Una de las primeras dudas que surgen al pensar en cocinar con niños es por dónde empezar: deben plantearse opciones en las que no haya riesgo de que se corten ni se quemen y que se prepare algo que les guste y les motive. Para ellos es como una clase de manualidades con productos comestibles. Pero además de conseguir que pasen un rato divertido, uno de los principales objetivos es que se “ensucien” y puedan comer los alimentos que cocinan. Por ello la repostería es una de las mejores maneras de comenzar. Es fácil de preparar y utiliza ingredientes que gustan mucho a los niños.
Imagen: Amy n Rob C
Las pastas y las galletas, además de ser muy sencillas de elaborar, tienen un componente lúdico tanto en el pesaje de los ingredientes, como en el amasado para conseguir formas distintas. Implica el juego con alimentos como harina, mantequilla o azúcar. En definitiva, se trabaja con ingredientes que gustan a los niños y que dan a los adultos la oportunidad de enseñarles nociones de cocina. Otra de las ventajas es que las cantidades, a menudo, son aproximadas, un aspecto que favorece cierta libertad en el momento de interpretarlas.
Son la mejor opción para iniciar a los pequeños: no importa en qué orden se mezclen los ingredientes o si no hay suficiente cantidad de uno determinado, ya que se puede rectificar mientras se cocina. Las elaboraciones con levaduras que requieren tiempos de fermentación son un poco más pesadas, de ahí que sea conveniente elaborarlas cuando se tenga cierta práctica.
Formas y gustos
Hay tres variedades de chocolate para decorar o para bañar, guindas o baños de fondant. Las posibilidades son infinitas.Recetas básicas
Lenguas de gato. Se elaboran con mantequilla, azúcar, claras de huevo y harina. Se ablanda la mantequilla hasta ponerla a punto de pomada, se añade el azúcar (que puede ser glass) y se mezcla con una espátula. Se vierten las claras y, por último, la harina. Con las claras, la masa adquiere un aspecto que simula estar cortada, pero la harina da la consistencia necesaria.
Pastas rizadas. Los ingredientes básicos son mantequilla, azúcar glass, leche, harina y huevos. En un barreño se ablanda la mantequilla hasta punto de pomada, se añade el azúcar glass y se mezcla con los huevos y la leche. Por último, se agrega la harina. Esta pasta es más consistente que la anterior y se extiende en una placa engrasada, con manga y boquilla rizada. Hay que tener la precaución de no ponerlas muy juntas, ya que al cocerse (a unos 160ºC y 180ºC) aumenta el tamaño.
Pastas teja. En un barreño se vierte azúcar y claras de huevo, que se baten hasta que empiece a salir espuma. Se añade harina y granillo de almendra crudo. Una vez elaborada la mezcla, se deposita poco a poco en placas engrasadas en forma de montones, que se golpean para extender la masa, y se hornean a unos 160°C. Cuando estén cocinadas, se sacan del horno. Se despegan de la placa en caliente con una espátula y se colocan encima de un rodillo para que adquieran la forma al enfriarse.