Las cookies no son en principio perjudiciales para la experiencia del usuario cuando navega por Internet, sino muy útiles. Las páginas web envían las cookies al usuario para disponer de ciertos datos que permitan identificarle. Con ellos, el internauta se puede ahorrar tener que rellenar formularios, recordar contraseñas y nombres, repetir determinadas búsquedas, etc. En resumen, su objetivo es hacer más fácil las cosas al usuario. Ahora bien, como se explica a continuación, también pueden revelar algunos de sus datos sin informarle de ello o bien saturar su navegador y reducir la duración en la batería en dispositivos portátiles. Por eso, en este artículo también se detalla cómo borrarlas.
No siempre se cumple la normativa
En verano de 2012 se puso en marcha la normativa europea sobre cookies. Desde ese momento, muchos usuarios se han visto sorprendidos con continuas ventanas emergentes en las nuevas páginas web que visitan, donde se les informa sobre la instalación de estos diminutos programas espía en sus navegadores y se les pide su aceptación, o bien se les advierte de que el uso de dichas web, redes y servicios implica la aceptación tácita de las cookies. En otras palabras, si no se permite su instalación, o no se puede utilizar un servicio, o la comodidad de la navegación por su página se resentirá.
Ciertas cookies son necesarias para un mínimo de fluidez en la navegación, sobre todo en las páginas que se visitan a diario, como pueden ser las de Facebook y Twitter o el servicio de correo electrónico. Sin embargo, surgió en su día la polémica sobre si esta información personal que el usuario ofrece a la web para que le identifique era o no sensible y debía contar con el beneplácito del afectado. La Comisión Europea (CE) estimó que sí y obligó desde entonces a informar antes de colocar las cookies.
Surgió en su día la polémica sobre si esta información que el usuario ofrece a la web para que le identifique era o no sensible
Pero un estudio reciente de la CE, en el que ha participado la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) para saber qué tal se está aplicando la normativa, ha revelado cosas sorprendentes.
Para empezar, cerca de la mitad de las empresas no interponen el aviso al empezar la navegación por sus sitios, y menos son las que tienen el botón de aceptar. Es decir, o bien avisan mientras colocan las cookies o bien advierten de que sin ellas no se permite usar el servicio, como ocurre con Facebook, Twitter o el servicio de correo Gmail. De hecho, si el usuario especifica en las opciones del navegador que no acepta ninguna cookie, estos servicios no estarán disponibles para él y probablemente perderá tres cuartas partes de su actividad digital. Esto puede parecer consecuente si se piensa que tanto los servicios de correo como las redes sociales precisan saber quiénes acceden a ellos para ofrecerles y filtrar la información que piden y les interesa.
Cookies de terceros, la mayoría
Sin embargo, el estudio revelaba también que la mayoría de los servicios implantan cookies de terceras empresas, asociadas a ellos o que pagan por ello. Estas compañías están especializadas en el análisis de datos anónimos para elaborar perfiles publicitarios y utilizan las cookies para que les envíen información sobre los hábitos de navegación del usuario, aunque ya no esté en las páginas que han puesto los programas espía.
Muchos servicios implantan cookies de terceras empresas especializadas en el estudio de datos para elaborar publicidad
En principio, esta práctica es legal por varias razones. El primero es que el tipo de dato que envían estas cookies es anónimo y estadístico, que en realidad cuenta poco o nada de la intimidad del usuario. El segundo es que se da el consentimiento para la instalación de estas cookies y se acepta que el uso de determinado servicio implica la instalación de cookies.
Sin embargo, respecto al primer motivo, un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) aclaraba que con una cantidad suficiente de datos anónimos se puede desvelar el perfil de cualquier usuario que esté detrás de los mismos. En otras palabras, con técnicas de Big data y ordenadores bastante potentes, la privacidad es más supuesta que real.
Respecto a la segunda razón de legalidad, ocurre que, según el informe de la Comisión Europea, son muy pocas las empresas y los sitios web que informan de la instalación de cookies de terceros y que además explican que estas tienen fines comerciales y publicitarios. Así, cada vez que se le da al botón de aceptar las cookies, puede que se descargue un ejército de ellas en el navegador que se dediquen a estudiar el comportamiento del usuario en la Red para elaborar estudios de mercado. Según el sondeo de la CE, un 70% de las páginas descarga cookies de terceros y además la gran mayoría pertenece solo a 25 empresas.
Sobrecarga en el navegador
Más allá de las dudas sobre la privacidad, la navegación continuada y expuesta a numerosas páginas que envían cookies supone ir cargando poco a poco el navegador de muchos pequeños programas que consumen algunos recursos del procesador. Esto se traduce en que el navegador, además de las labores a las que está destinado, se verá obligado a hacer otras que satisfacen a las cookies, por lo que perderá fluidez y rapidez de respuesta a las demandas del usuario: irá más lento por la sobrecarga de cookies.
Además, en el caso de que se utilicen soportes móviles (ordenadores portátiles, tabletas y smartphones) para navegar, ya que dependen de una batería para su autonomía puede ocurrir que esta se acorte, debido al exceso de actividad que suponen las cookies en su envío continuo de información.
Y lo mismo pasa con el tráfico de datos en el caso de los móviles: el envío continuo puede gastar parte de la tarifa mensual si se tienen demasiadas cookies.
En consecuencia, y dado que las cookies son un mal menor que no siempre se podrá ni se querrá evitar, es conveniente cada cierto tiempo eliminarlas del navegador. Y todo ello, aunque implique tener que poner de nuevo nombres de usuario y contraseña durante unas horas, o que algunos servicios no ofrezcan determinada información que antes se daba por consabida. Otro motivo para recurrir a su borrado es que el estudio de la Comisión Europea también desveló que algunas cookies instaladas en soportes de los usuarios estaban programadas para durar hasta 8.000 años en los navegadores, algo a todas luces desmedido y sin mucho sentido.
El exceso de cookies supone ir cargando poco a poco el navegador de muchos pequeños programas que consumen cada uno recursos del procesador
Para ello, hay que ir a la configuración del navegador y borrar todo el historial de navegación que tenga acumulado, con la inclusión de todas las cookies. Esta operación es muy sencilla tanto en Safari como en Firefox, donde bastará con ir al menú superior y en la pestaña de “Historia” activar su borrado completo. No ocurre así en Chrome, donde se debe ir a la configuración avanzada y, en el apartado de privacidad, pedir el borrado de todo el historial. Algo similar pasa en Internet Explorer 9, donde hay que ir al apartado de “Herramientas” y después a “Seguridad” para activar el borrado de las cookies a través de la opción “Eliminar el historial de exploración”.
Otra alternativa más contundente es el control y gestión de cookies en los navegadores a través de los correspondientes apartados. En este caso, que permitirá bloquear el acceso de las cookies al navegador, se debe saber que será imposible el acceso a determinados sitios, si se opta por ello. Tanto Chrome como Explorer, o Firefox y Safari, contemplan esta opción.