Estos son los temas de seguridad alimentaria que más nos preocupan

Pesticidas, hormonas y aditivos destacan entre nuestras principales inquietudes sobre los alimentos, aunque nunca hemos comido más seguro que ahora
Por Yuly Jara 20 de noviembre de 2019
Agricultura
Imagen: hpgruesen

Pesticidas, antibióticos, aditivos, bacterias, microplásticos… Cuando hablamos de la seguridad de los alimentos a los españoles nos vienen a la mente estos conceptos, según el ‘Eurobarómetro 2019: Seguridad alimentaria en la UE‘, elaborado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). ¿Hay riesgo detrás? Los expertos lo tienen claro: nunca hemos comido más seguro. Aun así, con crisis alimentarias como la del pasado verano nos surgen dudas. Por eso, a continuación, con dos especialistas en la materia analizamos cada punto que, según la encuesta europea, más nos preocupan en España.

«A pocos se les ocurre pensar que detrás de un plato de pescado, verduras, carne o una atractiva fruta, hay todo un proceso. No solo para pescarlo, plantarlo, criarlo o procesarlo, sino para proteger ese alimento y hacerlo seguro”. Con estas palabras, la expresidenta de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición y actual responsable de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), María Neira, resumió en una carta dirigida a alumnos de la ESO en qué consistía la seguridad alimentaria. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en su definición oficial, va un poco más allá y no solo se centra en el proceso, sino también en el derecho de todas las personas de poder acceder física y económicamente a estos alimentos y llevar así una vida saludable.

En un esfuerzo por conocer las percepciones de los ciudadanos europeos en torno a este concepto, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha realizado entrevistas a más de 27.000 ciudadanos para saber cómo nos informamos, qué es lo que más nos preocupa de los alimentos y quiénes son nuestras referencias a la hora de fiarnos o no de lo que comemos. Los resultados indican que el 37 % de los españoles (y más del 40% de los europeos) hemos oído hablar alguna vez de la expresión “seguridad alimentaria”. Nos informamos sobre ella, principalmente, a través de los medios de comunicación, y nuestras principales inquietudes tienen que ver con pesticidas, hormonas y aditivos.

Verduras

Imagen: silviarita

¿Qué nos preocupa en España?

¿Es la seguridad de los alimentos un factor determinante en nuestra decisión de compra? El informe indica que, entre las razones para decantarnos por un producto, la más importante para los españoles es el precio (como señaló el 58 %), seguida del contenido nutricional (56 %) y la seguridad (53 %), que ocupa el tercer puesto. Los datos varían si nos fijamos en la media europea, que sitúa al origen de los alimentos como el primer motor de compra.

Aunque no es determinante en nuestras adquisiciones, la seguridad alimentaria sí interesa a los ciudadanos: para más del 70 % de los españoles es una de sus preocupaciones a la hora de elegir un producto. Y, ¿qué nos inquieta? El estudio refleja que en España nuestras preocupaciones más frecuentes relacionadas con la alimentación tienen que ver con los residuos de pesticidas, seguidos de los contaminantes medioambientales y de los antibióticos de la carne junto a los aditivos, como colorantes, conservantes o saborizantes.

¿Son seguros los pesticidas?

Las percepciones de los consumidores chocan, muchas veces, con la realidad. Según Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos, “los datos reales reflejan aproximadamente que el 99,65 % de los alimentos cumplen con los límites máximos de residuos de medicamentos y el 95,9 %, con los límites que exige la legislación sobre pesticidas”. Los controles y las inspecciones oficiales velan para que los alimentos que no se ajustan a lo estipulado no lleguen al consumidor. Por tanto, “no son un problema real, pero la población cree que existen”, añade Robles.

Lo cierto es que todos esos tratamientos (pesticidas y el control veterinario) que de entrada rechazamos son los que nos permiten ir al supermercado. “Si el alimento no pasa por estos procesos (como la dosificación correcta de los pesticidas, el uso de agua que no esté contaminada, evitar que los animales tengan acceso a los productos de origen vegetal, cuidar el estado de salud de los animales y las condiciones de las que se crían, controlar las enfermedades e infecciones o respetar los plazos de espera de los medicamentos para que se hayan eliminado correctamente), puede perjudicarnos, ya que esos productos –sin tratar– han estado en contacto con el suelo y con el agua, con numerosos microorganismos”, expone Robles.

