La mayoría de las personas, cuando oye hablar de plantas tóxicas, piensa en especies silvestres. Pocos saben que también se pueden encontrar en el parque, en el jardín, e incluso, en la mesa. Y es que algunos de los vegetales que forman parte de la dieta habitual, consumidos en ciertas circunstancias, pueden llegar a ser perjudiciales. En casi todos los casos, los síntomas suelen ser leves y las “intoxicaciones” pasan casi desapercibidas. A veces nos “cae mal la comida”, sin razón aparente, o se siente un malestar pasajero que puede deberse a la ingesta de determinadas verduras. No son especies poco habituales, sino alimentos como patatas, tomates, manzanas o espinacas, imprescindibles en una dieta equilibrada.
La parte carnosa de las semillas de algunas frutas muy populares, como peras, manzanas, melocotones o albaricoques, contienen un precursor del cianuro, aunque la cantidad es muy pequeña y, consumida en las raciones habituales, no causa trastornos. El cianuro es un potente veneno que «asfixia» la célula, bloquea la cadena respiratoria celular e impide que esta pueda utilizar el oxígeno, elemento imprescindible para su función. Se considera que la ingestión de 50 semillas de manzana o pera, o de la parte carnosa de 30 huesos de melocotón, albaricoque o ciruela, pueden causar la muerte en un adulto. Las almendras amargas también contienen amigdalina que, en contacto con la saliva, se convierte en un precursor del cianuro. De ahí que en los tratados clásicos de criminología se describa que los envenenados con cianuro desprenden un olor característico a almendras amargas. Las almendras dulces, cuando están tiernas, también contienen este principio, aunque en menor cantidad, ya que al madurar pierden este componente.
Evitar las patatas con brotes
Otro principio activo que puede provocar trastornos es la solanina, un alcaloide irritante para la mucosa gastrointestinal y con efectos sobre el sistema nervioso. Si se ingiere, provoca irritación en la boca y la faringe. También se desarrollan náuseas, vómitos y diarreas. Los síntomas neurológicos incluyen apatía, alucinaciones, temblores y parálisis. La mayoría de estos síntomas se resuelven en menos de 24 horas y son raros los casos de intoxicaciones graves.
Una forma de eliminar la solanina de las patatas consiste en cocerlas en agua con vinagre
Esta sustancia es abundante sobre todo en plantas del género Solanum, que incluye unas 1.500 especies, algunas de ellas tan populares como las patatas (Solanum tuberosum), los tomates (Solanum lycopersicum) y las berenjenas (Solanum melongera). Los alcaloides tóxicos se acumulan en las zonas no comestibles (partes verdes de la planta). No obstante, son posibles intoxicaciones poco importantes tras la ingesta de patatas con piel, sobre todo si tienen zonas verdes.
Para evitarlo, se aconseja no consumir patatas con brotes o con numerosas zonas enverdecidas, ya que en estos ejemplares la cantidad de solanina aumenta de forma considerable. La exposición a la luz provoca un aumento en la concentración del tóxico, de ahí la costumbre de guardar las patatas resguardadas de la claridad. Una forma de eliminar la solanina consiste en cocer las patatas en agua con vinagre y luego descartar el agua. En el caso de los tomates, el tóxico es más abundante en los ejemplares verdes.
Rechazar el agua de algunas verduras
Otros vegetales también populares, como espinacas y acelgas, contienen pequeñas cantidades de ácido oxálico que, ingerido en elevadas cantidades, provoca trastornos gastrointestinales y alteraciones renales. La concentración de oxalatos puede llegar a ser abundante en el agua de cocción de estas verduras, que conviene rehusar. Las bellotas contienen una cantidad variable de taninos, en mayor proporción en los ejemplares verdes. Los taninos son sustancias muy abundantes, presentes en casi todas las especies. Su toxicidad es escasa, aunque pueden provocar síntomas si se ingieren en cantidad considerable.
La intoxicación por taninos es más frecuente entre los animales. Los ovinos, bovinos y equinos son más sensibles que las aves y los cerdos, que son casi «inmunes» a su acción. Algunas crucíferas, como la col y la coliflor, contienen una cantidad variable de tiocianatos, sustancias que interfieren la función del tiroides. En zonas donde el consumo de estas verduras es muy elevado, son frecuentes los casos de hipotiroidismo. El senecio, o hierba cana, puede dar lugar a intoxicaciones crónicas cuando se consumen sus semillas, mezcladas con harina de trigo. El pan horneado con esta harina puede provocar, si se ingiere de forma continuada, falta de apetito, pérdida de peso y problemas hepáticos.
Un apunte sobre uno de los mecanismos de intoxicación más curiosos y poco conocido es el producido, de forma indirecta, tras el consumo de animales que habían ingerido la planta. Este es el caso de la intoxicación por cicuta provocada por la ingesta de perdices o codornices que han comido las semillas de estas plantas. También se han descrito trastornos tras la ingesta de caracoles que se han alimentado con hojas de roldón.