Un hábito muy extendido entre los ciudadanos es hacer la compra a primera hora de la mañana. Es una labor cotidiana para numerosas personas que, en apariencia, carece de inconvenientes. Sin embargo, un reciente estudio asocia la obesidad con el hecho de acudir a la compra en ayunas, una circunstancia que afecta más a las mujeres que a los hombres, puesto que ellas están con más frecuencia a cargo de las labores del hogar. El citado estudio argumenta que comprar con el estómago vacío y con hambre induce a “picar” alimentos poco saludables y nada convenientes.
Según una encuesta realizada por Nutrición Center, una empresa dedicada al comercio de productos de nutrición en establecimientos especializados, el 76,9% de las mujeres que acuden a la compra en ayunas padece obesidad, mientras que el porcentaje se reduce al 37,4% si han comido en las cuatro horas anteriores. «En ayunas se tiende a comprar los productos o alimentos que más gustan, la mayoría superfluos», concluye la investigación.
El consejo de «no comprar con hambre» se plantea como una regla universal del sentido común, que recuerdan desde dietistas hasta psicólogos y educadores sociales. Esta advertencia sirve tanto para no caer en la tentación de comprar a destiempo aquello que menos conviene, como para ahorrar en este hábito diario y básico.
Momentos delicados
Son numerosos los momentos en los que los ciudadanos realizan sus compras con el estómago vacío: tras dejar el niño en el colegio, justo antes de comer, pasadas varias horas desde el almuerzo o al salir del trabajo por la tarde antes de ir a casa. Los expertos que estudian el comportamiento alimentario advierten de que se hace una mayor ingesta de alimentos cuando se tiene hambre. De igual modo, recuerdan que el consumo también es mayor cuando la comida está visible y se encuentra al alcance de los ojos, ya que actúa como tentación. El simple hecho de ver u oler un alimento apetecible (chicle, caramelo, bombón, chocolatinas, bollos…) activa el centro del hambre situado en el cerebro y estimula la salivación y los jugos gástricos.
El simple hecho de ver u oler un alimento apetecible activa el centro del hambre situado en el cerebro
La suma de ambos factores -sentir hambre y tener el alimento al alcance- puede explicar, tal y como sugieren los resultados del citado informe, la tendencia a comprar más alimentos superfluos cargados en calorías y, por tanto, a sufrir sobrepeso. En la encuesta participaron 5.000 mujeres de toda España de entre 30 y 65 años seleccionadas al azar. Los autores justifican la elección de mujeres porque suelen ser ellas las encargadas de realizar la compra del hogar. A todas se les indicó que rellenaran con la mayor fidelidad posible una encuesta sobre frecuencia de consumo de alimentos y hábitos de vida.
También les pesaron para medir su Índice de Masa Corporal (IMC). Los resultados revelan que un 71,3% de las mujeres asegura que acude al supermercado con el estómago vacío, bien al final de la mañana o de la tarde. El 28,7% restante realiza la compra poco tiempo después de haber comido, ya sea el desayuno, la comida principal o la merienda. Tras la combinación estadística de las diferentes variables, los autores comprobaron que el 76,9% de las mujeres que acuden a la compra en ayunas padece obesidad, mientras que el porcentaje se reduce al 37,4% si han comido en las cuatro horas anteriores.
En muchos casos, la compra de un alimento y su ingesta posterior se realiza de manera compulsiva, sin reflexionar acerca de si se tiene o no hambre. El problema deviene si quien compra con apetito gusta de dulces o aperitivos muy energéticos y adquiere demasiados alimentos poco saludables, de manera que transmite estos malos hábitos a toda la familia.
Ansiedad y obesidad: males de muchas mujeres
Numerosas personas, más mujeres que hombres, comen de manera impulsiva. Esto se refleja cuando entran de forma acelerada en una pastelería o en una tienda de chucherías y, casi sin pensar, compran algo que les calme el hambre o la ansiedad. Según datos del Informe de Consumo Alimentario en España elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM), el 11% de las visitas a distintos establecimientos (cafeterías, pastelerías, bares…) se hacen por impulso. Este hábito es más frecuente en la franja de población de 18 a 34 años.
El impulso es «el deseo que induce a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar». Es, a su vez, una respuesta a la ansiedad o una reacción inherente a ella, considerada una de las causas más frecuentes de ingesta compulsiva que se origina por circunstancias muy diversas como insatisfacción vital, inseguridad respecto al propio atractivo físico o falta de autoestima. El consumo irracional generado, si no se frena a tiempo, conducirá a padecer obesidad, sobre todo, entre las mujeres, quienes sucumben a más «atracones«.
La ansiedad que le genera su preocupación, en gran medida exagerada, por el peso y la obsesión por seguir dietas para adelgazar, le conducen a comer más para calmarla. Es un círculo vicioso: mujer, ansiedad y obesidad. En España, las cifras confirman la tasa elevada de obesidad femenina: el 37% de las mujeres tiene una cintura mayor de lo aconsejable.
Como primera medida para afrontar esta situación, es útil dejarse guiar por el consejo de un nutricionista para seguir una dieta. Una de las indicaciones básicas es comer varias veces al día, sin que pasen más de cuatro horas entre una comida y otra. Esta norma dietética permite detectar con naturalidad la verdadera sensación de hambre y distinguirla del apetito.
No desayunar, mal ejemplo
Salir de casa sin desayunar es un mal hábito y un mal ejemplo para los niños, si los hay. La falta de ganas por desayunar temprano o contar con poco tiempo para hacerlo se puede suplir con un tentempié mientras se hacen otras labores. Un trozo de bizcocho, unas galletas, una barrita de cereales, un puñado de frutas secas, un sándwich o una fruta calman el apetito hasta que se coma algo más consistente.
Cuando no se desayuna, es más probable sucumbir a la tentación de «picar algo» mientras se llega a casa. El desayuno es uno de los grandes olvidados de las comidas principales diarias. El decaimiento, la flojera, el bajo estado de ánimo, la falta de concentración y el mal humor, suelen ser signos que advierten que falta sustrato a un organismo que se ha puesto en marcha y que lleva horas sin recibir ningún alimento.
La compra de alimentos es un pilar básico en la planificación de la alimentación. Si se hace bien, se ahorra tiempo, dinero y se invierte en salud a través de la buena selección de alimentos. El paso previo a la compra es prever qué se necesita. Conviene disponer de un plan de menús semanales equilibrado con la lista de platos, para saber cuáles son los ingredientes menos comunes de las recetas, si los hubiera, y qué se echa en falta en la despensa.
A partir de ahí, se elaborará la lista de la compra, de acuerdo al número de comensales y de comidas que se cocinen en el hogar de manera habitual. La lista ayuda a llevar a casa lo necesario, aunque de vez en cuando se adquiera algún alimento “capricho”.