La cantidad de glucosa circulante en sangre puede influir en la determinación del sexo de las crías de mamíferos, incluidos los animales de granja. Lo mismo parece ocurrir con el aporte de carbohidratos y grasas. Si las teorías son ciertas, podrían determinarse dietas específicas destinadas a controlar la reproducción de animales en granjas o en reservas.
¿Por qué las vacas que viven en malas condiciones tienen más probabilidades de dar a luz descendientes hembras y no machos? Tras la pregunta se halla una de las más controvertidas teorías de la biología evolutiva, la hipótesis de Trivers y Willard, que dice que los mamíferos al reproducirse «ajustan» el sexo de los descendientes en función de las posibilidades de éxito que ofrece el entorno para la especie: si las condiciones son buenas para una gran población, los descendientes serán mayoritariamente machos, porque estos pueden reproducirse mucho más (un macho puede inseminar a muchas hembras y tener mayor número de descendientes); si las condiciones son malas, los descendientes serán mayoritariamente hembras. Sin embargo, los resultados de los estudios que persiguen demostrar esta teoría son muy contradictorios y se calcula que sólo un 30% de los estudios aportarían datos estadísticos a favor.
Esto, que no deja de ser una teoría de ciencia básica, puede interesar a sectores como el de la ganadería y la industria láctea. En esos casos, al ganadero le interesa sobretodo tener vacas lecheras. La inseminación de las vacas es artificial, con semen de sementales seleccionados, con características genéticas bien definidas. Pero el sexo de la cría es algo que no se puede prever y que, según el resultado, puede dar al traste con las previsiones del ganadero. Por otro lado, para garantizar el reemplazo de vacas en la granja (teniendo en cuenta que no siempre la descendencia serán hembras, o que la inseminación no siempre será exitosa) una proporción alta de vacas debe ser dedicada cada año a la reproducción.
La glucosa, posible clave
Una investigación reciente sugiere que si las hembras están en mejores condiciones durante las etapas tempranas de la concepción, casi siempre darán a luz machos.
Una investigadora de la Universidad de Nevada (Reno), Elissa Cameron, afirma haber hallado la clave que podría avanzar en el esclarecimiento de la hipótesis. Según afirma, la clave estaría en la glucosa. La investigadora ha presentado en la ultima edición de la revista Proceedings: Biological Sciences, de la Royal Society of London, un metaanálisis de mil trabajos que hasta ahora han examinado la hipótesis de Trivers-Willard. La naturaleza contradictoria de los resultados previos, afirma Cameron, «queda confirmada». Sin embargo, en lo que coinciden «casi unánimemente» todos los estudios es en la predicción de que si las hembras que están en mejores condiciones durante las etapas tempranas de la concepción, casi siempre darán a luz machos.
El hecho, afirma la investigadora, es que los animales que viven en mejores condiciones y bien alimentados tienen buenos niveles de glucosa. «Investigaciones recientes», afirma Cameron, «han mostrado que el exceso de glucosa favorece el desarrollo de blastocistos masculinos». Éste sería, en potencia, el mecanismo que determinaría el sexo del descendiente en la concepción. Los resultados contradictorios se explicarían por las variaciones de los niveles intrauterinos de glucosa en las etapas tempranas posteriores a la concepción, en los primeros estadios de la división celular.
Elissa Cameron ya avanza que en un futuro próximo tratará de probar la veracidad de su hipótesis. Lo hará, afirma, reduciendo la cantidad de glucosa en poblaciones seleccionadas de mamíferos. Un esteroide que bloquea la circulación de glucosa debería favorecer, si la hipótesis es cierta, el nacimiento de hembras.
Lectura prudente
En opinión de Teresa Arrigal, profesora de biología de la reproducción en la Universidad Autónoma de Barcelona, este tipo de trabajos hay que interpretarlos con mucho cuidado. Se ha observado de forma generalizada que si la hembra preñada está en malas condiciones o sufre y, aun así, el embarazo sigue adelante, los embriones que salen adelante son, con mayor probabilidad, de hembras. «Por alguna razón que se desconoce los embriones femeninos son más fuertes». Pero en situaciones normales, la proporción de machos/hembras en los partos es igual o bastante equiparable.¿Es posible que en algunas circunstancias un mayor nivel de glucosa conduzca a los resultados que indica Cameron? «No digo que no», advierte esta experta en reproducción de mamíferos, «pero habría que hacer una lectura prudente y tener muy en cuenta qué animales se está comparando». Si comparas, añade, un primer grupo de animales que tienen la glucosa baja, y que tenderán a tener hembras, con un segundo grupo con niveles de glucosa normales o superiores, estos últimos tendrán, desde luego, más machos que el primer grupo. No obstante, de ahí no se podría concluir que con niveles mejores de glucosa la tendencia general sería siempre de más descendientes machos.
«Si hablamos de la población actual de vacas lecheras, la realidad es que casi siempre tienen niveles bajos de glucosa». Son vacas hiperproductoras, detalla Arrigal, que producen entre 40 y 50 litros de leche diarios y que su inseminación siempre coincide con un nivel alto de producción de leche, lo que redunda en niveles de glucosa casi siempre inferiores a lo normal.
Las implicaciones que pueda tener este trabajo no son claras. Por lo pronto, quizá pueda variar un poco la línea de las investigaciones, al dar una clave diferente. Cameron indica, prudente, que es sólo un paso más: sea cierta o no la hipótesis, afirma, «la idea es que se reabrirá el debate y se impulsarán nuevas investigaciones».
Desde que en 1973 el ecólogo Bob Trivers y el matemático Dan Willard desarrollaron su hipótesis, se ha intentado demostrar en innumerables trabajos no sólo la existencia de la tendencia en sí sino la razón de tal tendencia. El problema, sin embargo, a la hora de evaluar algunos de estos estudios, es que quizá los grupos de animales no sean suficientemente grandes para tener estadísticas válidas. De ahí que resulte más interesante encontrar la razón fisiológica, si la hay, que pueda explicar la hipótesis. De hallarla, también sería más útil, desde un punto de vista práctico, para la gestión de las reservas de animales o la producción animal.
El pasado mes de junio, en la revista Biology of Reproduction, los investigadores C. S. Rosenfeld y R.M. Roberts, de la Universidad de Missouri, en Columbia (EEUU), afirmaban que la edad de la madre y la dieta juegan un papel clave en la determinación del sexo de las crías. Sus observaciones se basan en experimentos realizados en laboratorio con grupos de roedores que estaban en condiciones idénticas y recibían la misma cantidad de calorías. La única diferencia eran las proporciones de carbohidratos y grasas en la alimentación.
Una dieta alta en grasas saturadas pero baja en carbohidratos conduce a un aumento significativo de machos en la descendencia. En cambio, afirman, cuando en la dieta dominan los carbohidratos y las grasas son bajas, las crías son sobretodo hembras. Si la hipótesis es cierta, quizás podría ayudar a tener un mayor control de la reproducción, mediante la dieta, en granjas de animales.