El acaparamiento de tierras encierra una compra masiva de terrenos por parte de gobiernos y multinacionales. El interés declarado de ambos es asegurar la provisión de alimentos a la población y aumentar la producción de biocombustibles. Pero conseguirlo exige un sacrificio que rara vez viene de su parte. Intermón Oxfam advierte de una inversión extranjera “opaca o poco transparente”, que provoca violaciones de derechos humanos, destrucción de los únicos medios de subsistencia de las comunidades y desplazamientos forzosos. La mayoría de los acaparamientos de tierra tienen lugar en África y Asia, pero afectan a todo el planeta porque junto con las tierras está en juego la propiedad del agua, un bien común e imprescindible. En este artículo se explica qué es el acaparamiento de tierras, cuáles son sus consecuencias y qué datos debemos tener en cuenta para la reflexión.
Qué es el acaparamiento de tierras
El futuro de la humanidad depende de la tierra. Por ello ahora se pelea por su propiedad. Grandes compañías, e incluso países, se disputan ser los dueños de los terrenos. Esto «no resulta estrictamente un problema», reconoce Intermón Oxfam, «pero cuando se echa a las familias de sus tierras o estas producen menos alimentos como consecuencia de la especulación, entonces se convierte en un gran problema«. Los nuevos dueños colocan el cartel de «no pasar» y el mensaje adquiere forma de sentencia para los miles de campesinos que hasta entonces disfrutaban de su único medio de subsistencia.
Esta es la esencia del acaparamiento de tierras, tres palabras que al juntarse revelan injusticia, violación de derechos, pobreza, hambre y, en última instancia, muerte. La adjudicación de los terrenos ha adquirido un cariz de preocupación. Ni siquiera el hecho de que se pague por ellos reduce la gravedad de las consecuencias. Oxfam advierte: «La actual compra masiva de tierra obedece a un interés por producir comida suficiente para personas en otros continentes, por cumplir con los perjudiciales objetivos de biocombustibles o por especular con la tierra y conseguir beneficios fácilmente».
Algunas tierras se venden con el argumento de ser «terrenos sin uso o sin explotar», pero en ellas las familias pobres cultivan sus alimentos
En ocasiones, las tierras se venden con el argumento de ser «terrenos sin uso o sin explotar», pero en realidad «son trabajadas por las familias pobres para cultivar sus alimentos». Otras veces, las multinacionales se amparan en que los derechos legales de los terrenos no corresponden a los campesinos, niegan las expulsiones, en todo caso las atribuyen al gobierno u otras instituciones nacionales, y aseguran haber hecho todo lo posible por ayudar a la población local, a la que dicen ofrecer un puesto de trabajo y nuevos servicios que mejoran su calidad de vida. De las órdenes judiciales para frenar estos procesos y de las denuncias de acoso dirigidas a los propios empleados de algunas compañías poco se comenta.
Pero esta cuestión no acaba aquí. Y es que el acaparamiento de tierras ha desviado la atención sobre un tema que cada vez preocupa más y que, ahora se sabe, tiene relación con lo anterior: las reservas de agua. Si la tierra es indispensable, el «oro líquido» lo es casi tanto o más. Varias organizaciones, entre ellas Grain, han desvelado que detrás de cada acaparamiento de tierra hay un acaparamiento de agua. Esta entidad asevera que «la fiebre por las tierras en África» esconde «una lucha mundial» por el agua, acumulada en la superficie o en acuíferos bajo las tierras que se adquieren. El agua es imprescindible para cultivar y producir alimentos, para pescar y, en definitiva, para vivir, lo que la convierte en un bien muy preciado. «En África, una de cada tres personas sufre de escasez de agua y el cambio climático empeorará la situación», acentúa Grain. A largo plazo, «el agua puede tener un mayor valor que las tierras mismas», reflexiona.
Un artículo publicado por varios autores en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ también se refiere a este doble acaparamiento. Incide en que la adquisición de las tierras supone una apropiación simultánea de reservas sustanciales de agua empleada tanto para los cultivos como para el consumo. Alrededor del 60% del total de agua «acaparado» está en manos de Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, India, Reino Unido, Egipto, China e Israel.
