Un reciente informe de Naciones Unidas revela que los índices de pobreza de los pueblos indígenas son mayores que los del resto de la población, mientras que su esperanza de vida es 20 años inferior. Miguel Ángel del Ser, portavoz de Survival, recuerda que ésta es una de las reclamaciones de la organización desde que se creó hace 40 años. En este tiempo, se ha aprobado el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que es vinculante para los países que lo ratifiquen, y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Pero a pesar de ambos, advierte de que los derechos de los indígenas “se violan” y apuesta por “llevar al terreno” su contenido.
“Estudios sobre el índice de felicidad destacan las tasas de varios pueblos indígenas”
Primero habría que aclarar que los pueblos indígenas no son pobres, son autosuficientes y, si les dejamos llevar su vida en sus propios territorios, permitimos que decidan su futuro por ellos mismos, prosperen y tengan una calidad de vida superior a la nuestra. Incluso hay estudios sobre el índice de felicidad, que destacan las tasas de varios pueblos indígenas. No obstante, si nos referimos a índices monetarios, estos pueblos registran las cifras más bajas, aunque más preocupante es el estado de salud que les provocan muchas medidas de un desarrollo impuesto. Esta situación es más grave que un índice económico.
Survival ha denunciado este hecho desde hace 40 años, los mismos que tiene la organización, y si hace 40 años no había una legislación internacional que los protegiese, ahora sí: el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que es vinculante para los países que lo ratifiquen, y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, que ha elevado el reconocimiento internacional de estos. Sin embargo, a pesar de estos dos importantes instrumentos jurídicos, sus derechos se violan.
Puesto que hay 5.000 pueblos indígenas en todo el mundo, su situación es muy diversa. Si en un país tan democrático como Canadá se margina a los innu, que registran índices de suicidio diez veces superiores a la media nacional, en países como Sudán o Indonesia, donde se acaba con vidas indígenas, y en Perú, donde pese a su legislación priman los intereses económicos del Gobierno, es todavía peor.
Este instrumento es importante porque supone el reconocimiento internacional de los derechos de los pueblos indígenas, pero hay que llevarlo al terreno. No se puede quedar en el papel y por ello luchamos. Desde Survival, incluso, vamos más allá y abogamos por la ratificación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que es vinculante para los países que lo firman.
Hay informes anteriores, pero éste destaca porque es muy extenso y es el primero tras la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas. Entre todos debemos denunciar la situación que se recoge en él y conseguir que los gobiernos, empresas y particulares respeten a los pueblos indígenas y aprendamos de ellos. No debemos caer en el pesimismo: los pueblos indígenas no lo hacen, saben que la lucha es a largo plazo y, desde Survival, la apoyamos. Nuestras campañas con un pueblo indígena en particular duran décadas.
Son 350 millones de personas en todo el mundo, con una gran diversidad cultural, pero se podrían definir como los habitantes originarios de una zona, que mantienen una relación especial con su tierra, de la que dependen desde un punto de vista económico, cultural y espiritual. Son desde pueblos agricultores, como los aymara, hasta cazadores recolectores en la selva, como los yanomami, o sólo cazadores, como los inuit del Ártico.
“La extinción de su lengua, supone la muerte de un pueblo”
Significa la muerte del pueblo, porque cuando desaparece una lengua es que han desaparecido quienes la hablan. Una de nuestras campañas apoya a los akuntsu de Brasil, un pueblo del que sólo quedan cinco supervivientes. Sólo ellos hablan su lengua y, cuando el último de los cinco desaparezca, ésta lo hará con ellos y se llevará consigo una parte importante de la biodiversidad cultural del planeta. No es sólo una lucha por la supervivencia de una lengua o una cultura, sino por la supervivencia del propio pueblo indígena.
No tienen inmunidad frente a nuestras enfermedades, en ocasiones, trasmitidas por personas que quieren protegerles. Son quienes más dependen de su territorio, que suelen recorrer porque son cazadores y recolectores, y éste cada vez es más pequeño debido a la acción de madereros, ganaderos, petroleras, etc. Ellos no pueden vivir sin su tierra y no sabrían adaptarse a otro modo de vida. Si no respetamos sus derechos, desaparecerán.
He mencionado a los akuntsu de Brasil, pero también destacaría a los dongria kondh de la India o los bosquimanos de la Reserva de Caza del Kalahari Central (Botsuana).
Se podrían resumir en la búsqueda de recursos que el desarrollo les impone. Los principales riesgos son los madereros, ganaderos, agroindustriales, proyectos hidroeléctricos, petroleras o minería. Los trabajadores les transmiten enfermedades o se registran casos de violencia. La búsqueda de recursos no trae ningún desarrollo para ellos, sino que a menudo implica su muerte. Así lo denunciamos en nuestro reciente informe “El progreso puede matar”.
Han sobrevivido al tsunami pero no a un resfriado. Si no respetamos sus derechos y dejamos que sean ellos quienes decidan su propio futuro, nuestra “civilización” les llevará a la destrucción.
“No debemos pensar que una persona sola no puede hacer nada, porque sí puede”
Cada uno de nosotros podemos hacer que cambie el mundo. En ocasiones anteriores, nuestras miles de peticiones han logrado que los gobiernos cambien sus políticas, que las empresas se retiren y que se respeten los derechos de los pueblos indígenas. No debemos pensar que una persona sola no puede hacer nada, porque sí puede. Debemos ayudar a que los pueblos indígenas tengan sus tierras y vivan como deseen.