Entrevista

María Neira, presidenta de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria

«La seguridad alimentaria no es un lujo sino un requerimiento mínimo»
Por Rafael Méndez 7 de mayo de 2003
Img maria neirap



María Neira, la presidenta de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESA), se sabe la lección y la explica con convicción y serenidad. Afirma que el riesgo cero no existe; que la agencia está preparada para gestionar una crisis alimentaria pero que, llegado el momento, no tendrá una varita mágica con la que apagar el fuego. Por lo menos, aspira a no echarle gasolina. Asegura que «esconder la información es la peor de las políticas durante una crisis», pero recuerda que «hay problemas de salud pública que sólo en un día causan más víctimas que las vacas locas». Esta licenciada en medicina llegó a la AESA en septiembre tras nueve años en la Organización Mundial de la Salud, en el equipo que ahora trabaja en la contención de la neumonía asiática.

¿Acepta el consumidor otra cosa que no sea el riesgo cero?

El riesgo cero es una exigencia y está bien que el consumidor la tenga y que nos ponga el listón muy alto. Nos toca a nosotros intentar alcanzar ese nivel tan alto mientras le explicamos al ciudadano que no vivimos en una burbuja de cristal, en un mundo de ciencia-ficción. El riesgo cero es una situación teórica que no podemos garantizar.

Si es lo que exige el consumidor pero no se puede garantizar ¿no está condenada al fracaso la agencia de seguridad alimentaria?

El ser humano siempre aspira a lo ideal y a que eso sea rutinario. La exigencia de seguridad alimentaría no es un lujo sino un requerimiento mínimo. Que luego no podamos dar una seguridad alimentaria al 100% y que siempre exista un riesgo en alguna de las fases es algo que podemos combinar y asumir.

¿Qué se encontró cuando llegó? ¿La mano derecha sabía lo que hacía la mano izquierda o la sensación que algunos tuvieron cuando el problema del benzopireno en el aceite de orujo de que cada ministerio iba por su cuenta era debida a una descoordinación?

Yo llegué hace siete meses y había habido un maremoto dentro de la seguridad alimentaria, tanto en la industria privada como en la Administración y en la agricultura. Y no sólo en España: en toda Europa había habido una ducha fría que nos había hecho cuestionarnos y replantearnos el sistema. Todo este electroshock que se produce cuando la UE descubre que tenía una cadena cuyos eslabones eran de papel y no de hierro, llevó a un cambio de filosofía y se ponen distintos mecanismos en movimiento. Cuando yo llegué se empezaba a notar cierta madurez y disposición.

Bernard Kouchner, que fue ministro de Sanidad de Francia cuando el caso de las vacas locas, dijo un día que él no había podido evitar verse arrastrado por el principio de precaución y que al final las vacas locas eran dos muertos y millones de francos gastados cuando el auténtico problema era el tabaco ¿No sirvió el maremoto para poner las cosas en perspectiva?

«Hay problemas de salud pública que en un solo día causan más víctimas que las vacas locas»

Conozco personalmente a Bernard Kouchner, los dos trabajamos en Médicos Sin Fronteras. Bernard siempre se expresa de una manera muy libre y tiene razón, nosotros hemos trabajado en catástrofes humanitarias y hay problemas de salud pública que sólo en un día causan más víctimas que las vacas locas. En España no ha habido víctimas, pero la crisis provocó una gran alarma. Eso demuestra que en los países ricos ya nos podemos permitir ese plus. Damos como exigencia mínima que la salud pública está asegurada y la seguridad alimentaria es un plus.

Dado que el nivel de exigencia es tan alto, ¿están ustedes preparados para una crisis?

Sería muy pretencioso decir que estamos completamente preparados. Si se entiende por preparados el tener todas las piezas de un puzzle ensambladas; el saber quién hace qué; el entender por dónde podrían venir las próximas crisis; el conocer quiénes podrían ser los referentes científicos para poder contactarlos rápidamente; el contar con un equipo multidisciplinar con el conocimiento científico, la experiencia y el sentido común suficientes. Si entendemos todo eso por estar preparados, puedo decir con toda seguridad que sí lo estamos. Si estar preparados significa que vamos a hacer de parachoques de cualquier cosa, la respuesta es no. Lo que sí puedo decir es que nuestra respuesta será equilibrada, serena, basada en la mejor ciencia, con la colaboración de los sectores implicados, rápida y eficaz.

