Si el término quilomicrones no es especialmente familiar, es posible que en unos años lo sea para una gran parte de la población. Especialmente si se demuestra su papel protagonista en el desarrollo de riesgo cardiovascular, hasta ahora atribuido al llamado «colesterol malo» o LDL. De acuerdo con descubrimientos recientes, los quilomicrones podrían pasar a ser los principales culpables.
La incógnita que tiene ocupados a muchos investigadores es explicar porqué hay pacientes que desarrollan enfermedades cardiovasculares a pesar de tener el colesterol LDL (lipoproteínas de baja densidad) en niveles bajos o normales. Si el LDL es, como se ha creído hasta ahora, el principal culpable de riesgo cardiovascular eso no debería pasar. La respuesta, dice la hipótesis más extendida, es que podrían ser personas con exceso de triglicéridos en sangre o hipertrigliceridemia. Un trabajo reciente de la Universidad de Alberta (Canadá), publicado en la revista Arterioesclerosis, Thrombosis and Vascular Biology afirma que esto es así efectivamente y que la respuesta pasa por los triglicéridos que transportan los quilomicrones.
Los quilomicrones son pequeñas partículas o bolas de grasa metabolizada, compuestas en un 80-90% por triglicéridos, un 9% de fosfolípidos, un 6% de colesterol y una pequeña proporción de un tipo especifico de proteínas. Se forman en nuestro sistema digestivo tras ingerir comida y desde el intestino se distribuyen a través de la corriente sanguínea por todo el cuerpo.
Los investigadores de la universidad canadiense, dirigidos por Spencer Proctor, han usado técnicas de fluorescencia para ver como circulan los quilomicrones y han podido ver, según explicaban el pasado noviembre, cómo estos se acumulan en las paredes de las arterias muy rápidamente, mucho más que el LDL. «Nuestro próximo paso», afirma Proctor, «es averiguar por qué los quilomicrones se pegan y acumulan en las paredes de las arterias y si juegan o no un papel clave en el desarrollo de enfermedades coronarias». Su sospecha, a la luz de los resultados obtenidos, es que sí lo hacen.
Sin cambios en las recomendaciones dietéticas
La composición lipídica de los quilomicrones es muy parecida a la de los alimentos que conforman una dieta mediaTodo ello no significa, sin embargo, que haya que trastocar las recomendaciones que se han manejado hasta ahora sobre la dieta. Los quilomicrones, en esencia, no son otra cosa que lipoproteínas y una de las formas en que nuestro organismo empaqueta las grasas que ingerimos para distribuirlas por todo el cuerpo. Su composición lipídica, explica Rocío Abia, investigadora del Instituto de la Grasa del CSIC, es muy parecida a lo ingerido.
Si uno ingiere una tostada con mantequilla, explica esta experta, al cabo de una hora tendrá quilomicrones con una composición de lípidos que provienen de la mantequilla; si toma una tostada con aceite de oliva, tendrá quilomicrones con lípidos del aceite de oliva. Los investigadores creen que en el primer ejemplo, el de la mantequilla, compuesta de grasas saturadas, se dará una alta concentración de quilomicrones que permanecerán mucho más tiempo en las arterias, con un efecto más negativo que los generados a partir de lípidos del aceite de oliva, que desaparecerán mucho antes de la sangre.
Esto es lo que investiga el equipo del Instituto de la Grasa, uno de los pocos que están intentando esclarecer la influencia de la composición de los quilomicrones. En esa línea, el equipo colabora habitualmente con el Hospital Universitario Virgen del Rocío (Sevilla) para estudiar los efectos de los diferentes tipos de grasa en la dieta sobre la composición de los quilomicrones.
Uno de los últimos experimentos fue el publicado en 2001 en Journal of Nutrition, realizado sobre ocho voluntarios sanos que se prestaron a permanecer en el hospital y someterse a varios análisis de sangre a lo largo del experimento. El trabajo consistía en comparar el efecto en la dieta de aceite de oliva virgen y aceite de girasol alto oleico. Los resultados revelan que los quilomicrones formados tras la dieta del aceite de girasol (a pesar de tener un contenido alto en ácido oleico, un detalle intrigante) permanecía más tiempo en la sangre que los generados en la dieta de aceite de oliva virgen.
Riesgo y prevención
El riesgo, detalla Abia, se genera a partir de dos factores, «la concentración de lipoproteínas y el tiempo que éstas permanecen en sangre y en contacto con el endotelio de las arterias». Se sabe que ese contacto directo daña la arteria y produce un «desequilibrio endotelial en la vasorelajación». De qué forma se produce ese daño es todavía un misterio. Averiguar más puede conducir «primero a prevenir y, en segundo lugar, a entender los casos de hipertrigliceridemia que son de tipo genético y al desarrollo de nuevas terapias farmacológicas o alimentos funcionales».Sobre la prevención, la recomendación de los expertos sigue siendo el limitar el consumo de grasas saturadas y dar preferencia a las monoinsaturadas o polinsaturadas, como el aceite de oliva o los ácidos grasos Omega-3. Aunque no puede decirse que haya una grasa buena de forma universal. «Hay muchos mecanismos en el proceso», afirma Rocío Abia, «y no se puede decir que una grasa sea mejor que otra». Las Omega-3, por ejemplo, muy abundantes en el pescado azul, son buenas para una función pero se sabe que se oxidan muy rápidamente. No obstante y en líneas generales, afirma, las grasas insaturadas son más beneficiosas que las saturadas.
La diferencia entre los quilomicrones y el colesterol de baja densidad o LDL, que es el que normalmente se recoge en los análisis de sangre, es que mientras los primeros se generan en el sistema digestivo y una hora después de comer, el segundo se genera en el hígado y el proceso de formación es bastante más lento. Los quilomicrones desaparecen de la sangre al cabo de unas 8 horas después de comer, un plazo que en personas con exceso de triglicéridos puede ser de 12 horas o más.
Este periodo, denominado postpandrial, el de después de comer y en el que todavía hay niveles de triglicéridos en sangre, es precisamente el estado normal de la población. Si uno se fija, detalla Rocío Abia, investigadora del Instituto de la Grasa del CSIC, comemos cada 5 ó 6 horas. Nadie está normalmente en condiciones de ayuno, que son las requeridas en los análisis que se realizan habitualmente por la mañana y en ayunas. Por eso, cada vez más los expertos defienden que para evaluar el riesgo cardiovascular es mejor medir la trigliceridemia postprandial.
El problema, a nivel de experimentos, es que los estudios de nutrición postprandial son complejos porque se necesita una infraestructura específica para el seguimiento y hay que realizar análisis durante varias horas después de una comida. Por eso no son habituales aunque todo apunta a que esta dinámica puede cambiar.