Parece difícil que con la que está cayendo alguien piense siquiera en la posibilidad de hacer una escapadita turística. Crisis por aquí, despidos y recortes por allá… Pero lejos de dejar de viajar en seco, los españoles dan la espalda a la coyuntura económica actual optando por nuevas fórmulas y hábitos a la hora de programar un viaje. La crisis no esquiva ya a ningún sector empresarial, y menos aún al turístico que, en un intento por reflotar el año, lanza ofertas imponentes para animar a los consumidores. Una forma de actuar muy similar a la de algunas compañías aéreas que operan en nuestro país. Promociones en las que se anunciaba que Iberia se apretaba el cinturón lanzando dos millones de plazas a precios irresistibles o la de Vueling en la que se pregunta “dónde está la crisis” poniendo a la venta un millón de plazas desde 30 euros son tan sólo algunos ejemplos. Y es que parece que las ganas de viajar y de conocer mundo no entienden de crisis. A lo largo de 2008 se realizaron en España alrededor de 169 millones de viajes, lo que supuso un crecimiento del 7% con respecto al año anterior. Eso sí, ganaron por goleada los destinos nacionales frente a los internacionales. El alojamiento estrella: la casa de familiares, amigos y las segundas viviendas en el campo o en la playa, según el Instituto de Estudios Turísticos (ITE). Con las vacaciones de Semana Santa a la vuelta de la esquina, la imaginación, el ingenio y la planificación son claves que hay que tener en cuenta para organizar unas vacaciones de “low cost” o bajo coste.
Viajar, pero con ingenio
Los gastos de alojamiento son, junto a los costes del desplazamiento, los elementos que requieren una mayor partida presupuestaria a la hora de planificar cualquier salida. Y es en este punto donde la previsión y la antelación pueden jugar a nuestro favor y conllevar un recorte presupuestario importante, sobre todo si el tipo de alojamiento que se va a elegir es el hotelero.
¿Dónde dormimos?
La gran mayoría de cadenas hoteleras que funcionan en nuestro país ponen a disposición de sus clientes las tarjetas de fidelización. En la práctica, casi todas se pueden emplear de dos formas: o acumulando puntos cada vez que se pernocte en cualquiera de los establecimientos de la red, que al llegar a una cantidad establecida se canjean por una noche de estancia; o bien pagar un importe fijo para obtener algunas de estas tarjetas y que en los siguientes usos se traduce en descuentos de entre el 10% y el 15% sobre el coste total, o sobre los gastos de desayuno o manutención. Antes de solicitarlas, conviene analizar el número de viajes que se realizan a lo largo del año para saber si compensa. Además, se recomienda igualmente leer con antelación las condiciones de uso ya que algunas de estas tarjetas son inutilizables en determinadas fechas o épocas, que coinciden con días en los que la gran mayoría de los mortales tiene vacaciones.
Los albergues, situados en pleno centro de las ciudades, son una alternativa barata a los hoteles
No siempre los hoteles y sus estrellas son la única opción de alojamiento; los albergues o “youth hostels” son una alternativa más económica. Su ubicación, casi siempre en el centro o en la parte histórica de las ciudades en las que se encuentran, permite a los consumidores ahorrarse buena parte del presupuesto destinado a cubrir los gastos en transporte urbano. Además, la gran mayoría de estos establecimientos pone a disposición de los usuarios una cocina común, con menaje y cubertería incluidos, en la que los huéspedes pueden cocinar sus propios menús con el importante ahorro que conlleva no comer en restaurantes durante la estancia. No se trata de dormir en habitaciones comunes con 10 ó 14 personas, pues muchos de estos albergues han dado un giro a sus planteamientos iniciales y casi todos ofrecen habitaciones dobles, triples e incluso familiares para viajar con niños cuyos precios están por debajo de los de la oferta hotelera. Por si fuera poco, la gran mayoría de los albergues realiza descuentos a los titulares del Carné Joven Internacional, del de Estudiante y del de Profesor Internacional, que se pueden tramitar en las oficinas de Juventud de cada Comunidad.
Aún más barato
Si lo que se busca es una opción de alojamiento realmente barata con la que escapar de la crisis esa es la del intercambio de casas. ¿Las ventajas? El ahorro en hotel, en gasto de comidas fuera de casa, y la posibilidad de contar con un coche para desplazarse por la zona, si en el acuerdo entre las dos partes entra también el intercambio de los vehículos. El sistema es sencillo: prestas tu casa y te prestan la suya durante el tiempo que estés de viaje; aun así, conviene informarse en profundidad sobre las condiciones del intercambio. Cada vez hay más páginas web de clubes de intercambio de casas, y a través de ellas se puede contactar con la otra parte o poner un anuncio ofertando la vivienda, y esperar a los posibles candidatos. La precaución y el sentido común a la hora de negociar entre ambas partes son la clave para que esta fórmula de alojamiento resulte exitosa.