¿Cómo van a manejar la información en caso de crisis? La agencia no tiene, de momento, ni siquiera página web.

Estamos preparando la página web y esperamos que esté lista en breve. Ésa será una de nuestras herramientas de comunicación, porque es fundamental. En el BOE está bien claro que va a haber un portavoz único, que seré yo. De la OMS traigo como bagaje la capacidad de absorber el rigor científico y tomar decisiones basadas en el conocimiento de los expertos.

Los miembros del comité científico no podrán opinar públicamente, ¿por qué?

El comité tendrá un cometido muy claro: pronunciarse sobre una evaluación de riesgo u orientarnos hacia quién puede hacer eso. La idea es que entre todos encontremos de una manera rápida, eficaz y científica la mejor respuesta posible.

Pero no podrán hablar.

Lo que se pretende es ofrecer una información transparente e independiente, pero también que durante una crisis haya un portavoz único.

Un exceso de información puede provocar alarma, ¿por eso quieren extremar el control?

«Esconder la información es la peor de las políticas durante una crisis»

La palabra no es controlar. Hay que ser muy medido en dar la información más actualizada y rigurosa y la que sirva para actuar. En momentos de crisis hay que ofrecer la información para la acción, pero sin esconder nada. Ocultar la información es la peor de las políticas durante una crisis. Cuando uno no sabe algo tiene que decirlo también. No hay que tener miedo a reconocer que no tenemos todas las respuestas.

¿Ésa es otra de las lecciones de las crisis pasadas?

Sí, y yo la he aprendido con la crisis del ébola hace unos años. No sabíamos con qué estábamos tratando. Para mantener la credibilidad no hay que dar siempre una respuesta inmediata. La respuesta puede ser ‘lo estamos investigando’.

Empiezan a surgir agencias autonómicas de seguridad alimentaria, ¿cómo se va a coordinar con ellas la agencia nacional que usted dirige? ¿No se pasa de un defecto a un exceso de organismos? ¿Tienen sentido las agencias autonómicas teniendo en cuenta que los alimentos no están limitados a un país, pero aún menos a una comunidad autónoma?

En ese sentido tampoco tendría lugar una agencia española. Lo que queremos es sumar esfuerzos. Si hay una agencia autonómica, bienvenida sea. Pero si no la hay, también tenemos interlocutores en las autonomías. No entiendo que las agencias autonómicas sean una fortaleza de territorio, sería absurdo.

Sí, pero en la práctica, coordinar a 17 agencias, cada una con un comité científico, que probablemente no coincidirán en sus criterios, no va a ser fácil.

En los siete meses que llevamos hemos tenido varias situaciones en las que hemos tenido que responder. A lo mejor no una crisis de grandes dimensiones -quizá porque las gestionamos bien-, pero sí situaciones en las que hemos tenido que responder. Ha habido serenidad y no se han producido duplicaciones en el trabajo. En la salud pública nadie bromea, hay mucha profesionalidad.

Desde septiembre han tenido 315 notificaciones, de las cuales ha habido 112 alertas. ¿Eso es mucho o poco?

Se puede interpretar de varias maneras. Se puede decir ‘caramba, hay 50 alertas al mes’. Pero de esas la mayoría son sólo avisos; otras requieren una intervención puntual y muchas se deben a un exceso de celo que queremos tener para ir a más.

¿Pero era lo esperado, o les ha sorprendido?

Hablando con mis pares de otras agencias europeas de seguridad alimentaria el número de alertas están en esas cifras. Además, muchas de las alertas vienen de Europa.

¿A qué se debían?

Son muy variopintas. Desde un contenido en un contaminante o un residuo de un antibiótico a un mal envasado o un exceso de aflatoxinas. No hay un patrón determinado.

Se crea la agencia pero ¿van a aumentar las inspecciones? Porque si al final no aumentan, resulta que tenemos un nuevo edificio sobre los mismos cimientos.

Tiene razón, pero hemos solidificado los cimientos. La seguridad alimentaria ya estaba garantizada antes de la agencia. Esto es un techo. Ahora trabajamos con las autonomías en el mapa de la seguridad alimentaria para saber cuántas inspecciones se hacen, cuántos análisis, cuántos laboratorios de referencia tenemos. A partir de ahí queremos ir a más.

