie de medidas higiénicosanitarias:
- Beber siempre agua embotellada procedente de envases cerrados y sellados. No consumir agua del grifo ni de lugares no controlados, como fuentes o manantiales. Si es necesario trataremos el agua con un sistema fiable potabilizador de agua.
- No lavarse los dientes con agua de grifos o fuentes.
- No añadir cubitos de hielo a las bebidas porque pueden estar hechos con agua contaminada.
- Las bebidas elaboradas con agua hervida como café y té se pueden considerar seguras.
- No adquirir alimentos en puestos callejeros u otros establecimientos que no nos ofrezcan garantías o donde la falta de higiene sea evidente.
- Evitar las ensaladas y otras comidas a base de verduras crudas que pueden haberse regado o lavado con agua contaminada.
- Evitar los alimentos de consumo crudo o poco hechos.
- Consumir alimentos cocinados (la ameba se inactiva a unos 55-60º C) y asegurarnos de que están totalmente hechos y no han permanecido a temperatura ambiente durante un tiempo excesivo.
- Pelar personalmente todas las frutas que se consuman.
- Extremar en general las medidas de higiene y lavarnos las manos con agua y jabón antes de comer o manipular alimentos.
Siempre resulta conveniente consultar al médico si tenemos previsto realizar un viaje a países tropicales o en vías de desarrollo, aunque en este caso no existe ninguna vacuna o preventivo contra la infección por amebas.
Los protozoos, también llamados protozoarios, son organismos microscópicos formados por una sola célula con núcleo y que se alimentan de otros organismos, en ocasiones parasitándolos. De los muchos miles de especies de protozoos existentes en el mundo, sólo una veintena causan enfermedades en las personas. Sin embargo, su impacto en la salud humana en todo el mundo es desproporcionado a su número ya que alrededor de una cuarta parte de la humanidad está afectada por este tipo de enfermedades. La malaria está provocada por protozoos del género “Plasmidium”, responsable de cientos de millones de casos al año; la toxoplasmosis también está producida por un protozoo, el “Toxoplasma gondii”. Algunos protozoos patógenos son transmitidos por la ingestión de sus quistes (cistos ó células de reposo). “Entamoeba histolytica” (amebiasis) y otros como “Giardia lamblia” (giardiasis) son parásitos gastrointestinales con ciclos biológicos relativamente sencillos en los que los quistes pasan a través de las heces de los portadores infectados al ambiente externo, donde sobreviven y contaminan los alimentos y el agua, reinfectando a otros individuos cuando los ingieren.