Entrevista

Joan Guinovart, director del Institut de Recerca Biomédica del Parque Científico de Barcelona

Con una hora de ejercicio al día la diabetes se reduciría a la mitad
Por Mónica G. Salomone 26 de agosto de 2004
Img guinovart
Imagen: Joan Guinovart, director del IRB

Hoy en día al menos 194 millones de adultos en todo el mundo padecen diabetes, según datos de la Federación Internacional de Diabetes. Un aumento alarmante respecto a los 30 millones de 1985, y a los 150 millones de hace sólo cuatro años. Se estima que en 2025 habrá 333 millones de diabéticos. La causa de esta epidemia está clara: la obesidad. Joan Guinovart, experto en carbohidratos e investigador en diabetes, explica la conexión entre ambas enfermedades. La diabetes, asegura Guinovart, tiene todavía muchos puntos oscuros. Pero hay algunos que empiezan a adquirir forma gracias a las innumerables aportaciones de científicos de todo el mundo que tratan de visualizar de forma precisa el metabolismo de los carbohidratos. Entendiendo cómo funciona esta senda biológica, esperan comprender las causas de la enfermedad y tejer terapias mucho más efectivas que las actuales. Los descubrimientos hechos hasta ahora, dice el investigador, en la actualidad director del Institut de Recerca Biomédica de Barcelona (Parque Científico de Barcelona), han permitido sentar pautas de prevención de enorme alcance. Una de ellas, la relacionada con la obesidad.

¿Por qué hay tanta relación entre la diabetes y la obesidad?

Parece cada vez más claro que tiene que ver con la toxicidad de la grasa. Cuando hay un exceso de grasa, el metabolismo de la glucosa se altera.

¿Pero qué tienen que ver la grasa y la glucosa?

Esto viene de que los humanos somos máquinas capaces de consumir dos tipos de combustible: azúcar o grasa. La relación entre ambos empieza a verse ahora. Hay toda una serie de mecanismos que hacen que se use una u otra fuente de energía en función de las circunstancias, y que siempre se use la que está en exceso. Y a veces, cuando hay mucho de una se altera el otro proceso. La hormona que reparte el juego, la que decide qué energía usar, es la insulina. Cuando acabas de comer, si has comido muchos hidratos de carbono la insulina ordena que se consuma azúcar y no grasa, porque hay azúcar en exceso. En cambio cuando se pasa hambre no hay azúcar, los niveles de insulina están bajos y entonces empiezas a consumir grasa.

El organismo consume primero glucosa.

Sí, sobre todo la que se acaba de comer, y deja la grasa para cuando no hay bastante glucosa. La glucosa es como las monedas, y la grasa como los billetes. Si tenemos mucha calderilla en el bolsillo no usamos los billetes grandes, y de la misma manera cuando hay demasiadas monedas vamos al banco a cambiarlas por billetes.

La glucosa que no se consume se guarda en forma de grasa.

“Nunca en la historia de la humanidad se ha tenido acceso a tanta comida por tan poco esfuerzo; como las ratas de laboratorio, comemos por vicio y engordamos”

En efecto. Primero se almacena como glucógeno en el hígado y en los músculos. El glucógeno es como los paquetes de monedas que dan en los bancos. Pero la capacidad de almacenar energía en forma de glucógeno es limitada; no puedes llevar mucho glucógeno, lo mismo que no puedes llevar muchos paquetes de monedas, pesan demasiado. Así que cuando se llena el depósito de glucógeno hay que almacenar energía como grasa. La grasa, como no se mezcla con el agua, pesa menos. Si toda la energía que almacenamos como grasa la tuviéramos que llevar como glucógeno, pesaría demasiado -como si lleváramos 500 euros en monedas. El problema es que cuando guardas energía en forma de grasa después no puedes revertir el proceso, y volver a convertir la grasa en glucosa.

Entonces, ¿cómo quemas la grasa?

Se puede convertir directamente en energía sin pasar por la glucosa, ya dijimos que el organismo puede consumir los dos tipos de combustible. Lo que está claro es que no podemos convertir grasa en glucosa. Y el problema está en que al quemar ácidos grasos la sangre se acidifica. Los ácidos grasos son moléculas grandes. Es como los troncos de pino: no puedes llevar troncos de 16 metros para quemarlos en la chimenea de casa, hay que partirlos; el hígado tiene mecanismos para cortar los ácidos grasos en troncos más pequeños, el único problema es que estos troncos cortados son ácidos, se llaman cuerpos cetónicos. Cuando el organismo metaboliza muy rápidamente la grasa lo que hace es acidificar la sangre. Esto es lo que pasa con la diabetes tipo 1.

