Como pez en el agua. Así se mueven cada día en la playa decenas de niños y mayores diagnosticados de síndrome de Down, autismo, hiperactividad, Síndrome de Rubinstein Taybi, Síndrome de Asperger… Trabajan la representación y memorización de los movimientos que realizarán en el agua, la percepción del movimiento en equilibrio, el juego, la socialización. Aprenden a esperar y a coger olas. Surfean, en definitiva, según sus capacidades, que son muchas.
El surf no es sólo para expertos. Cualquiera puede probarlo y disfrutar de la sensación de surcar las olas a bordo de una tabla. No hay edad para practicar este deporte, ni otros requisitos que no sean las ganas de aprovechar sus beneficios. Con esta filosofía nació la Asociación Sólo Surf, pionera en este campo y cuyo objetivo no es erigirse como una escuela, sino como un centro de actividad acuática terapéutica y de animación para personas con discapacidad psíquica e intelectual, diagnosticadas de trastornos del desarrollo y trastornos del desarrollo de la coordinación y del movimiento, entre otros. «Nuestro objetivo es contribuir a la mejora de la calidad de vida de estas personas a través de la participación en las actividades propuestas», señala Jesús Borrego, director técnico de Sólo Surf.
Se intenta que las personas optimicen sus capacidades físico-corporales y psicosociales, que normalicen al máximo su participación social de un modo divertido y ameno, para que aprendan sin tener conciencia de que trabajan estos aspectos. «El surf es un recurso para trabajar el pensamiento, las emociones y la conducta», agrega Borrego. La asociación lo aplica como un recurso lúdico y de ocio, «un magnífico contexto para la integración y la normalización». Incluso, se intenta que quienes lo practican olviden su discapacidad, enfermedad o trastorno, mediante educación especial e hidroterapia. «Además, el trabajo en la arena de preparación y simulación, las sesiones de grupo orientadas a expresar y compartir, y los programas de autogestión personal llevados a cabo en vestuarios, hacen del surf mucho más que una magnífica experiencia para estas personas», subraya.
Las actividades se organizan en diferentes programas, según edades. Las particularidades y necesidades educativas marcan la metodología, con actividades comprensibles, asimilables, realizables y generalizables. Hay programas de intervención temprana acuática y surf recreativo adaptado para niños de 1 a 5 años y de 6 a 12 -en grupos específicos para personas con autismo, discapacidad psíquica y síndrome de Down-, surf adaptado para jóvenes de alto funcionamiento (de 13 a 25 años), surf adaptado y terapia acuática específica para jóvenes con un nivel más severo de afectación (de 13 a 25 años) y surf adaptado para mayores (a partir de 25 años).
Beneficios del surf
El surf posibilita el desarrollo de habilidades psicológicas y cognitivas, de la percepción del cuerpo y del entorno, de las habilidades corporales. Fomenta la propia iniciativa y la toma de decisiones, permite aprender a regular las emociones al identificarlas y afrontarlas, y expresar una vivencia intensa y única. A todos estos beneficios, Ana Gonzalo, cofundadora de Sólo Surf, añade que ayuda a relajarse, a hacer deporte y a divertirse e integrarse. «Como terapeutas, lo entendemos como una actividad muy completa en la que se pueden generalizar los conceptos trabajados en las piscinas y en el que el sentido lúdico del mismo ayuda a favorecer el proceso de aprendizaje y el crecimiento personal de los participantes», matiza.
En estas clases las puertas «están abiertas a cualquiera». La mayoría de los asistentes lo son de forma particular, aunque en ocasiones llegan recomendados por profesionales o a través de asociaciones. El litoral de Cádiz es el elegido para practicar. En verano, en la playa de La Cortadura, «una magnífica playa virgen dentro de un entorno natural privilegiado al sur de la ciudad». El resto del año, en la playa urbana de Santa María del Mar. Gracias a un convenio de colaboración con el Ayuntamiento de la localidad, los usuarios pueden utilizar las instalaciones municipales de duchas, aseos, taquillas y almacenes.
No es necesario saber nadar para disfrutar de este deporte. De acuerdo a las habilidades de cada persona, se decide el programa en el que participará y comenzará el proceso de estimulación. Éste puede implicar el desarrollo de otras habilidades que permitan aprender a nadar. «Utilizamos protocolos de seguridad y mediación personalizada para el control del riesgo, como trabajo en zonas poco profundas y con materiales que ayuden a percibir y posicionarse con seguridad, previo paso a la tabla», explica Ana Gonzalo. A menudo, incluso, los monitores cogen las olas con ellos, ya sea por el tamaño y fuerza de la ola, la inexperiencia del niño o las corrientes marinas. Aunque la diversión no merma ni siquiera en este caso.
Los padres no tienen miedo a que sus hijos practiquen surf porque «ellos también aprenden a ser independientes respecto a sus hijos», reconoce Jesús Borrego. «Confiar en las capacidades de sus hijos ayuda a percibirles de otra manera, tomar decisiones objetivas que fomentan su independencia», agrega.
El hecho de que las actividades acuáticas puedan ser terapéuticas, junto con la necesidad de buscar nuevas alternativas de ocio, desarrollo e integración y su pasión por el surf, propiciaron que Jesús y Ana pusieran en marcha la asociación. Según las circunstancias de cada participante, antes de aprender nociones de surf, se les enseña otras corporales, cognitivas, afectivas, comunicativas y sociales. Es aconsejable iniciarse en los programas de piscina, aunque no determinante, ya que se realizan actividades de adaptación en la playa.
El resultado son niños y mayores que, sobre la tabla, se sienten “felices, libres, relajados”. Deben tomar decisiones para coger las olas y adaptarse a sus circunstancias, “pero en todos los casos se disponen las mismas habilidades y se consiguen los mismos beneficios”, señala Jesús Borrego. Él interpreta el surf como un método y una herramienta para estimular de modo continuo a estas personas. Se siguen los principios de la hidroterapia, se favorece la comprensión, el control de la frustración y los aprendizajes en función de las diferentes necesidades.
Hasta el momento, en otros puntos de España, se han desarrollado actividades similares de carácter puntual, a través de escuelas de surf o asociaciones de surfistas, que comparten su experiencia con personas con discapacidad. La ONG Hands&Surf organiza también sesiones de surfterapia para niños con discapacidad de la asociación Aurreratu. Se les enseña a coger las primeras olas, lanzarse con la tabla y, sobre todo, se impulsa la socialización de los pequeños.