Hay comunidades virtuales en las que se pone a disposición de otros miembros un hogar en el que alojarse, sin ningún coste establecido
En la misma línea se encuentran alternativas como las de los clubes de hospitalidad internacionales como las de Hospitality Club o Couch Surfing. Se trata de redes sociales o comunidades virtuales en las que las personas dadas de alta ejercen de anfitrionas poniendo a disposición de otros miembros un hogar en el que alojarse, sin ningún tipo de coste establecido. Basta con darse de alta en la comunidad para iniciar las “conversaciones” con los posibles anfitriones. Es importante saber que no se trata de un intercambio de casas, y es que si no se desea o no se puede, quien ha disfrutado de esta fórmula y ha sido alojado en una de las casas de estas redes no tiene por qué ejercer de anfitrión. Pero, es aquí donde entra el sentido de generosidad y solidaridad de cada uno.
Avión: «low cost» del bueno
Flexibilidad de fechas y horarios, paciencia e incluso aguante son las condiciones indispensables que debe tener todo viajero dispuesto a volar con compañías aéreas de bajo coste. Mucho se ha escrito y hablado sobre estas aerolíneas: que si los aeropuertos en los que operan están alejados del centro de las ciudades, que si el taxi o el tren desde la terminal al hotel cuesta lo mismo que el pasaje de avión, que si el vuelo sale demasiado pronto o muy tarde… Pero una cosa es cierta, teniendo en cuenta todas las desventajas hay un factor positivo que sigue ganando por goleada. Y es que pese a todo, si se sabe buscar y se “bucea” a fondo, se pueden encontrar verdaderos chollos de “low cost” que quedan muy lejos aún del precio que ofrecen las compañías convencionales.
Volar durante el fin de semana y con horarios más ortodoxos cuesta más dinero
No hay duda de que Internet es el mejor aliado en esta cruzada, permite conocer la existencia de promociones e incluso el calendario de precios de las principales aerolíneas de bajo coste. Conviene saber que volar durante el fin de semana y con horarios más ortodoxos cuesta mucho más, de ahí la importancia de jugar con la posibilidad de alargar la estancia de jueves a martes o de acortarla y hacerla casi “exprés” de miércoles a sábado. Desde que la experiencia de volar a bajo coste entrara en nuestras vidas, las principales compañías de este sector, y más ahora con la crisis generalizada, han ido agudizando su ingenio para tratar de incrementar sus ingresos. Un ejemplo: una de las aerolíneas de bajo coste por excelencia, Ryanair, se está planteando cobrar un peaje cada vez que los viajeros hagan uso del baño del avión.
Ida y vuelta, no siempre es más barato
Más común y conocida es la práctica de cobrar un importe, entre 10 y 20 euros, por facturar la maleta, lo que puede provocar que una ganga de billete no lo sea tanto. Por eso, es interesante recurrir al equipaje de mano. En la práctica, las compañías aéreas permiten que el pasaje viaje en cabina con un bulto en el que se supone que lleva sus pertenencias personales: documentación, neceser, cámara de fotos y poco más. Pero este es el mecanismo del que los viajeros experimentados en el “low cost” se valen para esquivar el pago de las tasas de facturación, sin renunciar por ello a llevar equipaje suficiente. Lo primero que se debe hacer es conocer las medidas y el tipo de maleta que la compañía permite no facturar y ajustarse a ese formato. Está claro que no siempre se puede adaptar a nuestras necesidades, pero también es verdad que en la mayoría de escapadas, los viajeros pecan del “por si acaso” y meten en sus maletas prendas que ni tan siquiera usan durante su estancia. Entonces, ¿qué merece más la pena, pagar 20 euros por facturar el equipaje o gastárselos sin cargo de conciencia en la entrada al Louvre?
El tiempo es sin duda alguna otra baza que se debe tener en muy cuenta. Se supone que cuanto más se acerque la fecha de compra a la de la salida del vuelo más se encarece el billete, aunque existe una opción no apta para cardíacos y que en ningún caso garantiza que el precio del vuelo vaya a ser un chollo. La fórmula, más cerca de la lotería que del ingenio y la paciencia de saber aguantar, consiste en adquirir el billete en una fecha muy próxima a la de la salida del vuelo, incluso hay quien tienta a la suerte y lo compra en el mismo aeropuerto. El resultado puede ser un precio bajísimo si la aerolínea prefiere ocupar esa plaza a toda costa antes de dejarla vacía, o bien el precio se puede disparar y la jugada se vuelve en nuestra contra. Por eso, lo más recomendable y lo más seguro es optar por reservar los billetes con antelación y no siempre decantarse por la opción de elegir un billete de ida y vuelta. Antes de finalizar el proceso conviene comprobar el coste real de ambas opciones por separado y comparar, e incluso hacerlo combinando compañías diferentes.