Que la sobreexplotación de los recursos pesqueros tiene sus consecuencias negativas no es nuevo. Tampoco lo es que la sobrepesca de una especie acaba afectando a otras, aunque a priori no se sepa exactamente a cuáles ni en qué plazo de tiempo. Lo nuevo es la descripción de una red trófica marina tropical que describe y permite prever, aunque sea a nivel teórico, esas consecuencias.
Esta tarea descriptiva la ha hecho el equipo dirigido por Jordi Bascompte, ecólogo e investigador de la Estación Biológica de Doñana. En este trabajo, publicado en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences, el experto analiza la red de relaciones entre especies de la comunidad y permite entender no sólo cómo interactúan sino de qué forma una perturbación como el exceso de pesca acaba propagándose a otras especies.
Lo que hemos hecho ha sido ensamblar una comunidad de arrecife de coral y estudiar qué especies interaccionan con qué especies. A cada interacción ante una presa y un depredador le hemos asignado un peso que representa la influencia que tienen los depredadores sobre cada una de sus presas. Hemos visto dos cosas. Una primera es que la estructura de la red trófica está ensamblada de tal forma que se reduce el potencial de efectos dominó, o de transmisión de perturbaciones a través de toda la red. Eso es así porque las combinaciones de interacciones fuertes en dos eslabones consecutivos de una cadena trófica son menos de las que se esperaban.
Que se minimiza la propagación de las perturbaciones, lo que es una buena noticia. Sin embargo, eso no evita que la sobrepesca siga afectando y propagándose a las otras especies. Y ahí hay una mala noticia.
Que la mayoría de las especies explotadas en esa comunidad, concretamente 10 especies
de tiburón, son especies clave. Están en más de la mitad de las cadenas tróficas con combinaciones de interacciones fuertes de esa comunidad, son una parte muy importante de la comunidad y la presión pesquera que les afecta a ellos acaba afectando a muchas más especies.
«La mayoría de las especies explotadas en la comunidad son especies clave y la presión pesquera que les afecta acaba afectando a muchas más especies»
De 250 especies que mantienen entre ellas más de 3.300 interacciones. Las 10 especies de tiburones a las que nos referíamos antes y que se hallan entre las más explotadas controlan un número muy grande de esas interacciones. Se encuentran en casi la mitad de las cadenas tróficas con combinaciones muy fuertes.
Por ejemplo, una disminución en el número de tiburones repercute en un incremento del número de los peces que son habitualmente sus presas, los cuales a su vez, al aumentar el número, provocarán un descenso en el número de peces herbívoros que se alimentan de algas. El descenso de estos últimos, a su vez, provoca que las algas aumenten, que a su vez compiten por el espacio con los arrecifes de coral. Estos, finalmente, acaban disminuyendo. Se trata pues de un efecto en cascada, ya que uno no espera, en principio, que el tiburón afecte a las algas.
Sí, y además es algo que ya se está viendo. Se está dando un cambio radical en los ecosistemas de coral por razones diversas, como la contaminación y la sobrepesca. La consecuencia es el empobrecimiento de la biodiversidad. Los arrecifes de coral son sistemas muy complejos. El incremento de algas y la disminución de corales degrada y empobrece el ecosistema. Esa transición ya se está dando ahora y de forma muy rápida.
«La presión pesquera que afecta a los tiburones acaba afectando a muchas más especies»
Una de las líneas de trabajo más intensas actualmente en ecología es precisamente ver la relación entre biodiversidad y lo que se denominan los servicios del sistema. Y no por razones éticas o estéticas sino porque ahora sabemos que los ecosistemas más diversos son más resistentes a especies foráneas, son más productivos y más estables.
En caso de sequía, al haber complementariedad entre los cultivos si no sale adelante uno habrá otro que sí lo haga, así que la cantidad de producción se compensa. Si un parásito afecta a una especie, quedarán otras plantas. En cambio, la agricultura masiva es más arriesgada, puede tener grandes pérdidas. Es como la bolsa; la mejor forma de no perderlo todo y tener ganancias es diversificar. Ahora ya hay cultivos ecológicos que apuestan por esa diversidad.
Las interacciones entre las plantas y los animales que las polinizan o dispersan sus semillas son muy importantes porque han supuesto uno de los grandes motores para al generación de la diversidad. Y tienen relación con la agricultura porque es la interacción entre plantas e insectos la que permite la reproducción de muchas especies de plantas que tienen flor.
Pero hay cultivos como los cafetales que dependen de la polinización por los insectos, y cuantos más insectos polinizan mayor biomasa se consigue. En Occidente, la agricultura se realiza independizándose del medio, sí, pero se corre el riesgo de las grandes pérdidas que hemos dicho.
Evaluábamos la persistencia de una población considerando los rodales o reservas en los que se reproduce. El modelo proporciona reglas predictivas sencillas que permiten relacionar el número de reservas necesario con el nivel de pesca, las fluctuaciones del clima y otros factores. Es un modelo teórico sobre el que podemos hacer hipótesis de tipo si se aumenta la pesca serán necesarias tantas reservas para mantener la persistencia. O de cuantos ejemplares menos se deberían pescar para mantener la población.
En principio sí, siempre y cuando la población considerada se adecuara a las asunciones de nuestro modelo y tuviéramos los datos necesarios. Pero el principal valor del trabajo es conceptual, nos permite entender la relación entre estas variables y nos da un marco de referencia para entender la naturaleza. La estrategia de los teóricos es simplificar mucho una realidad que a menudo es demasiado compleja.
No, porque estas especies se reproducen en todas partes y nuestro modelo es para especies que se reproducen en zonas concretas, como los meros o los erizos de mar.
En casos como este, nuestro modelo también proporciona una predicción teórica de cuántos individuos serían necesarios reintroducir para que la población se recupere o se mantenga.
Las redes tróficas determinan quién se come a quién en una comunidad y representan una manera de caracterizar la complejidad de estas comunidades. En estas cadenas tróficas con interacciones fuertes entre depredador y presa, la sobrepesca de un depredador incrementa la población de sus presas. Este incremento conlleva una reducción drástica en otras especies, precisamente las que alimentan a las presas originales. Esta cascada trófica es una muestra del efecto dominó por el cual una perturbación se transmite a toda una comunidad.
Sin embargo, la estructura en el caso de la comunidad tropical es más fuerte y estable de lo que creían. ¿Por qué? Porque «la concurrencia de dos interacciones fuertes en dos niveles consecutivos de la cadena trófica ocurre menos a menudo de lo esperado», explica Jordi Bascompte. Incluso cuando sucede, estas «cadenas de interacción fuerte van acompañadas de otras interacciones fuertes de omniviría». La existencia de especies omnívoras y su distribución estratégica en todo el ecosistema, evita que la desaparición de una especie se propague por efecto dominó a toda la red, ya que en caso de faltar una presa, los omnívoros recurren a otras.
Sin embargo, los investigadores advierten que la pesca indiscriminada de depredadores como los tiburones sigue siendo una amenaza porque puede involucrar a otras muchas especies y afectar de forma a estas comunidades. Los tiburones son especies clave en la comunidad descrita por Bascompte y su equipo. «Suele pasar que cuanto más arriba está una especie en la cadena trófica más importante es el peso de esa especie en la comunidad», explica este investigador. Lo mismo debe pasar con otras especies bien conocidas como el atún o la merluza, y que están sobreexplotados. Preservarlas es entonces de interés general, porque no es sólo conservar dos especies comerciales sino conservar la biodiversidad marina.