No lo tienen fácil, pero uno a uno van superando cada obstáculo. En todo caso, es cuestión de tiempo. Las mujeres en India, en especial en las zonas rurales, experimentan cambios en sus vidas gracias a programas de salud, empoderamiento y ahorro, que les permiten acceder a microcréditos para poner en marcha sus propios negocios. Así consiguen mejorar sus expectativas y tener voz en sus comunidades y familias. No es solo progreso, sino justicia. No hay justicia sin igualdad. Manos Unidas lo recuerda en su campaña de este año y estas mujeres son el mejor ejemplo.
La mujer en India
En algunos lugares de India, ser mujer es menos que nada. No cuentan con el reconocimiento de sus familias e, incluso, muchas se deshacen de ellas antes de nacer. Naciones Unidas calcula que en el país faltan 50 millones de niñas a consecuencia de feticidios, infanticidios y feminicidios. India es un país de mayoría masculina. Por cada 1.000 hombres, hay 906 mujeres. Los espacios públicos están dominados por ellos. En los privados, su poder se intuye.
Los espacios públicos de India están dominados por los hombres y en los privados, su poder se intuye
La sociedad patriarcal las engulle y la situación se agrava entre las mujeres de las castas más bajas y descastadas, un sistema discriminatorio que, pese a ser abolido en la teoría, sigue vigente en la práctica. Es el karma, prescribe la tradición. Lo que se hace en el presente tiene un efecto positivo o negativo en el futuro. Y lo que es peor: determina la casta en la que se nacerá en la siguiente vida. Es la ley.
India atrapa al turista, pero sobre todo, a las mujeres. Su nacimiento se rechaza, su matrimonio se pacta y su valía, se ignora. Solo si son suegras se ganan la oportunidad de tener poder, eso sí, a costa de ejercerlo sobre otra mujer. Quedan a su servicio, en condiciones de semiesclavitud, quienes se casan con su primogénito. La nuera ha de cumplir sus deseos, colmar sus necesidades y, si ella lo decide, parir o interrumpir el embarazo. No hay derecho a réplica. No hay opción. No hay vida.
Salud, empoderamiento y mercado laboral
País de contrastes, a un lado, India abraza grandes urbes, negocios que prosperan, investigación que despunta, tecnología propia y, en definitiva, proyección. Al otro, acumula la mayor concentración de personas pobres del mundo. Más de la mitad de su población, el 53,7%, está en situación de pobreza multidimensional, esto es, sufre carencias en educación, salud y nivel de vida. India ocupa el puesto 136º en el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Otro índice, el de desigualdad de género (IDG), destaca una discriminación alta en salud reproductiva, empoderamiento y mercado laboral. India tiene un IDG de 0,610. España, de 0,103.
Una de cada tres personas pobres de todo el mundo vive en India, en su mayoría, mujeres. Este es el escenario donde Manos Unidas trabaja cada día, donde pelea por colocarlas en el lugar que las corresponde; donde, dentro de la norma, confirma la excepción. «Nuestra prioridad es estar junto a los más pobres entre los pobres», subraya la presidenta de la organización, Soledad Suárez.
- Salud
En Uttar Pradesh residen unos 200 millones de personas. Podrían ser más. Es el estado con mayor número de habitantes de todo el país y con menor desarrollo socioeconómico. Sobre todo en las zonas rurales. Manos Unidas respalda programas de prevención sanitaria y salud. Con su apoyo, el hospital de St. Mary, a nueve kilómetros de Varanasi, atiende a unas 40.000 personas, la mayoría mujeres. Más de 20 aldeas tienen cubiertos los servicios de salud.
En las zonas alejadas, se capacita a matronas (dais) para atender a las mujeres hasta que, en vehículo o en bicicleta, se desplazan al hospital para dar a luz. También aprenden a tomar las riendas del parto una vez que comienzan las contracciones y no hay tiempo de llegar al centro. Se realizan reuniones mensuales con embarazadas a quienes se resuelven sus dudas, se explica la importancia de la vacunación y, en un país con una tasa de malnutrición infantil que roza el 50%, se transmite la importancia de la lactancia materna, en especial, en las primeras horas de vida. Se imparten clases de higiene a niñas y adolescentes, se las anima a preguntar y, sobre todo, obtienen respuestas.
- Empoderamiento
Es el aspecto clave hacia la igualdad. El empoderamiento fortalece a las mujeres, las dota de conciencia sobre su papel en la sociedad y las anima a reivindicar sus derechos. Para lograrlo, trabajadoras sociales recorren las aldeas y grupos de teatro representan obras en las que llegan a mujeres que, al no saber leer ni escribir, solo de este modo conocen las consecuencias del matrimonio temprano o la importancia de la inclusión financiera. «Después de las obras, las mujeres están más motivadas, se interesan más por los programas, preguntan y establecen grupos», explica el coordinador de estos proyectos.
En el caso de las adolescentes, se las instruye en el cuidado personal y en las consecuencias del matrimonio. Uno de los objetivos es retrasar los enlaces hasta que, al menos, sean mayores de edad. Si se hace así, entre otras cuestiones, se evitan los riesgos que implica el embarazo para las más jóvenes. Ellas comparten sus conocimientos con las pequeñas y ayudan a difundir nuevas pautas de actuación que, ante todo, les beneficien a ellas.
- Mercado laboral
El acceso al mercado laboral normalizado no es fácil para las mujeres. Las castas no se pueden mezclar, aunque se hace la vista gorda en el servicio doméstico. Siempre con una superioridad clara de quien paga. Por ello se fomentan los grupos de ahorro o autoayuda, agrupaciones de mujeres que aportan lo que pueden a un fondo común que se emplea para que cada mujer ponga en marcha su propio negocio. En algunos casos, el dinero se ahorra y se presta entre quienes forman el grupo, pero otras veces se aguarda hasta acumular una cantidad suficiente para abrir una cuenta en un banco y obtener un crédito de la entidad, que recibe todo el grupo.
Las propias mujeres llevan los libros de contabilidad y anotan las entradas y salidas de dinero, que dan forma a pequeños comercios como librerías, talleres textiles o criaderos de gusanos de seda. Gracias a estas actividades, las mujeres contribuyen a la economía familiar y se favorece que los hijos acudan al colegio al descargarles de la obligación de ayudar en tareas del campo u otras que generen ingresos en el hogar.