Hasta ahora ha fracasado la estrategia de bajar el consumo de sal para atajar el problema de la hipertensión en la población. Por este motivo, un grupo de investigadores finlandeses ha planteado otra alternativa, que consiste en aumentar el consumo de calcio, magnesio y potasio. Según los expertos, la dieta natural es la que aporta cifras de estos minerales más similares a las recomendadas, en detrimento de los productos precocinados y procesados.
Que el consumo medio de sodio en los países industrializados supera con creces las cantidades diarias recomendables no es una novedad. Hasta 3.000 y 4.500 miligramos diarios es el consumo medio de sodio en muchos países, entre 2 y 3 veces más que la cantidad diaria de referencia, que se ha establecido en 1.500 miligramos, y por encima de los 2.500 miligramos que se ha establecido recientemente como la cantidad máxima diaria que se puede ingerir sin que suponga riesgos importantes para la salud.
Se cree desde hace tiempo que el consumo elevado de sal es una de las causas del aumento en la presión sanguínea y de trastornos cardiovasculares asociados. Si llegar a disminuir de forma sustancial el consumo de sal es irrealizable, quizás la forma más viable de atajar el problema sea otra: aumentar el consumo de calcio, magnesio y potasio. Esto es lo que sugieren un grupo de investigadores de la Universidad de Helsinki (Finlandia) en un articulo publicado en el último número de Journal of Human hipertensión.
Una dieta alejada de la natural
El aumento de la presión sanguínea es uno de los mecanismos más eficaces que tiene el metabolismo humano para desprenderse del sodio sobrante, según los expertos
El problema está en la dieta moderna, a la que se han incorporado numerosos alimentos precocinados y procesados. Hasta un 80% del sodio que se ingiere proviene, de hecho, de esos alimentos procesados. Las empresas fabricantes de esos productos, dicen los autores, no han sido capaces de disminuir el contenido de sodio en los alimentos.
Los fabricantes son reacios a dar ese paso por miedo a ver una disminución en sus ventas. Los consumidores se han acostumbrado a una cantidad determinada de sal y productos con menos sal podrían resultar menos apetecibles. Hay más razones. Los iones de sodio que contiene la sal son buenos para aglutinar el alimento con agua y añaden beneficios estructurales en muchos productos.
Los autores recuerdan que otro de los argumentos que manejan las empresas para justificar su reticencia a disminuir el sodio en los productos es que esta disminución no tiene efectos sustanciales sobre la población hipertensa y menos sobre la población en general. Sin embargo, advierten, éstas no son las auténticas razones por las que se ha fracasado en la reducción de sodio en los alimentos. Las auténticas razones son las mencionadas antes, la poca aceptación comercial que tendrían los productos. Por eso, los autores proponen como una de las estrategias más fáciles incorporar calcio, potasio y magnesio a los alimentos procesados, acompañado de un modesto descenso en el sodio.
El aumento de la presión sanguínea, argumentan los investigadores, es uno de los mecanismos más eficaces que tiene el metabolismo humano para desprenderse del sodio sobrante. Al aumentar la presión sanguínea, se aumenta la excreción renal a través de la cual se expulsa el sodio sobrante. El mecanismo también funciona a la inversa: cuando hay una cantidad muy baja de sodio debido a problemas gastrointestinales, a una excesiva sudoración o a pérdida de sangre, el cuerpo humano disminuye la presión sanguínea para preservar el sodio que queda.
Curiosamente, un incremento en el consumo de potasio, magnesio y calcio puede mejorar este mecanismo y ayuda, de hecho, a excretar el sodio sobrante. Otro argumento a favor de ese incremento es que el consumo medio de calcio, potasio y magnesio en los países industrializados está por debajo del que se cree adecuado. Para hallar el equilibrio entre una cantidad y otra de los diferentes minerales, los investigadores se han fijado en la dieta natural.
Una dieta, un programa genético
Hay un tipo de dieta para la cual cada ser vivo está genéticamente programado. Por ejemplo, «el león está programado para comer sólo alimento animal, es decir, carne, mientras que el antílope está programado genéticamente para comer sólo plantas», explica el equipo finlandés. Se asume que el metabolismo humano y su programa genético, que no ha cambiado en 100.000 años, debe estar ajustado para una variedad de alimentos naturales y un cambio en la dieta hacia alimentos procesados que no contienen o que alteran los niveles de componentes presentes en la dieta natural tiene que tener consecuencias en el desarrollo de patologías.La dieta moderna provee una cantidad aproximada de 3.000 miligramos de sodio, 1.750 miligramos de potasio, 440 miligramos de calcio y 180 de magnesio, las últimas tres muy por debajo de las recomendadas: 4.700 miligramos recomendados para el potasio, 1.000-1.300 miligramos para el calcio y 800 para el magnesio. Por su parte, la dieta natural aporta cifras más similares a las recomendadas: por término medio, 500 miligramos de sodio (frente a los 1.500 miligramos recomendados), 7.400 de potasio, 1.100 de calcio y 800 de magnesio.
Otras razones que apoyarían la idea son, por ejemplo, los beneficios de un incremento en el consumo de potasio, que protegerían contra el ictus y otros trastornos cardiovasculares. También se cree que el potasio mejora la tolerancia a la glucosa. El calcio, por su parte, ayudaría en la prevención de la osteoporosis mientras que el magnesio protegería contra la isquemia cardiaca. Por otra parte, se cree que un incremento conjunto de calcio y magnesio puede potenciar los efectos beneficiosos de los esteroles vegetales y disminuir el colesterol.
La incorporación de potasio, magnesio y calcio en alimentos funcionales es un reto para las empresas pero también una oportunidad de negocio y de mejorar sus productos, aseguran los autores. Sería de lejos una de las formas más fáciles de elevar el consumo de estos minerales en la población. De cualquier forma, los autores también proponen el reemplazo de productos procesados por productos naturales y una dieta más natural, por ejemplo la conocida como dieta DASH (acrónimo de Dietary Approaches to Stop Hypertension), rica en fruta, vegetales y alimentos bajos en grasa que ha demostrado ser efectiva contra la hipertensión.
Actualmente, hay acuerdo general en que se consume demasiada sal y diferentes organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o el Comité Científico Asesor en Nutrición (SACN) se han propuesto como meta conseguir que la población general reduzca su consumo de sal.
Sin embargo, hace ya más de 30 años que se defiende la disminución de sal como una de las armas para evitar la hipertensión y los trastornos vasculares asociados, un debate no exento de controversia. Si por un lado se realizaban estudios que pretendían demostrar que una disminución de sal podía disminuir la tensión, por otro lado estaban los trabajos que refutaban los primeros mostrando que la evidencia no era tal ni tan evidente.
Gran parte de los argumentos que daban los contrarios era, recuerdan los autores del estudio finlandés, los que manejan las empresas para justificar su reticencia a disminuir el sodio en los productos y es que esa disminución no tiene efectos sustanciales sobre la población hipertensa, que obtiene mejores resultados con un tratamiento farmacológico, y mucho menos sobre la población en general con tensión normal, para la cual una disminución del sodio no tendría beneficios. Por lo menos a corto plazo. Las autoridades sanitarias, sin embargo, defienden que una disminución de la tensión sobre la población en general puede tener efectos a largo plazo.