La facturación de los productos de comercio justo aumentó el año pasado en nuestro país. Se vendió más, pero sobre todo, en más puntos de distribución. Cuando se dan facilidades a los consumidores para comprar estos productos, son más quienes se deciden por ellos. De ahí que la introducción del comercio justo en canales convencionales, como locales de hostelería y supermercados, haya supuesto un incremento de las ventas, frente a la caída de la facturación en tiendas tradicionales. Sin embargo, todavía hoy, el comercio justo se desconoce o se asocia de manera errónea con unos tópicos que no se sostienen: ni es caro ni es difícil de conseguir. En este artículo se exponen los argumentos.
El informe «El Comercio Justo en España 2012. Alianzas en movimiento», elaborado por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ) con los datos de venta de Fairtrade España, recoge un incremento de las ventas de estos productos: la facturación alcanzó los 28,3 millones de euros, un 6% más que el año anterior. Esta cifra abarca tanto las ventas realizadas por las importadoras de la CECJ, como las de productos certificados por Fairtrade.
El Comercio Justo respeta a las personas y al medio ambiente
Conocidos los datos, es momento de analizarlos. En primer lugar, el precio. Es frecuente que los consumidores relacionen los productos de comercio justo con un coste más elevado. La comparación con los importes de los productos que forman parte de la cadena de venta tradicional lleva a esta deducción. Sin embargo, la mirada no puede detenerse ahí. «Si se comparan productos de igual calidad, el comercio justo ofrece mejores precios», señala Gonzalo Donaire, responsable de estudios de la CECJ.
El comercio justo «coloca a las personas y al medio ambiente en el centro de la actividad económica», remarca la presidenta de la CECJ, Mercedes García de Vinuesa. Defiende los derechos humanos y la justicia social y comercial. Comprar un producto de comercio justo es mucho más que llevarse a casa un producto de calidad. Es respetar los derechos y unas condiciones laborales dignas de los productores del Sur, es contribuir a que esos productores y su comunidad progresen.
«Los productos de comercio justo tienen los precios que corresponden a su calidad», defiende Fairtrade España
En el informe de la CECJ, Gonzalo Donaire se refiere, además, a «la cadena de valor que une ambos extremos (producción en origen y consumo final)» y detalla cómo se estructura. «Todavía hoy -aclara-, muchas personas piensan en productos elaborados por pequeños grupos de trabajadores y trabajadoras del Sur que, a través de alguna organización de comercio justo, llegan directamente a las manos de las y los consumidores responsables del Norte». Sin embargo, el proceso es más complejo.
«Si bien este esquema sigue teniendo un peso considerable en la actualidad, ya no es el único», prosigue Donaire. La citada cadena de valor se compone de cooperativas de productores que se congregan en uniones de cooperativas de segundo nivel, centrales de exportación, de importación, transportistas y distribuidores.
En general, los productos «recorren varios miles de kilómetros» ya listos para la venta, pero en ocasiones se envían materias primas que han de someterse a procesos de transformación. Es el caso del cacao, el café, las frutas para zumos o los dulces que se elaboran con azúcar, miel o frutos secos. Todos estos procesos no son gratuitos. Tienen garantizado un coste, un salario, digno.
«Los productos de comercio justo tienen los precios que corresponden a su calidad, además de suponer un precio real para los hombres y mujeres que los han elaborado, algo que no ocurre en muchos productos que compramos de forma habitual», expone Pablo Cabrera, director de la Asociación del Sello Fairtrade. Los productores reciben un precio suficiente para cubrir los costes de una producción sostenible y, añade Cabrera, «obtienen una prima para el desarrollo, que destinan a proyectos de la comunidad».
El Comercio Justo es accesible
El segundo aspecto que se atribuye al comercio justo es la supuesta dificultad para encontrar productos de comercio justo o, más bien, tiendas y establecimientos donde adquirirlos. Pero las ventas aumentan cada año: desde el año 2000, se han multiplicado por cuatro, a un ritmo medio de crecimiento de un 11,4% anual, precisa la CECJ. ¿El motivo? La comercialización a través de empresas convencionales. La mitad de los productos de comercio justo (49,3%) se venden ya en estos canales de distribución.
Para facilitar la accesibilidad a la ciudadanía, a las tiendas tradicionales de comercio justo se han unido supermercados, grandes superficies, locales de hostelería y restauración, entre otros, donde se venden estos productos. El consumidor no necesita trasladarse para conseguir estos artículos, sino que los tiene a su alcance en los mismos lugares donde realiza el resto de la compra. Esta práctica ha permitido el aumento de las ventas en un 33%, al llegar a más personas, pero ha influido en el descenso de la facturación de las tiendas de comercio justo.
De este hecho se derivan dos consecuencias. La primera: se pierde la oportunidad de informarse acerca del valor del comercio justo, «un movimiento que no consiste solo en consumir, sino en estar informado y participar en el avance hacia un cambio global», explica García de Vinuesa. En estos comercios, los ciudadanos pueden recibir detalles sobre el origen de los productos, su elaboración, las comunidades a las que se favorece con la compra, etc. Las tiendas de comercio justo son óptimas para la sensibilización.
La segunda consecuencia, añade Pablo Cabrera, es la pérdida de opciones. «En las tiendas se encuentran productos de comercio justo que no están en otros puntos de venta mayoritarios», apunta. Es notoria la reducción en las ventas de artículos de artesanía, frente a la subida de las ventas de productos de alimentación.
El prólogo del informe editado por la CECJ está rubricado por Susan George, presidenta de Transnational Institute y presidenta honorífica de ATTAC-Francia. En él, George precisa que a comienzos de este año se habían firmado o estaban en proceso de negociación unos 550 acuerdos comerciales bilaterales y regionales, sumados a otros 350 en vigor. “Estos acuerdos suelen denominarse ‘OMC Plus’ -escribe-, dado que van mucho más allá de la normativa de la OMC (Organización Mundial del Comercio) y se adaptan a las necesidades de las empresas transnacionales“.
Las capacidades de negociación de los países empobrecidos frente a los enriquecidos son menores, por lo que el comercio justo busca alternativas
Alude a las “capacidades de negociación infinitamente menores” de los países empobrecidos frente a “las grandes potencias comerciales” y asegura que la mayoría de los acuerdos bilaterales o multilaterales en vigor “incluyen cláusulas que permiten a las empresas transnacionales exigir reparaciones”, cuando estimen que se aprueban leyes o normativa que pueden limitar sus beneficios presentes o futuros. “El ‘libre comercio’ especialmente entre los países enriquecidos y empobrecidos no es otra cosa que la libertad del zorro en el gallinero”, ejemplifica.
Frente a este sistema, el comercio justo trabaja con pequeños productores, a quienes se da la oportunidad de integrarse en los circuitos comerciales y obtener un precio justo. Por ello George confía: “Hay muchas razones para ampliar su papel”. Anima a aprovechar la experiencia del comercio justo para apoyar a agricultores empobrecidos de nuestro país “favoreciendo sus cultivos”. “¿Por qué no plantearnos la cooperación entre grupos de artesanos y cooperativas industriales tanto del Norte como del Sur para buscar así nuevas oportunidades, ya sea para la exportación o para la creación de empleo a nivel local?”, se pregunta.