¿Por qué?

La diabetes tipo 1 es la que se manifiesta desde niños. El páncreas no segrega insulina, y el organismo no es capaz de detectar la glucosa presente en sangre. Lo que siente es que no hay glucosa, y entonces quema billetes grandes, es decir, grasa. Esto produce la acidificación de la sangre. De hecho, este es el gran problema de la diabetes tipo 1 a corto plazo. Antes, sin insulina, un diabético tipo 1 podía morir en cuestión de horas por la acidificación de la sangre.

¿Y qué ocurre con la diabetes tipo 2?

Es un proceso distinto. Aquí sí hay insulina, pero los tejidos no obedecen sus órdenes. Y en una primera fase lo que ocurre es que el páncreas, para compensar esta desobediencia, se pone a fabricar más insulina. El sistema funciona así por un tiempo, pero el páncreas está sometido a mucho estrés. Y lo que parece claro, y así volvemos al principio, es que el almacenamiento de grasa es una de las muchas causas que desencadenan la diabetes de este tipo.

¿Y las demás causas?

Las causas de la desobediencia o resistencia a la insulina no se conocen bien. El exceso de grasa es una.

Entonces, la obesidad es la causa del aumento de la incidencia de la diabetes en nuestra sociedad.

Sí en la diabetes de tipo 2, que es la más frecuente. La de tipo 1, que representa alrededor del 2% de las diabetes, es una enfermedad autoinmune [el propio sistema inmune del organismo ataca las células del páncreas productoras de insulina], y tampoco se sabe qué la desencadena. El aumento de la diabetes de tipo 2 está relacionado sin duda con la abundancia de comida. La especie humana no tiene más de 100.000 años, y antes de que desarrolláramos herramientas teníamos que trabajar muchísimo para comer. Nunca en la historia de la humanidad se ha tenido acceso a tanta comida por tan poco esfuerzo. Hoy podemos conseguir comida, y muy palatable, sin movernos. Es el mismo fenómeno que se observa en las ratas de laboratorio: normalmente son capaces de autorregular su ingesta, pero si se les da una dieta de cafetería, muy palatable, comen por vicio y engordan.

La conclusión entonces es que hay que hacer más ejercicio…

Se estima que con una hora de ejercicio al día, la diabetes de tipo 2 se reduciría a la mitad.

SELECCIONADOS PARA COMER POCO

Millones de años de evolución han logrado que los humanos podamos sobrevivir con una dieta escasa, en comparación con la alimentación actual. La contrapartida es que ahora, en tiempos de abundancia y sedentarismo, esos genes se vuelven en contra del propio organismo, y lo convierten en obeso y diabético. El aumento de la incidencia de la diabetes corre paralelo al de la obesidad. Según datos de la Federación Internacional de Diabetes, el mapa de ambas dolencias coincide: la mayor prevalencia de diabetes se da en Norteamérica (7,9% de la población) y en Europa (7,8%). No obstante, también se prevé que el aumento en los próximos años sea especialmente fuerte en los países en vías de desarrollo.

La enorme incidencia, en especial la que se augura, es la que ha llevado a un elevadísimo número de laboratorios y grandes empresas farmacéuticas en todo el mundo, a intentar la puesta a punto de fármacos o nuevas terapias que, si bien no sean capaces de curar la enfermedad, al menos puedan controlar su avance y el de las múltiples complicaciones patológicas asociadas a la diabetes.

Joan Guinovart, en la actualidad del Institut de Recerca Biomédica de Barcelona (Parque Científico de Barcelona), mantiene una línea de investigación abierta en busca de un antidiabético oral. Su trabajo, en colaboración con Ramón Gomis, del Hospital Clínico de Barcelona, se encuentra en una “fase avanzada”, aunque todavía «es prematuro», dice, avanzar ningún tipo de resultado. La investigación se basa en el tungstato sódico y ha superado ya la fase preclínica con resultados “prometedores”.

Guinovart, uno de los bioquímicos firmantes de la propuesta de pacto de Estado para la Ciencia, y presidente de la Confederación de Sociedades Científicas de España, entiende que su investigación y otras muchas que se desarrollan actualmente en nuestro país, constituyen la avanzadilla de lo que se llama “investigación traslacional”, es decir, la conectividad entre “los investigadores más básicos en el laboratorio y los investigadores clínicos”. Este modelo, aún incipiente en España, es el que debería promocionarse “para acercar más rápidamente los resultados de la ciencia a los pacientes”.

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