La Asociación Profesional de Cooperantes tiene contabilizadas a unas 1.400 personas con este perfil, que trabajan en más de 63 países. En su mayoría, rondan la treintena y hablan varios idiomas, pero sobre todo, destacan por su capacidad de trabajo en equipo, su adaptabilidad y conocimientos técnicos. Son rasgos fundamentales para definir el país donde los cooperantes desempeñarán su tarea, si bien antes de partir realizan un curso de formación.
Elección del destino del cooperante
El país de destino de los cooperantes se elige en función de su personalidad, su capacidad de trabajo en equipo, adaptabilidad, flexibilidad y perfil técnico, que debe coincidir con los requerimientos y exigencias del proyecto que se desempeñará. El proceso de selección incluye también entrevistas telefónicas, una evaluación exhaustiva en la sede de la organización y la realización de test técnicos. Se intenta hacer un análisis muy profundo para garantizar el éxito de la misión en el país de destino.
El cooperante tiene derecho a rechazar una misión o solicitar su evacuación una vez que esté en el terreno
El objetivo es minimizar cualquier riesgo o posible decepción por parte del futuro cooperante, así como de la ONG. Por ello, una vez seleccionada la persona, se elige el posible destino. Esta elección la propone la organización o recae en el propio cooperante, que no está obligado a acudir a un país concreto. Lo habitual es que se pregunte a la persona interesada si prefiere un lugar u otro. La mayoría de las organizaciones desarrollan programas de atención en emergencias -que pueden implicar un riesgo mayor para la seguridad- y programas de cooperación al desarrollo, por lo que se puede decidir entre cualquiera de estas opciones.
Preparación previa
El informe ‘De profesión, cooperante’, editado por Acción Contra el Hambre en 2007, revela que, en su mayoría, estos son profesionales «con título superior, de unos 33 años de edad, hombre o mujer, con capacidad para trabajar en dos o tres idiomas indistintamente, excelente conocimiento de informática, alto grado de multiculturalidad, dotes de liderazgo, dotes de comunicación y, sobre todo, atraídos por la retribución emocional».
No obstante, cuando se ha decidido el lugar donde se desempeñará la tarea, se realiza un curso de formación. El cooperante se informa sobre los objetivos del trabajo y se explican de manera detallada los riesgos de seguridad que implica. Con esta información, el cooperante tiene derecho a rechazar una misión o solicitar su evacuación una vez que esté en el terreno. No obstante, cuando la misión se desarrolla en un lugar muy conflictivo, donde garantizar la seguridad es más complejo, se selecciona al personal con más años de experiencia. Al menos, son necesarios cinco años de trabajo en terreno.
Apoyo psicológico
Antes de partir, los cooperantes reciben un curso de formación general en el que se les enseña a controlar la ansiedad y el estrés. Sin embargo, en ocasiones, puede ser necesario recibir apoyo psicológico para superar determinadas situaciones. En estos casos, las ONG cuentan con equipos especializados que se desplazan hasta los lugares de conflicto si es necesario. A la vuelta de la misión, si se sospecha que un cooperante atraviesa una situación de estrés motivada por las experiencias vividas, se inicia un tratamiento psicológico personalizado.
Las organizaciones prevén cada cierto tiempo una semana de descanso para que los cooperantes desconecten de la misión
Los cooperantes destinados a proyectos de emergencias se someten casi a diario a cierto nivel de estrés. Son testigos de situaciones críticas que ocurren a su alrededor y que no siempre pueden resolver. El informe de Acción Contra el Hambre alerta de que «la vida en misión puede resultar agotadora». Se trabaja y se convive en un contexto difícil, alejado de familiares y amigos, sin horarios. Por este motivo, las organizaciones prevén cada cierto tiempo una semana de descanso o «break» para que los cooperantes desconecten de su trabajo fuera de la misión. Este periodo puede pasarse en un punto del país donde se desarrolla el trabajo o en una zona cercana. El destino depende siempre de las condiciones de seguridad.
«Como trabajadores contratados, los expatriados tienen derecho a una semana de vacaciones por cada tres meses de misión», explican en Médicos Sin Fronteras. En otros casos, este descanso se realiza cada cuatro o seis meses y no se contabiliza como periodo de vacaciones. Se busca que los cooperantes se relajen, dentro de sus posibilidades, en un lugar tranquilo, alejado de la zona habitual de trabajo.
Las intervenciones en lugares en conflicto pueden causar la pérdida de familiares o compañeros. Algunos expatriados acuden a estas zonas para prestar apoyo psicológico, pero esto no indica que sean más fuertes que otros. Pueden ser igual de vulnerables que el resto, aunque las consecuencias se manifiesten a largo plazo, una vez que han regresado de la misión. La intervención psicológica en las primeras 72 horas es muy importante para manejar la crisis.
Cada proyecto tiene su propio protocolo de seguridad, que se suma a las normas generales previstas para todos los países
Más que una elección, la profesionalización del cooperante se considera una necesidad. De su formación depende la calidad del trabajo que desempeñará. Pero además, muchos cooperantes trabajan en países en conflicto donde se registran guerras o, al menos, hay cierto nivel de inseguridad. En estos lugares, en especial, se deben cumplir unas normas esenciales de seguridad y estar atentos a los primeros síntomas de estrés. Estos no siempre se detectan con facilidad. Por ello, desde Cruz Roja Española se aportan unas pistas para ayudar a descubrir los síntomas. Según esta organización, hay que empezar a preocuparse cuando:
- La intensidad de los síntomas no disminuye pasadas 4 o 6 semanas.
- Las reacciones tienen una tendencia a aumentar y/o intensificarse.
- Se experimentan cambios importantes en el comportamiento, que afectan al trabajo y a la relación con la familia y los amigos.
“En cualquier situación de emergencia, todos resultan afectados: las víctimas directas, los familiares y amigos y los intervinientes”, asegura Cruz Roja. Esta entidad cuenta con una amplia experiencia de trabajo con las personas más vulnerables, “afectadas por una situación de emergencia que conlleva pérdidas humanas y materiales”. Reconoce que también los cooperantes se exponen al dolor y sentimientos de impotencia, sufrimiento o desesperanza, que les pueden repercutir en su bienestar personal, en el rendimiento en posteriores intervenciones y en el entorno social y familiar. “No todas las personas reaccionan igual ante las mismas situaciones”, subraya, pero con el tiempo “estas reacciones normales ante acontecimientos anormales irán perdiendo intensidad”. Para ello, recomienda expresar las emociones y hablar sobre ellas, alimentarse y descansar bien, y pedir ayuda cuando sea imposible resolver el problema solos.
En el caso de Médicos Sin Fronteras, más de la mitad de las misiones se desarrollan en países en conflicto o posconflicto, es decir, son proyectos de emergencias. Algunos de estos contextos son Darfur (Sudán), Chad, República Centroafricana, este de la República Democrática del Congo, Sri Lanka o Somalia, donde a finales de 2007 un grupo de personas armadas secuestró en Bossaso a dos cooperantes trabajadoras internacionales de la ONG. Esta acción obligó a suspender la actividad de MSF en la zona. Entonces, la organización apuntó la dificultad de establecer el nivel de violencia en cada uno de estos contextos, aunque debido al impacto en la seguridad de los trabajadores, “siempre alto”, y a la inestabilidad, la seguridad se evalúa de forma permanente.