Consecuencias del acaparamiento de tierras
El acaparamiento de tierras preocupa porque «está sumiendo a miles de personas en la pobreza», tal como ha recalcado Intermón Oxfam en más de una ocasión. Un informe de esta organización publicado en 2011, «Tierra y poder», subraya «la velocidad, cada vez mayor, a la que se llevan a cabo acuerdos sobre transacciones de tierra y que a menudo pone en un mayor peligro a las comunidades más pobres». ¿El motivo? «Pierden -en ocasiones de forma violenta- sus casas y sus medios de vida sin haber sido previamente consultados, sin posibilidades de compensación o medios que les permitan reclamar sus tierras».
Esto sucede a nuestro alrededor porque «los derechos o las necesidades de las personas que viven en dicha tierra son ignorados», continúa IO. Esta organización tiene muchos argumentos para tirar abajo los de quien opine lo contrario. Porque esta práctica «está empeorando la situación de algunas de las personas más pobres del mundo»; de las comunidades más vulnerables de Uganda, Sudán del Sur, Indonesia, Honduras y Guatemala; de quienes, en consecuencia, tienen menos posibilidad de defenderse.
En este grupo destacan las mujeres. En algunos de los países más pobres, ellas producen hasta el 80% de los alimentos, pero sus derechos sobre la tierra «son aún más débiles». Los porcentajes de propietarias son muy reducidos y arrebatarles la tierra tiene una incidencia directa sobre sus posibilidades de obtener ingresos y ser autosuficientes, además de afectar a sus familias y, en especial, a los niños.
En cuanto al agua, ascienden a 3.000 millones las personas que viven en zonas donde la demanda de agua es mucho mayor que la capacidad de suministro. Por ello es fundamental que tengan acceso a los acuíferos, otras reservas naturales y, por supuesto, al agua de lluvia, vital para los cultivos.
Cómo nos afecta el acaparamiento de tierras
Las previsiones no son halagüeñas. El acaparamiento de tierras es una tendencia que aumenta a medida que lo hace la demanda de alimentos y de biocombustibles, así como la especulación y la producción de aceite de palma. Esto supone un grave peligro para las comunidades directamente afectadas, pero también para el resto de la población.
La compra de tierras cultivables para la exportación de alimentos deja sin recursos a la población local, favorece la contaminación debido al traslado de esos productos desde miles de kilómetros y es aliada de la especulación. Grandes empresas monopolizan el comercio de materias primas sin reglas claras, alerta Oxfam.
Destinar cada vez más extensiones de tierra a los biocombustibles reducirá la superficie dedicada a la producción de alimentos, pero además, podría aumentar las emisiones de dióxido de carbono (CO2). El valor ecológico de los biocombustibles se discute después de que algunos estudios aseguren que despiden más CO2 de lo deseable.
Por su parte, el aceite de palma también ha incrementado las emisiones de CO2. Ya es el aceite comestible más usado: se emplea en numerosos productos de consumo habitual, incluidos los productos de higiene. Su contenido se identifica en las etiquetas con la leyenda «grasa o aceite vegetal».
- Al menos 62 países han adquirido ya tierras en un total de 41. Esta tendencia afecta sobre todo a África y Asia. El artículo de ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ precisa que el 47% de los terrenos apropiados se localizan en África y el 33%, en Asia.
- IO denuncia “falta de transparencia y secretismo” en los acuerdos sobre transacciones de tierra, pero hasta ahora se han verificado más de 1.100 acuerdos en torno a 67 millones de hectáreas.
- La Land Matrix Partnership, una coalición de organizaciones académicas, de investigación y no gubernamentales, calcula que desde 2001 “han sido puestas en venta, arrendadas o se han concedido licencias para la explotación” de un total de 227 millones de hectáreas, “una superficie que equivaldría a la de toda Europa Occidental”.
- Para 2020, las metas de consumo de la UE pretenden que el 10% del combustible para transporte provenga de fuentes renovables, lo que supondría aumentar la superficie destinada a la producción de biocombustibles.
- La campaña CRECE de Oxfam calcula que 925 millones de personas pasan hambre cada día. “Esto podría empeorar ante unos recursos naturales (como la tierra) cada vez más escasos”, advierte.