La gama de alimentos infantiles disponible en los países desarrollados ha experimentado un extraordinario auge en pocos años. Además de los tópicos “potitos”, hoy es posible encontrar una gran variedad de leches pensadas, a priori, para funciones y grupos de edad específicos. Rosa Lama entiende que su aportación puede ser de interés, pero que conviene “saber elegir” lo que se da a los pequeños de casa. Rosa Lama es pediatra del Hospital Universitario Infantil La Paz, en Madrid, el centro sanitario español donde nacen más niños. Experta en nutrición, es miembro de la Sociedad Española de Investigación en Nutrición y Alimentación Pediátrica (SEINAP), una asociación científica creada hace apenas tres años e integrada por especialistas de diversas áreas, desde pediatras y bioquímicos a endocrinólogos o gastroenterólogos, entre otros muchos expertos. En esta entrevista opina sobre el reciente “boom” de alimentos infantiles.
No me parecen mal, pueden tener su utilidad. Pero hay que distinguir con cuidado si son fórmulas de inicio, para lactantes de menos de tres meses, o de continuación.
Las fórmulas cumplen la normativa dictada por la Sociedad
Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) a finales de los años setenta. Es una normativa de composición básica de macro y micronutrientes [para las fórmulas de inicio] que ha resultado muy útil. Hasta entonces, los laboratorios no tenían un criterio único, y ahora todos siguen esa norma. El problema con estas nuevas fórmulas es que no están señaladas como “leche de inicio” ni “de continuación”, sino “fórmula antirreflujo” o “antiestreñimiento”. Y algunas son de inicio y otras no, depende de la composición. Ahí el pediatra tiene que estar atento.
No incumplen ninguna norma, porque no ponen nada. Y en realidad estas leches tampoco se venden en el supermercado, así que quien las compra normalmente ha sido aconsejado por un pediatra.
“El lactante de menos de tres meses tiene insuficiencia renal y no tolera cantidades grandes de proteínas”
El lactante de menos de tres meses tiene una insuficiencia renal, y no tolera cantidades grandes de proteínas, ni solutos, pero como tiene que crecer mucho, 25 centímetros al año, necesita muchas calorías que las obtiene de la grasa. La leche de inicio tiene un alto porcentaje calórico en forma de grasa, de una composición química muy específica. Es una fórmula compleja, cara de realizar para el laboratorio, aunque el precio es similar a la fórmula de continuación.
Es una leche ya mucho más parecida a la de vaca. Tiene la grasa modificada y está enriquecida en micronutrientes, pero la base es la leche de vaca. Hay sociedades que empiezan a darla ya a los cuatro meses, nosotros esperamos hasta los seis.
No, en lo esencial son todas muy parecidas. Varían en pequeños detalles.
Desde luego, la leche materna es una maravilla, no se ha conseguido nada parecido en los laboratorios. Lleva sustancias para las que ni siquiera se conoce su función.
Estamos en niveles muy bajos. Sólo un 34% de madres mantiene la lactancia al tercer mes.
Hace unas dos décadas bajó muchísimo, hasta poco más del 20%. Y aunque hemos subido nunca se ha sobrepasado el 50% al empezar.
“Solo una de cada tres madres mantiene la lactancia natural hasta los tres meses”
Habría que preparar a las madres antes del parto, física y mentalmente. Y eso ya en la consulta del ginecólogo que controla el embarazo, porque aquí nadie va al pediatra antes del parto; eso sí, sería fabuloso que las mentalizara el pediatra. A las madres primerizas les da mucha angustia no saber cuánto toma el niño, por ejemplo. Entonces se estresan, producen menos leche y abandonan la lactancia. Otra medida quizás sería poner anuncios en televisión, la gente hace mucho caso de lo que dice la tele.
Tampoco me parece mal, en el sentido de que estamos en una sociedad de consumo que nos ofrece de todo. Pero lo que hay que tener claro es la educación de nuestros hijos. Hay que saber elegir: el que haya yogures de todos los colores no significa que haya que comérselos todos; o las salchichas… son muy suaves y atractivas pero no son para niños pequeños y hay que mirar su composición. O los alimentos probióticos: no son para lactantes, en esta edad son inmunodeficientes, por lo que se aconseja prudencia.
Los probióticos contienen microorganismos en concentración y características suficientes para que lleguen vivos al intestino, y hay muy pocos productos en el mercado que cumplan esa condición.
Hasta el año. El 70% de su aporte energético debe provenir de la leche durante esta edad.
La SEINAP, la sociedad sobre nutrición infantil de la que es miembro Rosa Lama, recuerda en su web que “de las diez causas más comunes de muerte en países occidentales, cinco (enfermedad coronaria, infarto cerebral, arteriosclerosis, diabetes y cáncer) se correlacionan estrechamente con hábitos dietéticos no saludables”. La obesidad, además de ser una enfermedad de por sí, está detrás de varias de esas causas de muerte. Por ello los pediatras y médicos en general no se cansan de repetir que la obesidad infantil es un problema “gravísimo, muy preocupante”, señala Lama.
La obesidad infantil fue el tema central de la última reunión de la SEINAP. La ponencia presentada por el doctor Antoni Carrascosa, del Hospital materno-infantil Vall d’Hebrón, reveló que en los últimos 25 años los niños españoles han aumentado 7 kilos de peso como media, y 3’5 centímetros de altura. “Es decir, suben más de peso que de talla, y eso los sanos, no los obesos”, dice Lama.
La causa principal, en opinión de esta experta, está en la oferta cada vez más rica y variada de comida. “La inactividad física es importante, desde luego, pero sobre todo se debe a que los niños tienen hoy todo tipo de comida a su disposición. Eso, unido a que el estilo de vida ha cambiado, que los niños comen solos…”. Un objetivo sería mejorar la educación nutricional en las escuelas, aconsejando el tipo de alimentos que se deben comer.