A lo largo de la historia, algunos alimentos se han visto demonizados y, poco después, alabados. Lo vemos con el pescado azul. En los años 70, se piensa que es poco saludable por su cantidad de grasa. Su mala fama se extiende hasta la primera década del nuevo siglo, cuando se empieza a recomendar su consumo por su riqueza en omega 3. Sin embargo, en fechas recientes, vuelve a ponerse en duda por su contenido en metilmercurio. Al establecer evidencias científicas en nutrición, existen muchas razones y factores que explican estas contradicciones, como contábamos en este artículo. ¿Se puede hacer de otra forma? En las siguientes líneas explicamos cuál es el principal problema de esta situación, tipo de estudios incluidos, y cómo solucionarlo.
Los problemas de las evidencias en nutrición
¿Y por qué no se usa otro tipo de investigación, más robusta y confiable? No siempre es tan sencillo. A diferencia de los estudios con fármacos, las investigaciones sobre la dieta tienen complicaciones metodológicas extras, como, por ejemplo, intentar que los sujetos que toman el tratamiento no sepan que lo están tomando (aspecto fundamental). Otras veces, los diseños más robustos pueden no pasar las evaluaciones de los comités de ética, porque exponen a los sujetos a riesgos con poca previsión de beneficios.
En general, falta saber más sobre cómo se hace ciencia y cómo se usan las evidencias. A los pacientes y a la población general, y también a los profesionales de la salud que usan y recomiendan la ciencia cada día, les falta también saber mucho más de evidencias. A una buena cantidad de investigadores les cuesta saber qué tipo de investigación es la mejor para contestar a la pregunta que se plantean (cada tipo de investigación sirve para una cosa distinta). Así que, al parecer, nadie lo tiene fácil para entender, interpretar y comunicar.
La evidencia científica según el tipo de estudio
La fuerza de la evidencia científica producida por los diferentes tipos de estudios puede variar. Estas son las ventajas y las limitaciones de los diferentes tipos de evidencia científica.
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1. Revisiones sistemáticas y metanálisis
- Ventajas. Reúnen y resumen todos los estudios pertinentes sobre un tema. Tienen menos probabilidad de sesgo.
- Limitaciones. Evidencia más fuerte disponible.
2. Ensayos controlados aleatorizados (ECA)
- Ventajas. Identifican la población a estudiar. Posteriormente, los dividen en dos grupos aleatorios. Un grupo está expuesto al tratamiento, y el otro no.
- Limitaciones. Estos estudios pueden probar la causalidad, pero hay que ser prudente y no generalizar.
3. Estudios observacionales
Tipos: estudio de cohortes (conjuntos); estudio de casos y controles; y serie de casos clínicos.
- Ventajas. Los científicos utilizan estos estudios con el fin de identificar correlaciones y desarrollar hipótesis para investigar.
- Limitaciones. La correlación no significa relación causa-efecto.
4. Estudios en animales y células
- Ventajas. Los efectos en los seres humanos y los animales no siempre son los mismos. Las células aisladas en el laboratorio se comportan de manera diferente que las del cuerpo.
- Limitaciones. Siempre hay que tener en cuenta las limitaciones de la investigación con células y animales.
5. Opiniones de expertos y anécdotas
- Ventajas. La experiencia o la opinión de una sola persona no proporciona una imagen objetiva.
- Limitaciones. Evidencia demasiado débil para sacar conclusiones.
Y, entonces, ¿dónde está la solución? En la palabra
“La ciencia no es perfecta”, aseguraba el científico y divulgador Carl Sagan. “Con frecuencia se utiliza mal, no es más que una herramienta, pero es la mejor que tenemos: se corrige a sí misma, está siempre evolucionando y se puede aplicar a todo”. Se trata de evitar absurdos titulares, informaciones sesgadas, erróneas conclusiones, bulos y desconcierto general de los consumidores de información cambiante, exagerada y tergiversada. Un ejemplo es el supuesto vínculo entre agua de grifo y cáncer de vejiga. Las conclusiones de estas investigaciones, que estaban muy bien hechas, no tenían nada que ver con los titulares sensacionalistas que culpaban a esta agua de este tipo de cáncer.
La única cura a todo esto es que todo el mundo sepa más sobre evidencias, sobre cómo se prueban los tratamientos, que científicos y comunicadores elijan mejor las palabras para comunicar las certezas derivadas de las investigaciones (tan difícil como necesario) y, por supuesto, que los consumidores de información aprendan a identificar declaraciones acertadas.