El turismo genera riqueza, pero no siempre fomenta el desarrollo. Sin embargo, puede hacer mucho a favor de este. Daniela Moreno Alarcón, experta en turismo y género, señala que este sector económico puede ser clave, puesto que solo en 2011 produjo más de un billón de ingresos en exportaciones y movilizó a 983 millones de personas en todo el mundo. Muchos de estos viajeros se desplazan hasta destinos turísticos donde, en ocasiones, fuera de los hoteles se viven situaciones de desigualdad, pobreza, discriminación e, incluso, “violencia que se ejerce hacia las mujeres y niñas, uno de los problemas más graves e invisibles”. En cada viaje, los turistas tienen la oportunidad de mantenerse atentos a lo que ocurre a su alrededor para no ser ajenos a una realidad que, de combatirse, mejoraría incluso las expectativas del turismo.
El turismo es un sector económico inmenso. En 2011, generó más de un billón de ingresos en exportaciones y la llegada de turistas en todo el mundo fue de 983 millones. A partir del desarrollo del turismo se generan líneas de financiación y políticas de desarrollo, relaciones internacionales, reducción de la pobreza, protección medioambiental, económicas y derechos humanos, ¿pero quién se beneficia de estas políticas y quién no? El enfoque de turismo y género analiza cómo las mujeres y los hombres contribuyen, experimentan y se ven afectados o beneficiados, de forma individual y colectiva, por el desarrollo del turismo. Por otro lado, históricamente, las mujeres se han encontrado en la última escala del “desarrollo de las sociedades” y la “promoción y cumplimiento del desarrollo sostenible”. Por tanto, conviene analizar qué impactos genera el desarrollo del turismo en la vida de las mujeres y de las niñas, así como las causas de estos impactos.
“En muchas ocasiones, detrás de la magia del turismo, encontramos problemas sociales, económicos y medioambientales muy serios”
En algunos destinos turísticos, como los situados en los países empobrecidos, acontece una situación de desigualdad que se refleja en la pobreza, entendida como la privación de los recursos, de la creación de capacidades y de libertades. Hay un constante incumplimiento de los derechos fundamentales y, en muchas ocasiones, detrás de toda esta magia del turismo, encontramos problemas sociales, económicos y medioambientales muy serios. Uno de los más graves e invisibles es la discriminación y violencia que se ejerce hacia las mujeres y niñas. Es una triste situación que a menudo el turismo fortalece o, incluso, genera.
En los casos donde es evidente el atentado a los principios de la sostenibilidad, pienso en explotación sexual de mujeres y niñas, en explotación laboral y en contaminación y destrozo medioambiental. Ahora bien, este tipo de pensamientos no solo me vienen a la cabeza cuando veo un resort en una playa paradisíaca.
Si entendemos el desarrollo en el marco del sistema económico dominante, que solo concentra sus esfuerzos en la generación de ingresos en aras a incrementar el PIB, yo creo que sí. Ahora bien, si el desarrollo lo vinculamos con “lo humano”, es decir, con la creación de capacidades, la disminución de las desigualdades de género y de poder, la redistribución equitativa de los ingresos y con el empoderamiento de las personas, sobre todo de las mujeres en los países empobrecidos, considero que falta mucho por hacer.
“El turismo debería generar trabajo decente, que implica el desarrollo de la autonomía y de la autoestima”
El trabajo decente no es solo tener una remuneración ni un horario laboral decente. Implica una revalorización de las capacidades de mujeres y hombres en el marco de la convicción de que las diferencias no pueden generar desigualdades. El año pasado, un grupo de empresarias marroquíes del sector del turismo me expresaron que, para ellas, un trabajo decente es el hecho de no ser explotadas por nadie y poder gozar de cuotas de libertad en su vida cotidiana. El trabajo decente también implica el desarrollo de la autonomía y de la autoestima. Para ello, también es necesario enmarcar el trabajo decente en la corresponsabilidad y la conciliación entre mujeres y hombres.
