El Día de las Personas Sin Hogar ha puesto de manifiesto que quienes se ven obligados a vivir en la calle son desconocidos para la mayoría. A menudo imaginamos un perfil que se aleja del real. Mujeres, personas mayores, desempleadas o inmigrantes, entre otras, habitan nuestras calles ajenas a oportunidades y víctimas de la indiferencia o de miradas que juzgan incluso de reojo. En este artículo se recoge cómo ha variado el perfil de las personas sin hogar en los últimos años y la situación a la que se enfrentan en nuestras ciudades quienes carecen de un techo que les proteja.
El perfil de las personas sin hogar ha cambiado
Las personas sin hogar no responden al perfil que se apreciaba en las calles hace unos años. «Ahora es más difícil encontrarse con personas de barbas largas, sin higiene, que arrastran carros llenos de nada e ignoran la existencia de cualquier servicio social, por otro lado, muy escasos hace unos años», destaca Enrique Richard, autor del libro ‘Con cartones por la calle’ y voluntario de Arrels Fundació. Afirma que estas, a menudo, «eran personas mayores, con alto grado de alcoholismo y, seguramente, con problemas mentales», un perfil que ha variado.
Entre las personas sin hogar, se ha apreciado un aumento de las personas migrantes, que buscan chatarra en los contenedores
En la actualidad, las personas sin hogar son más jóvenes, «conocen sus derechos de asistencia médica y social y dónde dirigirse para cubrir sus necesidades de comida y alojamiento», apunta Richard. Además, se ha registrado un aumento de las personas migrantes, un grupo que preocupa en especial, sobre todo, en el caso de quienes carecen de papeles para su legitimidad administrativa y de tarjeta sanitaria.
La atención sanitaria es un tema que preocupa. Por ello este año, con motivo del Día de las Personas sin Hogar, se ha elegido lema «Nadie sin salud. Nadie sin hogar». «En Barcelona se mantienen las urgencias sanitarias, pero en lo social no les queda ningún derecho. No hay soluciones de futuro para ellos», advierte Richard. En su experiencia como voluntario en las calles, vislumbra «más movimiento de personas rebuscando en contenedores y papeleras» e intuye «una competencia brutal por la chatarra», que lleva a las personas migrantes, en su mayoría, «a buscar y rebuscar».
En cuanto al alojamiento, describe que muchos duermen en la calle, en casas vacías que ocupan o en asentamientos. «Algunos, quizá muchos, tendrán dentro de unos años todos los hilos de su vida rotos y les veremos pasar el día entre cartones», augura. Conseguir sitio en un albergue no es sencillo, pese a que la oferta de plazas y los modos de intervención han mejorado. «Pero el problema no es solo el albergue, sino cómo son los albergues», matiza Richard. «Ha mejorado el concepto, pero no son soluciones permanentes y mantienen los servicios colectivos, donde no se puede garantizar la intimidad de las personas», lamenta.
Personas mayores en la calle
Las personas mayores sin hogar son una de las aristas de la vida en la calle. Otra más. Recorren las vías en busca de cobijo, a veces limosna, pero sobre todo, rodeadas de incertidumbre. No todas logran una plaza en una residencia ni resistir a la dureza de las urbes. Y no solo por la incomprensión de otros ciudadanos, como ellos mismos, sino por la dificultad de protegerse del frío, en especial, en invierno.
Las personas mayores sin hogar tienen dificultad para acceder a una residencia, incluso aunque carezcan de autonomía
Arrels Fundació cuenta con un programa dirigido a personas mayores, que pasan a residir en pisos gestionados por la organización «y que han conseguido plaza en una residencia», detalla Enrique Richard. «Arrels lo prevé y solicita las plazas con antelación, ya que pueden pasar años para lograr una en una residencia«, añade. Pero la situación es tan dura, continúa, «que algunos mayores han muerto y mueren mientras residen en los pisos, debido a sus situaciones personales de poca autonomía».
Cuando pasan a las residencias, la entidad no pierde el contacto con ellas. Otro programa se preocupa de que un equipo de voluntarios coordinados por un educador social, «Miquel Juliá, también coordinador del equipo de calle», les visite y se asegure de que se encuentran en buen estado. El voluntariado en residencias es uno de los programas más valorados, sobre todo, entre quienes no tienen que les visite. Los voluntarios aportan tiempo, paciencia, horas de conversación y afecto.
Mujeres sin hogar, más peligros
La mayoría de las personas que carecen de un hogar son hombres. Enrique Richard estima que estos conforman alrededor del 85%, frente a un 15% de mujeres. «Siempre he pensado que vivir en la calle es más peligroso para ellas. De hecho, casi todas las mujeres que hemos conocido en la calle así lo han manifestado», reflexiona. Desde su experiencia, Richard indica que este es el motivo por el cual, «con frecuencia, las mujeres buscan a un hombre que las defienda», si bien en ocasiones son agredidas «por ese mismo defensor». «El machismo de nuestra sociedad no es diferente en el cuarto mundo«, puntualiza.
La inseguridad es el principal inconveniente de las mujeres que carecen de un hogar. Su vulnerabilidad aumenta en un espacio considerado hostil en el que, incluso, se enfrentan a mas prejuicios. Está peor visto ser mujer y vivir en la calle, que ser un hombre sin hogar.
La Encuesta a las personas sin hogar 2012, realizada por el INE (Instituto Nacional de Estadística) entre personas sin hogar de 18 o más años que han sido usuarias de centros asistenciales de alojamiento y/o restauración ubicados en municipios de más de 20.000 habitantes, desvela que el año pasado había un total de 22.938 personas sin hogar en nuestro país: 18.425 hombres y 4.513 mujeres. Por edad, son mayoría los hombres y mujeres entre 45 y 64 años, aunque ellos en un total muy superior: 7.312 hombres frente a 1.496 mujeres.