En los próximos años las normativas referidas al manejo y transporte de animales de granja van a ser cada vez más estrictas y vigilantes para con el bienestar animal. Las investigación actual busca parámetros e indicadores que señalen el nivel de bienestar tanto para un rebaño como para un individuo en particular
¿Cómo se mide el estrés en los animales? Se conocen bastante bien los mecanismos bioquímicos que se generan en un animal frente al estrés, así como sus consecuencias en la carne. En porcino y vacuno, por ejemplo, se sabe que el estrés aumenta los niveles de cortisol. Otro parámetro bien conocido es la creatinkinasa, un enzima muscular bien conocido como índice de gasto energético, cuyas concentraciones se incrementan cuando el animal hace ejercicio. El gasto energético también provoca el consumo de glucosa y aumenta el ácido láctico, éste último como respuesta del metabolismo para obtener energía ante la disminución de glucosa. La consecuencia de ello es que el pH del músculo no disminuye y da una carne de peor calidad. Estos mecanismos adaptativos de la biología del animal, que se generan como en cascada, son indicadores «a posteriori» de que los animales han sufrido estrés.
Pero hay otros parámetros más inmediatos. La frecuencia cardiaca, la temperatura y, en función de la especie, «las diferentes vocalizaciones, su intensidad y duración, pueden ser indicadores de estrés», señala Antonio Velarde, especialista en bienestar animal en ganado porcino e investigador del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA) de Cataluña. Él y su equipo están preparando un proyecto dentro del VI Programa Marco de Investigación de la Unión Europea para desarrollar un protocolo que establezca parámetros y métodos para estudiar el bienestar de los animales.
Diferencia entre especies e individuos
El conocimiento de las reacciones y de las emociones del animal puede ayudar a disminuir las situaciones de estrésLos comportamientos difieren entre especies. A la oveja le produce estrés que la saquen de su ambiente y de su rutina habitual, así como el sentirse aislada. Si se siente acorralada se queda muy quieta, a la espera de que su agresor se despiste para huir. El cerdo, por el contrario, sale huyendo inmediatamente.
Un rebaño de ovejas amontonadas en un rincón es señal inequívoca de estrés. En el transporte, las ovejas, incluso asustadas, entrarán fácilmente en el camión, mientras que el cerdo, apunta Velarde, «se plantará y no querrá entrar». Al cerdo le estresa mucho el calor, continua Velarde, «más que a la oveja que se adapta bien los cambios de temperatura». Lesiones, heridas, golpes, así como el índice de mortalidad, son también indicadores de que no todos los animales se han podido adaptar al transporte.
Pero lo que siempre recordamos, asegura el experto, es que dentro de las generalizaciones hay diferencias entre animales, «cada ejemplar es un individuo con su personalidad». Para controlar y garantizar el bienestar animal hay que aprender de esos parámetros qué factores son estresantes y evitar las situaciones conocidas como generadoras de estrés, afirma Velarde. Igualmente, «hay que dotar a los veterinarios de las condiciones necesarias para garantizar ese bienestar».
La emoción del animal
Una nueva forma de estudiar el bienestar animal es intentar abordar el conocimiento de sus reacciones y emociones; identificar a partir de situaciones que se saben estresantes nuevos indicadores que servirán, a su vez, para detectar, confirmar o controlar nuevas situaciones de estrés.En este contexto, un trabajo interesante es el llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Noruega dirigidos por Agnhethe Iren Sandem. El grupo de científicos estudió en vacas la relación entre la frustración que sentían cuando no podían comer y la proporción de blanco en el ojo.
El experimento comparaba la reacción de dos grupos de vacas lecheras, a uno de los cuales se le impedía comer durante seis minutos (lo que consiguieron poniendo una cobertura de plástico agujereado en el recipiente de forraje, de forma que el animal veía y olía pero no podía acceder al alimento). Las vacas privadas de alimento mostraban algún comportamiento agresivo (vocalización, agitación de la cabeza) a la par que durante los primeros cuatro minutos del test la proporción de blanco en los ojos iba haciéndose mayor que en el grupo de control. Ello, explican los investigadores, sugiere que este signo podría ser un indicador dinámico de la frustración para este tipo de ganado.
Un trabajo reciente del Instituto de Ciencias Animales de la Universidad de Wageningen (Holanda) estudia en aves el nivel de corticosterona en relación con el picoteo, un comportamiento en gallinas ponedoras que puede ir de normal a muy agresivo y que se relaciona con el estrés. En las aves el estudio del comportamiento es, quizá, más difícil por la distancia filogenética que la separa de la especie humana. Pero se conocen y se estudian parámetros fisiológicos como medida de estrés (respiración, electrocardiograma, temperatura) así como factores estresantes, como el calor, la limitación del espacio de la jaula y la falta de estímulos, lo que provocaría un picoteo agresivo entre ellas que a veces puede resultar incontrolable.
Este tema de estudio resulta controvertido, porque para evitar el picoteo agresivo se recortan los picos de las aves, medida cuyas consecuencias no están bien evaluadas y que puede resultar un factor de estrés. En este sentido, en el Instituto Roslin de Edimburgo proponen enriquecer el entorno de las aves. La mejor solución que han hallado es un manojo de cuerdas que han probado con gallinas y que a los animales, al menos aparentemente, les resulta «muy atractivo». Los investigadores, a falta de mejor respuesta, deducen que debe ser porque los manojos de cuerdas guarda «una cierta semejanza» con hierba, gusanos o paja.