En lo mismo coincide la dietista-nutricionista Macarena Illanas, quien señala que todo esto que nos preocupa en la actualidad es lo que menos debería angustiarnos, ya que nos está protegiendo frente a enfermedades mayores. “Hay otras sustancias que sí nos deberían inquietar, como el azúcar: al igual que los pesticidas, es seguro, pero no inocuo, y su consumo excesivo sí está demostrado que se asocia directamente a enfermedades cardiovasculares, obesidad o diabetes”, advierte Illanas.

Vacas

Imagen: Leuchtturm81

Carne, verduras y aditivos

Lo que sí está claro es que la carne que comemos en la Unión Europea no tiene hormonas. Los animales, al igual que los humanos, cuentan con microorganismos en su superficie y en el intestino. Así, en los procesos y manipulaciones en el matadero, la carne se puede contaminar o el animal puede llegar con algún tipo de parásito. “Todo esto se comprueba y los procesos se hacen siguiendo unos protocolos para evitar que los organismos pasen a la carne”, cuenta Robles.

Por otra parte, en las frutas y hortalizas se emplean productos químicos para proteger a los cultivos de plagas que puedan dañar y echar a perder las cosechas. Estas sustancias se someten a controles muy rigurosos respecto a los efectos sobre la salud de las dosis empleadas, y se encuentran en constante revisión por los organismos europeos de referencia, como la EFSA. “Consumir alimentos procedentes de la agricultura tradicional es totalmente seguro y permite acceder a una cantidad variada y suficiente de frutas, verduras y hortalizas”, añade Illanas.

Los conservantes, colorantes y aromas empleados por la industria alimentaria también nos quitan el sueño. Sin embargo, “muchos de ellos se emplean de la misma manera: para mantener y conservar el alimento y también para hacerlo seguro”, apunta Illanas. Pero, igual que el resto de sustancias que se utilizan en la industria alimentaria, todos los aditivos que se emplean en la UE deben haber sido evaluados y autorizados. Según explica AESAN, “los aditivos deben figurar en la lista de ingredientes de los alimentos indicando la función que desempeñan en el mismo [emulgentes, estabilizantes, correctores de acidez, colorantes, etc.]. Pueden estar listados por su nombre o por el denominado número E, que es el código con el que se autorizan en la Unión Europea”.

Otras inquietudes: bacterias, alergias y microplásticos

Tres aspectos cierran las preocupaciones de los españoles: las bacterias, las alergias alimentarias y los microplásticos. Tres de cada diez encuestados muestran preocupación por la intoxicación alimentaria bacteriana. Hablamos de microorganismos como la Salmonella, la Listeria monocytogenes o el botulismo. Para Beatriz Robles, este aspecto está controlado por la industria alimentaria, pero mantener el producto en buen estado también está en manos del consumidor.

Conservas seguras

Imagen: RitaE

Con respecto a las alergias (que preocupan al 20 % de los encuestados europeos y al 21 % de los españoles) la responsabilidad es compartida, ya que “la industria tiene la obligación de dar información sobre 14 alérgenos, incluso en alimentos sin envasar, pero si la persona tiene alguna alergia a otro compuesto debe interesarse a través del etiquetado”, explica Robles. Es decir, si tenemos alergia a algún elemento concreto que no sea uno de los 14 alérgenos habituales, debemos mirar siempre la lista de ingredientes, donde estará detallado todo el contenido del producto.

¿Y los microplásticos? Preocupan al 26 % de los españoles, pero, “aunque se está hablando mucho de ellos, no tenemos muchos”, señala Robles. La revisión de ‘Microplastics in Seafood and the Implications for Human Health‘, publicada en 2018 por la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.), indica que los efectos dependen de la exposición, “pero no hay datos suficientes sobre la exposición alimentaria a estos compuestos”, concluye la experta.