Es posible que se comience a denominar turismo de género a un tipo de turismo en el que se entiende que mujer es igual a género y que género es igual a mujer. La perspectiva de género permite analizar y comprender las desigualdades entre mujeres y hombres y, en particular, la discriminación que sufren las mujeres. A partir de lo anterior, desea, en términos generales, reorientar la construcción de lo que se entiende por desarrollo, sostenibilidad y reducción de la pobreza. La perspectiva de género remite a relaciones de poder desiguales y a graves problemas sociales vinculados con los derechos humanos.
Una cosa es abrir y expandir el nicho de mercado de las mujeres y otra, reivindicar los derechos vulnerados de mujeres y hombres en el marco del desarrollo del turismo.
Sí, estas van desde las prácticas laborales hasta las prácticas sobre los recursos naturales fundamentales para la seguridad alimentaria y para la salud de las mujeres y de las niñas.
“Algunas prácticas en turismo ponen en riesgo la seguridad de las mujeres”
Un papel fundamental. No es posible consolidar la igualdad y la equidad de género, en cualquier ámbito, si los hombres no son conscientes de que sus derechos también son vulnerados por el machismo. En Cabo Verde, los hombres se mueren por enfermedades comunes porque consideran poco varonil acudir al médico en determinados casos. En Europa, algunos hombres que quieren estar con su bebé recién nacido no piden la reducción de la jornada laboral porque les da vergüenza o porque no quieren arriesgarse a perder su trabajo. Muchas veces, en terreno se trabaja más con los hombres que con las mujeres.
En ocasiones, de forma positiva. Ahora bien, la tradición, desde los ojos y la boca de las mujeres, muchas veces se pierde o es maquillada por la industria del turismo. Este tema es interesante, ya que existen tradiciones que son verdaderos atentados contra la integridad y vida de las mujeres, como lo es la ablación genital. Por tanto, en ocasiones, la tradición, sea cual sea, hace mucho daño y empobrece la vida de las personas.
Muchos y, en ello, tienen mucha responsabilidad el marketing y la comercialización de los destinos turísticos.
“El gran desafío es concretar una agenda de acción en materia de género y turismo”
En mi opinión, el gran desafío es concretar una agenda de acción en materia de género y turismo. Esta agenda debería cuestionar “lo establecido” y fomentar un desarrollo más coherente con los problemas sociales, económicos y medioambientales que todos vemos, escuchamos y hablamos. Esos problemas se deberían enlazar con el turismo y revisar, reorientar y ejecutar las políticas, las estrategias y los resultados del turismo desde una perspectiva de género.
A la vuelta de cualquier viaje, las cámaras de fotos se convierten en auténticos tesoros que guardan los recuerdos de todos los lugares visitados. Pero las postales tienen mucho encanto y todavía hoy son habituales los puestos de venta. Sin embargo, ¿reflejan de manera fiel la realidad? Daniela Moreno responde que, aunque en ocasiones gustaría que no fuera así, “a veces, lo es”.
“A veces, el ‘marketing turístico’ promueve la desigualdad, la violencia, el machismo, el sexismo y la explotación de personas”
“En Gambia -explica-, en uno de los hoteles más lujosos, se venden unas postales que, de forma explícita, muestran la situación de explotación sexual que sufren mujeres y hombres. Cuando estás en la calle, te das cuenta de que esas postales son un reflejo de la realidad”. En Camboya, en los karaokes se explicita cuáles son solo aptos para hombres y cuáles aptos “para que vayas con tu esposa”.
“A veces, el ‘marketing turístico’ promueve la desigualdad, la violencia, el machismo, el sexismo y la explotación de personas. En ocasiones, incluso, ha propiciado que este tipo de explotación, el turismo sexual, forme parte del paquete turístico y de la experiencia”, advierte Daniela Moreno.