La Unión Europea prohibió hace 10 años el uso de antibióticos como aditivo habitual en la alimentación del ganado y animales de cría como promotores del crecimiento y el engorde. Una decisión definida como vanguardista en seguridad alimentaria pero poco imitada por otros países del mundo. El uso excesivo de antibióticos como las cefalosporinas acelera el desarrollo de resistencia a determinados antibióticos. La razón es simple: el contacto continuado de las cepas de microbios a un agente bactericida como es un antibiótico establece unas condiciones tales que, si un solo individuo muta y se hace inmune a su efecto, no encontrará competencia, dado que el resto de microorganismos han desaparecido y se generan todas las futuras poblaciones a partir del resistente, que transmitirá su condición de “superbacteria” a sus descendientes. Un estudio alemán demuestra ahora las negativas consecuencias del persistente abuso de antibióticos y de la cría masiva e industrial de animales que provoca resistencias bacteriológicas en detrimento de la salud de los consumidores.
Se estima que en el ámbito europeo se producen unas 25.000 infecciones al año con bacterias resistentes a antibióticos. Según datos recopilados por la Red Europea de Vigilancia a la Resistencia microbiana, con sede en Suecia, la resistencia a cefalosporinas ha aumentado de un 0,1% en 2000 hasta el 4,3% en 2009 (según un estudio realizado con E.coli en pacientes holandeses). Así, la Agencia de Protección de la Salud, en el Reino Unido, alertó el pasado año acerca de la proliferación en este país de infecciones causadas por cepas de E.coli resistentes a antibióticos como un riesgo sanitario emergente al duplicarse su incidencia en el periodo 1994-2004. Un importante problema sanitario que nunca se ha dejado de lado pero que de nuevo toma protagonismo a raíz de un reciente estudio alemán según el cual más de la mitad de las muestras de pollo analizadas en Alemania tienen bacterias resistentes a los antibióticos.
Medida estadounidense
Pero no solo preocupa en Europa. También la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) de EEUU está alarmada por la creciente amenaza de los microorganismos resistentes, por lo que ha limitado el uso de ciertos antibióticos en el ganado, los cerdos y las aves de corral. Según algunas fuentes, hasta el 80% de los antibióticos utilizados en este país se suministran a animales de cría sanos. La nueva prohibición, que entraría en vigor en abril de 2012 y que se aplicaría al ganado, los cerdos, los pollos y los pavos, tiene entre sus objetivos reducir el riesgo de resistencia a la cefalosporina y limitar su uso. Según avalan los expertos de este país, esta medida ayudará a prevenir el desarrollo de resistencia bacteriana a esta clase de medicamentos.
Las cefalosporinas son una clase de antibióticos muy utilizados y vitales en el tratamiento de una gran variedad de infecciones en humanos. Su uso generalizado en los animales de cría se lleva a cabo con el fin de prevenir ciertas infecciones que pueden a su vez retrasar el crecimiento de los animales ya que combatirlas les cuesta energía, por lo que se utilizan como aditivos de crecimiento. Sin embargo, el uso de estos antibióticos también lleva al surgimiento de cepas de bacterias resistentes a los antibióticos. Por tanto, y según estos especialistas estadounidenses, la decisión de la FDA es muy sabia, y ayudará a prevenir la aparición de resistencia bacteriana y así asegurará que esta clase de antibióticos sea eficaz para el tratamiento de infecciones en humanos.
«Superbacterias» en pollos alemanes
Un muestreo realizado por una organización alemana en los supermercados y tiendas de cinco grandes poblaciones de este país (Berlín, Hamburgo, Colonia, Nuremberg y región de Stuttgart) demuestra las negativas consecuencias del persistente abuso de antibióticos y de la cría masiva e industrial de animales que provoca resistencias bacteriológicas en detrimento de la salud de los consumidores. Según estas mismas fuentes, la crianza avícola intensiva implica tener a un número cada vez mayor de animales en un espacio demasiado reducido, algo que solo es posible si se utilizan grandes cantidades de antibióticos.