En referencia a los alimentos modificados genéticamente (que preocupan a un 17 % de los españoles), la nutricionista señala que no ha habido ninguna alerta alimentaria sobre este tipo de productos hasta el momento. Además, AESAN indica que “todos los productos cuya comercialización se inicia en la Unión Europea son sometidos a evaluaciones que garanticen que su consumo es seguro”. Este criterio también se aplica a los productos que se importan de países extracomunitarios. Según la AESAN, “todos los alimentos comercializados en España, y en extensión, la Unión Europea deben cumplir los mismos requisitos de Salud Pública independientemente de su procedencia, dentro o fuera de la UE”. En todo caso, si un alimento en la UE tiene en sus ingredientes una cantidad superior a 0,9 % de organismos genéticamente modificados (OGM) debe indicarse en el etiquetado.

Por qué saltan las alarmas

¿Estas preocupaciones tienen algo que ver con los bulos que se mueven en redes sociales? Uno de los problemas de Internet, que permite a mucha gente hablar del tema, es que resulta difícil distinguir de quién nos podemos fiar y de quién no. Esto se comprueba con los datos del Eurobarómetro: el 70 % de los españoles se informan sobre seguridad alimentaria a través de la televisión y un 41 % a través de Internet. Las redes sociales ocupan el séptimo lugar, con un 20 % (tras la prensa, familia, amigos y vecinos, y la radio). Eso sí, más del 50 % de los españoles que han oído hablar sobre un posible riesgo alimentario habían modificado su dieta al menos una vez en la vida, aunque no indican si era una decisión basada o no en la información real.

Leche segura

Imagen: Couleur

Buscar una fuente poco fiable ayuda a extender tendencias en las que la seguridad alimentaria no está garantizada. Beatriz Robles aporta un ejemplo: el aumento de brotes de brucelosis (infección bacteriana que se transmite de los animales a las personas a través de lácteos sin pasteurizar) en EE.UU. por consumir leche cruda (aquella que no recibe ningún tratamiento para conservarla). Estudios llevados a cabo por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. indicaron que “el número de brotes originados a raíz del consumo de la leche no pasteurizada habían aumentado de 30 a 51 casos en cinco años”. En Europa, como en EE.UU., el auge de lo natural como sinónimo de bueno (adjudicándole supuestos beneficios fisiológicos o mayor cantidad de nutrientes, por ejemplo) ha impulsado también la moda de beber e intentar comercializar leche cruda, con sus consiguientes riesgos.

Macarena Illanas coincide: “Lo que se considera natural o sin tóxicos, como unos tomates de un huerto, podrían ser productos que no pasan ningún control y que pueden tener más agentes nocivos para la salud”. “Si retrocedemos y vamos hacia el consumo de alimentos que no pasan una cadena de control y calidad, al final, pueden resurgir infecciones ya olvidadas”, advierte Robles.

Las expertas consultadas coinciden en que la mayor parte de los problemas en seguridad vienen de las malas prácticas de higiene, manipulación y conservación de los alimentos en casa. “Hoy en día tenemos muchas razones para no consumir alimentos en mal estado. Nunca se ha comido más seguro como hasta ahora. Los casos que ocurren, como el de la listeria, son noticia porque no es habitual que suceda. Anteriormente, la gente tomaba los alimentos en muy mal estado, hoy en día eso no pasa. Así, el consumidor es responsable de conservar esa salubridad”, señala Rocío Pérez Benavente, periodista científica.

Cómo informarse bien

Para asegurarnos de que la información es veraz, las expertas señalan como una buena práctica acudir a fuentes especialistas: la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN), la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA), la Fundación Vasca para la Seguridad Agroalimentaria (ELIKA), la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE.UU. (FDA) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Eso sí, recalcan que estas instituciones todavía tienen una asignatura pendiente: utilizar un lenguaje que pueda llegar a todos los públicos.

Cómo informarse bien en seguridad alimentaria

Para asegurarnos de que la información es veraz, las expertas señalan como una buena práctica acudir a fuentes especialistas: la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN), la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA), la Fundación Vasca para la Seguridad Agroalimentaria (ELIKA), la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE.UU. (FDA) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Eso sí, recalcan que estas instituciones todavía tienen una asignatura pendiente: utilizar un lenguaje que pueda llegar a todos los públicos.

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