En la actualidad, los alérgenos reconocidos por ley que deben figurar en las etiquetas de los alimentos son 14, ya sean ingredientes o alimentos alérgenos. De esta manera, se asegura que el consumidor pueda ingerir todos los alimentos sin complicaciones. Estos 14 alérgenos son los más comunes como causa de alergias en la población europea y su base legal se centra en el dictamen de 1997 del Comité Científico de la Alimentación Humana de la Comisión Europea.
El gluten.
Ausencia, bajo o sin lactosa
Las declaraciones que incluyen la definición «sin lactosa» se dirigen a un grupo de consumidores que sufren alguna variedad de trastorno específico y, como tal, deben tratarse y estar reguladas por ley. Por otra parte, el término «ausencia de lactosa», también regulado, solo se puede incluir en los preparados que contengan 10 mg de lactosa por cada 100 kcal de producto. Sin embargo, en algunos países se ha normalizado el uso de «bajo en lactosa» o «sin lactosa» para alimentos diferentes a los preparados. La realidad es que los niveles considerados como seguros difieren entre distintos países europeos.
A partir de 50 g al día de lactosa, es posible detectar efectos en los consumidores intolerantes
De acuerdo con esta variedad de parámetros, la Comisión Europea ha pedido a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) un nuevo dictamen sobre las concentraciones de lactosa admisibles en caso de intolerancia y de galactosemia (déficit de la enzima galactosa-1-fosfato transferasa, necesaria para poder digerir la galactosa y evitar su acumulación). Con estos nuevos informes, la Unión Europea pretende unificar la legislación entre los diferentes Estados miembros y asegurar el mismo nivel de protección para todos los consumidores.
Hasta la fecha, la información de la EFSA indica que una gran cantidad de personas intolerantes a la lactosa pueden tomar hasta 12 g en una ración, una cantidad que puede superarse si se consume con otros alimentos y que no provoca alteraciones o consecuencias importantes. Además, un total de 24 g repartidos durante el día en diferentes raciones, junto con otros alimentos, tampoco es dañino. A partir de 50 g al día, en cambio, son posibles efectos en los consumidores intolerantes. No obstante, en algunos casos pueden desarrollarse síntomas de intolerancia a partir de la ingesta de una dosis de 3 a 5 gramos.
Según la información obtenida de la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria, el Comité de Expertos de la EFSA considera que los preparados para lactantes y las leches de continuación que indican «ausencia de lactosa», es decir, con un contenido de 10 mg/100 gr, se pueden utilizar con seguridad en la dieta habitual de los lactantes, así como en niños con galactosemia. En adultos, no es aconsejable sobrepasar el valor de 25 mg de lactosa/100 kcal al día.
Sin o bajo en gluten
Como en la lactosa, distintos estudios científicos avalan que algunas personas intolerantes al gluten tienen la capacidad de tolerarlo en pequeñas cantidades dentro de un margen limitado. Sin embargo, son muchos los consumidores que no toleran este margen. Con el fin de proteger a esta parte de la población y conseguir la máxima variedad de productos apropiados para ellos, se ha establecido el Reglamento (CE) número 41/2009, en el que se recogen dos tipos de alimentación: «sin gluten», que se aplica en cualquier alimento con un contenido de gluten inferior a 20 mg/kg, o «muy bajo contenido en gluten», aplicado a alimentos dietéticos destinados a los consumidores intolerantes al gluten, con un valor igual o inferior a 100 mg/kg. Cada consumidor puede determinar qué dosis le es perjudicial o tolerable, con la seguridad de que la etiqueta es un reflejo real del contenido en gluten.
En el futuro se podrán establecer unos límites más precisos acerca de los alérgenos en los alimentos. Dos programas de investigación y desarrollo, el proyecto Euro Prevall, financiado por la Unión Europea, y el Programa de Investigación de las Alergias Alimentarias, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades infecciosas de Estados Unidos (NIAID), estudian la prevalencia, el impacto socioeconómico y las bases genéticas, bioquímicas e inmunológicas de las alergias para mejorar unas limitaciones más precisas.
Éstas y otras investigaciones en el mismo campo tienen como objetivo proporcionar una información más innovadora, además de las herramientas necesarias a los organismos responsables, a profesionales sanitarios, a consumidores y a las industrias alimentarias para poder gestionar con eficacia las diferentes intolerancias y los alérgenos que las causan.