Sin embargo, este informe es, para muchos, incluidos sus propios autores que así lo reconocen, poco representativo de la situación real tanto en Alemania como en otros países de la UE, por lo que no hay que ser alarmista. La falta de criterio científico y estadístico, dado el escaso número de muestras analizadas, ha sido el argumento esgrimido por algunos sectores vinculados, avalando las buenas prácticas en la cría intensiva de aves en este país. Sin embargo, las autoridades alemanas ya han revelado su intención de realizar un estudio más profundo sobre el tema y tomar las pertinentes medidas.
Las «superbacterias» son capaces de romper las moléculas de ciertos antibióticos y desactivarlos
El objeto sería reducir los riesgos derivados de la cría intensiva de aves y de la posible utilización de medicamentos como antibióticos y minimizar su uso. Según la organización ecologista que ha realizado el estudio, en Alemania se emplearían alrededor de 785 toneladas de antibióticos al año en la ganadería y la cría de animales de granja. El Ministerio de Agricultura alemán propone presentar esta semana un proyecto para modificar la ley que regula el uso de medicamentos con el objeto de que los estados federados tengan mejores posibilidades de controlar la utilización de antibióticos.
Las bacterias resistentes encontradas en las muestras de carne de pollo, llamadas coloquialmente «superbacterias» por su naturaleza invulnerable, fueron E.coli productoras de enzimas ESBL (Extended Spectrum Beta-Lactamase) capaces de romper las moléculas de ciertos antibióticos como cefalosporinas y penicilinas desactivándolos, y Staphylococcus aureus resistentes a la meticilina MRSA (Methicillin resistente S.aureus). Dos bacterias que podrían desarrollar una infección en humanos y constituir un elevado riesgo sanitario para el potencial consumidor. De ser transmitidas a las personas, su condición de resistentes a determinados antibióticos dificultaría su tratamiento y eliminación y se harían peligrosas en grupos de riesgo como niños, ancianos o enfermos crónicos.
Hay que tener en cuenta que la carne de pollo se consume cocinada bajo intenso calor que aseguraría su higienización, es decir, la eliminación del alimento de estas superbacterias, resistentes a los antibióticos pero no al calor extremo. De ahí la importancia de cocinar a fondo el producto y garantizar temperaturas de seguridad en su interior. El riesgo real estaría en una presunta contaminación cruzada con otros alimentos de consumo en crudo, bien mediante contacto directo o a través de las propias manos del manipulador o de las herramientas de cocina tales como cuchillos, tablas de cortar e incluso trapos.
Da la casualidad de que la Organización Internacional de la Salud Animal (OIE) alertó hace poco del riesgo que el mal uso de los antibióticos en los animales puede favorecer la proliferación de bacterias resistentes a los mismos y anunció que este será uno de sus desafíos para el año 2012. Esta organización reveló que un centenar de países en el mundo no tienen la reglamentación adecuada sobre el uso de los antibióticos en los animales, y añadió que los antibióticos son un tesoro que hay que preservar. Su utilización es, según estos especialistas, esencial para tener una producción animal suficiente que permita alimentar a la población humana, mientras que un uso inadecuado en algunos países favorece la aparición de bacterias resistentes, una consecuencia que también se produce en los seres humanos.
Los responsables de la OIE señalaron que, por el momento, no se ha establecido el traspaso de bacterias resistentes de animales al ser humano, pero que se trata de una eventualidad que no se puede descartar. Incidencia que, debido a la globalización actual, resultaría muy peligrosa, aún en el caso de producirse en un lugar remoto. Así, la concienciación sobre el adecuado uso de los antibióticos debe ser colectiva. Además de este aspecto cultural, deberá velarse para evitar el fraude y proliferación de la venta de productos veterinarios falsificados, práctica habitual en determinados países en vías de desarrollo, donde las dosis reales no se corresponden con las indicadas en los prospectos, lo que aumenta el riesgo de aparición de bacterias resistentes. A esto hay que añadir el incremento de la venta de antibióticos a través de Internet, donde el control de las autoridades es más complicado.