El agua es fundamental para la vida, tanto humana como animal, pero puede llegar a ser perjudicial si no se aplican los controles oportunos que garanticen su inocuidad. La contaminación puede estar provocada por residuos agrícolas, químicos, radioactivos o domésticos. También vulneran su seguridad partículas o microorganismos que transforman las aguas naturales en no aptas para el consumo humano. Aunque la prevalencia de enfermedades originadas por esta ingesta no es significativa en España, en países en desarrollo sí registran una enorme repercusión en la salud. De ahí la importancia de desarrollar un trabajo continuo con medidas correctoras. La normativa comunitaria sobre el agua de consumo difiere de un país a otro y no hay un único método de potabilización ni una ley unificada. Es fundamental evaluar con detalle la contaminación específica de cada territorio y examinar las necesidades y capacidades de cada región con el fin de desarrollar una normativa actualizada.
El agua potable puede utilizarse para diferentes fines. Uno de los más generalizados es el uso doméstico, tanto para la higiene personal como para la limpieza de la casa o de la ropa. Las exigencias de calidad en estos casos no son tan elevadas como las de otros usos habituales, entre ellos la manipulación de alimentos (limpieza, cocción, etc), que exigen un proceso de desinfección para potabilizarla.
Saneamiento seguro
La desinfección elimina los posibles patógenos y evita infecciones. Se realiza mediante la adición de productos químicos reactivos, en especial de gas cloro o hipoclorito sódico, que crean una barrera contra numerosos tipos de patógenos, sobre todo bacterias. En la contaminación residual, el cloro se utiliza como protección parcial contra concentraciones bajas de patógenos y su posible proliferación.
La manera habitual de desinfectar el agua es mediante la adición de gas cloro o hipoclorito sódico
Para que éste actúe, es necesario un tiempo mínimo de 30 minutos. Si pasado este periodo el cloro residual de la concentración está entre 0,2 y 0,6 miligramos por litro (mg/l), se considera que la desinfección se ha realizado con éxito. Si aparece un olor o gusto desagradable en el agua, es señal de que ha habido un exceso de cloración, aunque no comporta peligro para la salud. Sin embargo, valores inferiores a 0,2 mg/l indican una insuficiente desinfección del agua, con lo que el proceso debe repetirse.
El uso de estos productos químicos en el tratamiento puede generar subproductos, aunque sus efectos para la salud son mínimos si se comparan con los que podrían aparecer sin una adecuada desinfección y, además, son fáciles de controlar y medir. Se recomiendan análisis frecuentes durante todo el proceso.
Sistemas de vigilancia
Los organismos encargados de controlar los sistemas de potabilización del agua deben realizar exámenes externos y periódicos de todos y cada uno de los aspectos relacionados con la seguridad. Los proveedores se responsabilizan también de realizar controles regulares del monitoreo operativo y garantizar que se aplican las prácticas de mejora en todo el sistema y durante el tratamiento. La vigilancia requiere un sistema de inspecciones con auditorías de los subproductos generados, análisis e inspecciones sanitarias. El control debe abastecer desde las fuentes o cuencas de captación del agua hasta todas las infraestructuras requeridas para su tratamiento, almacenamiento y sistemas de distribución.
El aspecto más importante es la verificación de la calidad microbiológica del agua, que supone análisis continuos de los patógenos. En la mayoría de los casos, se evalúan cuando proceden de la contaminación fecal, que son los más peligrosos. Esta verificación la puede llevar a cabo tanto el proveedor como los responsables de la vigilancia del sistema.
Otro aspecto interesante es la calidad química del agua, que se basa en la comparación de los resultados obtenidos de los análisis con los valores de referencia (no representan un peligro para la salud cuando se consumen a lo largo de toda una vida). En elementos químicos peligrosos, como el plomo o el nitrato, se fijan unos valores de referencia que protegen a las poblaciones vulnerables, de modo que se asegura también la protección global de las personas.
- Realizar de manera regular la limpieza y la desinfección de los elementos que contienen agua, como filtros y depósitos.
- Llevar a cabo un mantenimiento constante y una limpieza del aparato dosificador de cloro.
- Si aparecen roturas en la red de distribución, deben repararse lo más rápido posible y realizar un tratamiento de desinfección en el lugar de la avería. De esta manera, se evita la posible contaminación externa.
- Los operarios deben protegerse durante la manipulación del cloro con guantes, gafas y botas homologadas.
- Es imprescindible el uso de mascarillas si se trabaja con gas cloro. Es recomendable tener un recipiente con amoníaco para detectar posibles fugas y una ventilación adecuada en todo el establecimiento.
- Los materiales y aditivos utilizados en el tratamiento del agua deben estar autorizados.
- Se debe disponer en todo momento de recambios de los aparatos utilizados para que, en caso de avería, pueda subsanarse el problema. De no ser así, hay riesgo sanitario.
- Hay que controlar y optimizar todas las operaciones que se comprenden en el tratamiento del agua para lograr un rendimiento constante y confiable.
- El almacenamiento del agua después de desinfectarla y antes de venderse a los consumidores mejora el tratamiento, lo cual favorece la lucha contra algunos patógenos resistentes como ciertos virus.