El comercio justo lo es en todas sus vertientes, tanto en productos alimenticios, como textiles o artesanos. Sin embargo, los primeros son los más beneficiados, ya que son los más conocidos y cuentan con una serie de ventajas respecto al resto. Pese a que todos son variados y disponen de las certificaciones oportunas, hasta el momento, tan solo los productos alimenticios se distribuyen en los canales de comercialización mayoritarios, por lo que experimentan un mayor volumen de ventas, mientras que los artículos de artesanía, y en consecuencia los artesanos, son más vulnerables.
Hay muchos motivos para adquirir productos de comercio justo. Casi tantos como los artículos que cumplen estos requisitos. Pero las piezas de artesanía requieren una atención especial. Y es que, si bien tienen el mismo valor que el resto, su volumen de ventas es inferior al de los productos alimenticios, con las consiguientes consecuencias para los artesanos, más en tiempos de crisis mundial.
Por ello, no solo conviene recordar las ventajas del comercio justo en general, sino las de estos artículos en particular. La lista es contundente, pero bastan cuatro razones para animar a los consumidores a dar el primer paso:
Hay una amplia variedad de artículos de artesanía. Cualquier evento que requiera un detalle, cuenta con el comercio justo como aliado. Los hay para todos los gustos y de todos los precios, por lo que resulta sencillo encontrar el regalo perfecto. Es posible adquirir álbumes y marcos de fotos, juegos, candeleros, cajas y adornos. Las alhajas son otra propuesta: pendientes, collares, pulseras, anillos y broches son algunas opciones.
Cuentan con la misma posibilidad de certificación que el resto de productos. El Sello Fairtrade es la única certificación de comercio justo reconocida en nuestro país en la actualidad. Su uso es posible tanto en productos alimenticios como artículos de regalo, balones de fútbol, productos cosméticos o textiles. Así lo recuerda Gonzalo Donaire, responsable de estudios de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, quien reconoce, no obstante, que al establecerse una serie de criterios o estándares, «los productos difícilmente estandarizables, como muchas artesanías, tendrán mayores dificultades para recibir estas certificaciones».
En su mayoría, se adquieren en las tiendas de comercio justo, lo que limita sus posibilidades de venta. Por ello es necesario impulsar su adquisición. La venta en grandes superficies requiere, en general, que los productos estén certificados. A juicio de Donaire, esto limita los productos, «tanto en marcas como en tipología, ya que los artículos certificados son, en su inmensa mayoría, alimenticios». En su opinión, se perjudican las posibilidades de expansión de los artículos de artesanía, «con el consiguiente impacto sobre los productores«.
El grueso de la artesanía vendida en 2010, en especial los artículos no certificados, se comercializó a través de las tiendas. Puesto que en su mayoría no están certificados, estos artículos no se han introducido en los canales de comercialización mayoritarios y «han quedado fuera de uno de los principales motores de crecimiento durante el último ejercicio», indica Donaire, quien aboga en este caso por las tiendas de comercio justo, ya que en ellas «podemos encontrar tanto productos certificados como sin certificar. La diversidad es mayor».
Los artesanos son más vulnerables y sufren más las consecuencias de la crisis. En un contexto de restricción presupuestaria y contención de gasto, el consumidor prescinde antes de productos artesanales que alimenticios. «Pero más allá de las causas, resultan dramáticas las consecuencias: por lo general, los productores de artesanía son mucho más vulnerables que el resto, ya que dependen exclusivamente de la venta de sus productos y no pueden recurrir al autoconsumo en caso de una drástica caída de la demanda», lamenta Donaire. Por si fuera poco, están sometidos a una mayor competencia, «ya que deben invertir en innovación y nuevos productos para actualizar su catálogo y adaptarse a las modas de los países demandantes», añade. Mientras los productores de alimentación pueden mantener estable el grueso del producto ofertado, los artesanos han de amoldarse al contexto.
Para Gonzalo Donaire, las tiendas de comercio justo suponen “un espacio privilegiado de comercialización, en la medida en que combinan la venta de productos con acciones de información, sensibilización, movilización y confluencia de consumidores responsables y activistas sociales”. Si bien cualquier establecimiento es susceptible de llevar a cabo este tipo de actividades, estima que, por el momento, las tiendas son el espacio por excelencia del comercio justo, “ya que articulan comercialización con incidencia política y movilización social, los tres ejes indisolubles de este movimiento“.