La Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (AESA) ha publicado una actualización de sus directrices sobre evaluación de riesgos medioambientales de los organismos genéticamente modificados (OGM). A raíz de ellas, los productores tendrán que informar de forma más estricta y detallada tanto cuando soliciten la aprobación de un transgénico, como en las tareas habituales de seguimiento.
La legislación europea requiere que las peticiones de autorización de transgénicos incluyan un plan detallado de seguimiento. A través de este mecanismo se pretende aumentar el control con la finalidad de detectar cualquier consecuencia dañina para la salud humana o ambiental.
Con este mismo objetivo, proponen la creación de centros nacionales de notificación, que mejoren la recogida de datos sobre los riesgos ambientales de los OGM. La AESA recuerda que la vigilancia posterior a la comercialización de transgénicos establece un control general para cada planta autorizada y otro específico para los supuestos en los que se detecte en la evaluación inicial un «riesgo potencial» o cierto nivel de incertidumbre.
La AESA es una agencia con sede en Parma (Italia) que se encarga de la elaboración de los dictámenes científicos sobre los expedientes de transgénicos. Este es el paso previo del que dependen las autorizaciones que emiten las instituciones europeas. Además, la AESA analiza anualmente los resultados de las evaluaciones de los OGM existentes en el mercado y presenta recomendaciones a la Comisión Europea.