Los discos duros cada vez son más capaces y más baratos. Hoy dia se pueden encontrar modelos de 300 Gigabytes a menos de 100 euros, ‘sticks USB‘ de cinco o seis Gigabytes e incluso los híbridos como el iPod de 60 Gigabytes. Entre unos y otros han sustituído casi por completo a los discos ópticos como sistema de transporte de datos, del mismo modo que éstos se comieron a los diskettes.
La tendencia del mercado es sustituir los dispositivos de transporte de datos y colonizar el espacio virtual
Al mismo tiempo, el disco duro delega cada vez más en las tarjetas de memoria flash, aún más pequeñas y polifacéticas, que van de la cámara al portátil, del reproductor al teléfono y así sucesivamente. Cada vez se necesitan más ‘megas’ porque cada vez se manejan más datos.
La tendencia del mercado, sin embargo, es la de sustituir los dispositivos de transporte de datos y colonizar el espacio virtual. ¿Para qué guardar los datos en un ‘cacharro’ que estorba, que requiere enchufes, que tiene espacio limitado y se puede romper, cuando se pueden tener en todas partes?
Almacenando en la Internet social
En realidad, el usuario sin casi darse cuenta ya está usando la Red como su gran disco duro, solo que no se le llama ‘almacenamiento virtual’ sino que tiene el pomposo nombre de ‘Web 2.0’. Servicios como Del.icio.us,Flickr, YouTubeo MySpace permiten que se guarden enlaces de favoritos, fotos personales, vídeos caseros y documentos de todo tipo, de manera que están disponibles para ser compartirlos sin necesidad de enviarlos por correo o transportarlos en un CD.
En todos estos servicios, los datos más preciados del usuario están seguros y disponibles desde cualquier parte del mundo (desde cualquier ordenador), y su privacidad (o disponiblidad para ser disfrutado por ojos ajenos) garantizada por contrato y tramitada por un nombre de usuario y una contraseña.
Un ejemplo pristino y actualísimo es Google Docs & Spreadsheets, que ofrece la posiblidad de hacer lo mismo que se hace en el escritorio del ordenador con los documentos de trabajo pero desde, y para guardar en, la Red. En combinación con Google Desktop (el conjunto de aplicaciones de Google para el ordenador personal), Google Docs es una oficina online, para la que el ordenador que el usuario tiene delante no es más que un teclado, una pantalla y una conexión a la Red.
‘Thin clients’: ordenadores vacíos
La idea de guardar todos los documentos en un espacio ajeno al ordenador no es nueva; ha funcionado durante mucho tiempo en ‘intranets‘ (redes privadas) en las que hay varias personas trabajando en el mismo documento en sus respectivos ordenadores, pero su trabajo se guarda en un ordenador central o servidor.
De este modo se ahorra en recursos (como programas, hardware y energía) y se asegura que la versión del documento que se abre es siempre la que contiene los últimos cambios, amén de ahorrarse paseos moviendo datos de un despacho a otro. Los ordenadores diseñados a ese propósito carecen de disco duro (sólo tienen la memoria necesaria para poder utilizar los programas) y se conocen como ‘Thin Clients’ o ‘Estaciones de Trabajo’ y son cada vez más populares en lugares de paso como los cybercafés.
Cada vez se habla más de sacar los ‘Thin clients’ de las redes internas y llevarlos a una red en la que el servidor central es la Red
Con el aumento del ancho de banda y la capacidad de almacenar información online, cada vez se habla más de sacar esos ‘Thin clients’ de las redes internas y llevarlos a una red en la que el servidor central es la Red.
La consecuencia directa para los usuarios sería un ahorro en equipos informáticos, en consumo eléctrico y el final de la dependencia de un sólo dispositivo. A cambio, claro está, de una dependencia total a la Red. Además, al usuario le carcomería siempre la duda de si sus documentos más preciosos están en buenas manos; hay que tener en cuenta las leyes cada vez protegen menos la privacidad individual y algunos contratos de servicios comprometen seriamente los derechos de los consumidores.
Estas cuestiones son de vital importancia cuando se trata con datos privados, personales y contenidos delicados. Sin embargo, una gran parte del contenido de los discos duros contiene los mismos datos, independientemente de que pertenezcan a personas que no se conocen entre sí y estén repartidas por el globo. Esto es así en referencia, por supuesto, a canciones, música y libros. Por lo tanto, las ‘Estaciones de Trabajo’ podrían perfectamente aplicables a la información de ocio y consumo.
La patente imaginaria de Apple
Hace unos días, Apple firmó una petición de patente sobre un sistema imaginario por el cual el usuario de un dispositivo provisto de una antena se conecta a una red inalámbrica (AM/FM radio, satellite radio, wifi) para escuchar y comprar datos multimedia.
En otras palabras: un ‘iPod-radio’ en el que se pueden escuchar canciones via satélite o wifi y comprarlas con sólo apretar un botón. Cualquiera que haya utilizado la Red para descargar música con una conexión ADSL sabe que se tarda prácticamente lo mismo en descargar la canción que en escucharla. Si la importancia de tener una canción es la posiblidad de escucharla cuando venga en gana, ¿para qué ‘almacenar’ las canciones cuando pueden ser, sencillamente, escuchadas? ¿No es mejor usar un dispositivo con antena wifi que reproduce una lista de canciones desde el servidor que pasear 60 gigas de disco duro?
De momento, la propuesta de Apple es una especie de Last.FMandante en la que el usuario escucha la radio y cuando una canción le engancha la puede comprar y guardar. Su predecesor más directo es ‘Zunes’, un programa reproductor (no confundir con Zune, el hardware de Microsoft) que almacena canciones y localiza a otros ‘Zunes’ para intercambiar canciones con ellos. Al cabo de tres días, la canción se evapora del sistema para no infringir su copyright.
Es probable que en pocos años los únicos dispositivos que se lleven en la mochila sean ‘Estaciones de Trabajo’
‘Zunes’ no se conecta a la Red aunque sí crea una red interna en la que todos los dispositivos hermanos crean una base de datos virtual que es la suma de todas las canciones de todos los Zunes que hay en la periferia. Aunque la idea de Apple es ofrecer como base de datos su tienda de música iTunes, ¿quién impedirá que los usuarios de su iPod se conecten a un servidor distinto? ¿No augura su patente un servicio de reproducción a la carta donde lo importante es estar abonado y no almacenar música (o películas) de manera local?
Como acuñó el escritor William Gibson, «la calle encuentra sus propios usos para las cosas». Es probable que en pocos años los únicos dispositivos que se lleven en la mochila sean ‘Estaciones de Trabajo’ (como una tablet PC o un reproductor de música) cuyo único propósito sea el de ofrecer un puente directo con la información online del usuario, ya sea ésta una presentación sobre polímeros naturales o los grandes éxitos de Pink Floyd. De ser así, los únicos que se moverán serán los usuarios, mientras que sus datos les estarán esperando en todas partes.