Los programas de ocio independiente ayudan a las personas con discapacidad a hacer amigos. Gracias a ellos, conocen a otras personas con quienes comparten intereses y crean lazos de amistad. Estos grupos se dirigen a hombres y mujeres con un nivel de autonomía elevado, que tienen la oportunidad de formar un grupo para disfrutar juntos del tiempo de ocio. Los aspectos clave son cuatro: generar un punto de encuentro entre personas con discapacidad, dar prioridad a las que tienen una alta autonomía, monitores de apoyo para dinamizar los grupos y trabajar con las familias de las personas con discapacidad para evitar que la sobreprotección obstaculice el ocio independiente.
Generar un punto de encuentro entre personas con discapacidad
Los programas previstos para que las personas con discapacidad intelectual conozcan a otras personas con quienes comparten intereses y amistad son una iniciativa implantada en nuestro país desde hace varios años, pero poco extendida. Su objetivo es generar un punto de encuentro para que las personas coincidan y, si lo consideran oportuno, creen grupos de amigos con quienes compartir el tiempo de ocio.
Cuando las personas se conocen, se les anima a que decidan con quiénes les gustaría disfrutar de momentos de ocio. «Si las preferencias de dos o más personas coinciden, se les presta apoyo para que comiencen a salir solos», explica José María Jiménez Lalanda, coordinador de programas de FEAPS Madrid.
Las personas con alta autonomía tienen preferencia
Las personas con discapacidad y un mayor grado de autonomía son objetivo preferente de los programas para hacer amigos
Los grupos de ocio independiente se dirigen a jóvenes con discapacidad con un mayor grado de autonomía (alta autonomía), a partir de 18 años. Esto les permite no depender de grupos organizados para realizar actividades en el tiempo de ocio. Hacer amigos no siempre es fácil, por lo que recibir un empujón ayuda a dar el salto. «Muchas veces es una demanda implícita entre quienes llegan a las asociaciones, pero en ocasiones es explícita», detalla José María Jiménez. Por este motivo, se aprovecha para juntar a personas con la misma intención y se les anima a participar en diversas actividades que les ayudan a conocerse mejor.
Se trabajan cuestiones prácticas para manejarse en transporte público, saber a qué lugares acudir o qué hacer en caso de urgencia, entre otras. Estas cuestiones ganan relevancia entre los adolescentes porque, a partir de los 15 o 16 años, si carecen de un grupo de amigos fuera de un entorno de ocio compartido, tendrán más dificultades para conocer gente. La edad crítica oscila entre los 24 y 25 años, ya que entonces se agudizan los obstáculos para encontrar amigos, sobre todo, entre personas sin discapacidad.
Monitores de apoyo para dinamizar los grupos
Desde el principio, estos programas se desarrollan en el seno de organizaciones que trabajan con personas con discapacidad. A cada encuentro asisten algo más de una decena de personas con discapacidad intelectual, animadas por un monitor de apoyo «que ayuda a generar espacios mediante dinámicas y actividades. Así surgen los gustos o preferencias y las personas conocen con quién son compatibles», indica José María Jiménez.
El monitor propone diversas actividades a los asistentes para que se expresen y entren en contacto con otros. Son tareas para que descubran si son afines o comparten aficiones y favorecer que se creen lazos de amistad. La estrategia de los monitores pretende que sean las propias personas con discapacidad quienes elijan con quién les gustaría tener una amistad. Incluso se les pregunta de manera explícita. De este modo, una vez creados los grupos, los monitores les apoyan, asesoran y realizan el seguimiento. La pretensión es retirar el apoyo una vez que han aprendido a moverse de manera autónoma en el entorno.
Trabajo con las familias de las personas con discapacidad
A la vez que se trabaja con las personas con discapacidad, estas iniciativas implican a los familiares para que interioricen la importancia de la autonomía de sus hijos o hermanos y pierdan miedos. La sobreprotección familiar es frecuente y, sin pretenderlo, supone un obstáculo para generar círculos de amigos.
Es habitual que la familia tenga poca confianza, incluso miedo, a lo que les pueda ocurrir a sus familiares, por lo que tienden a sobreprotegerles. Por este motivo, se trabaja con ellas la importancia de la autonomía y se les dan herramientas para manejar las situaciones que les preocupan. «Si les da miedo que sus hijos salgan por la noche, pactamos que durante los primeros meses les llamen cada dos horas para decirles cómo están y que ganen confianza poco a poco», subraya José María Jiménez.
La preocupación es mayor entre los familiares mayores y en el caso de las hijas. De hecho, ellas son menos en estos grupos. Con frecuencia, lo primero que preguntan los padres es cuántas chicas hay en el grupo o a cuántas van a conocer.
Por el momento, estos programas se desarrollan en pocas entidades, pero se busca financiación para lanzar un proyecto piloto en muchas otras. Hasta ahora, desde FEAPS Madrid se han impulsado estos proyectos con medios humanos y económicos, pero son necesarias subvenciones para mantenerlos. La petición se lanza en su mayoría a empresas privadas, ya que las ayudas del sector público se centran en servicios considerados básicos. Las organizaciones que han puesto en marcha esta iniciativa son: AMI3, Astor, Clevi, ADISLI y Grupo Amás (AFANDEM).