¿Tiene suficiente autonomía la agencia? La ley dice que es un organismo autónomo, pero la mayoría de los miembros los nombra Sanidad.

«Demostraremos la independencia cuando tengamos que salir a la calle»

La agencia está adscrita a Sanidad, pero en el interés de todos está que tenga un sello claro de autonomía. Ya estamos en otro edificio. Pero la independencia, más que lo que diga el BOE, hay que demostrarla en la práctica. Y lo demostraremos cuando tengamos que salir a la calle. Hasta entonces, tendrán que darnos el voto de fe sobre nuestra autonomía.

¿A corto plazo, en qué están trabajando? ¿Qué medidas concretas van a tomar?

Estamos trabajando en tener una herramienta para darle más información al ciudadano. Entendemos que la página web es un mecanismo muy bueno de información y que servirá para colgar informes. Es un elemento clave de transparencia, de información y de independencia. Además tenemos grupos de trabajo sobre temas puntuales que nos preocupaban, en el mapa de la seguridad alimentaria y en al barómetro de la seguridad alimentaria. Estamos conociendo al sector, exigiéndoles más.

¿Qué es el barómetro de la seguridad alimentaria?

Es un sensor. Queremos saber qué le preocupa al consumidor; qué falsos mitos tiene sobre la seguridad alimentaria y cómo puede ayudar en la seguridad, porque él también es parte de la cadena y también tiene una responsabilidad. Lo estamos haciendo con empresas y asociaciones de consumidores, que son fundamentales.

¿Qué son las marcas de seguridad que han creado?

Son más bien marcas de calidad. La seguridad no necesita marca. Eso no es negociable, está ya asegurada cuando un producto sale a la calle. La calidad es un plus.

Entonces, es pronto para ir a medidas concretas, como en la acrilamida. No ha habido alarma, pero Suecia ha alertado de que existe en niveles superiores a los recomendables.

Tenemos un grupo de trabajo sobre la acrilamida. El informe sueco se ha redimensionado y ahora parece que el riesgo es menor, pero seguimos estudiando para ver cuáles son las mejores medidas. Por el momento no parece que sea un tema candente.

¿Y de los compuestos orgánicos persistentes, como el DDT? Es un tema ambiental, pero se ingieren con la comida y muchos científicos se quejan de que no hay mapas, de que no se sabe dónde están.

En el consejo de dirección hay un miembro del ministerio de Medio Ambiente. Hay grupos de trabajo y la normativa está estandarizada con Europa.

Pero en España no se cumple.

Cuando lo detectemos en un alimento, actuaremos.

«La salud pública debe velar siempre por el fin colectivo»

– Usted estuvo trabajando en el área de enfermedades transmisibles de la OMS. Siendo así, ¿no le parece la seguridad alimentaria una cosa de país rico?
Es cierto que en el área donde yo trabajé la seguridad alimentaria consiste en tener acceso a los alimentos. En muchos países esa era la cuestión crucial, pero también hablábamos de otra seguridad, la de las toxiinfecciones. Yo he trabajado en grandes epidemias de cólera que se transmite por el agua o por los alimentos. Eso me permitió empaparme en una doble seguridad alimentaria: la del acceso a los alimentos y la que evita la transmisión de enfermedades.

– ¿Qué opina de la gestión de la OMS de la neumonía asiática?
El equipo de la OMS que responde a la neumonía asiática es el que yo dirigía. Estoy muy orgullosa de que funcione el sistema de vigilancia global que montamos. Parece increíble detectar un nuevo virus en tan poco tiempo a partir de unas sospechas.

– Al principio las medidas parecían excesivas, pero el tiempo ha dado la razón a la OMS.
Es mejor que parezcan excesivas. Creo que han sido buenas y basadas en el principio de precaución.

– Los hosteleros de Toronto y Hong Kong no están de acuerdo.
Siempre hay un sector al que le afecta, pero los responsables de salud pública miran al bien colectivo.


– En nombre del principio de precaución, ¿cuántas víctimas económicas son admisibles?

Desde la OMS se tienen muy en cuenta las consecuencias económicas, sobre todo porque muchos de los países están en situaciones de pobreza y se pueden desequilibrar en cualquier momento. Y la enfermedad genera pobreza.

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