Familiar cercano de los grandes cítricos, el naranjo enano (también conocido como naranjo chino o quinoto, entre otros nombres) es un frutal que en la mayoría de sus especies no supera el metro de altura, lo cual lo hace idóneo para su cultivo en interiores. Este artículo destaca su carácter de “frutal bonsái”, enumera consejos para su cultivo y repasa su historia y sus variados nombres.
El naranjo enano, un «frutal bonsái»
Se conoce como naranjos enanos a todo un género de árboles y arbustos frutales que, debido a su reducido tamaño (las especies más comunes no superan el metro de altura), se utilizan para su cultivo en interiores, de la misma manera que los bonsáis. Como son de hoja perenne, su presencia se disfruta todo el año y en particular durante los meses de primavera y verano también de la agradable y fresca fragancia de sus frutos y flores, que muchas veces nacen a la vez.
El naranjo enano es de hoja perenne y a menudo sus flores y frutos nacen a la vez
Se llama «naranjo» porque es un familiar cercano de los cítricos. El fruto del naranjo enano es comestible pero su sabor es muy ácido, parecido al del limón. Se cultiva de manera comercial en China y otros países del Lejano Oriente, en países de la cuenca mediterránea y de Sudamérica y en otros como Estados Unidos, Australia y Sudáfrica.
Consejos para el cultivo del naranjo enano
Para tener naranjos enanos en el interior del hogar, conviene seguir una serie de consejos que se enumeran a continuación.
Necesita de mucha luz, aunque mejor evitar los rayos directos del sol, y una temperatura que no baje de los 13ºC. También deben estar a resguardo de las corrientes de aire que hacen que pierdan sus hojas.
En verano y épocas de temperaturas altas se debe regar todos los días, mientras que en el invierno basta con un riego semanal, siempre con el cuidado de no encharcar la tierra y de que tenga un buen drenaje. Es importante que el agua no sea caliza, ya que esto puede ocasionar graves daños en las raíces y marchitar la planta. También es bueno rociar las hojas todos los días con agua más bien tibia: ayuda a que se conserven frescas y saludables.
Conviene mantener el naranjo enano en un mismo sitio, ya que los desplazamientos le estresan y hacen perder las hojas
Es muy recomendable mantener la planta en sitios fijos, ya que se acostumbra a los lugares y los desplazamientos le provocan estrés y, como consecuencia, la pérdida de hojas y flores. También tiene efectos beneficiosos cultivar varios ejemplares a la vez, ya que si se colocan cerca unos de otros generan una «suerte de microclima» que favorece que se cubran sus necesidades de humedad ambiental.
Al igual que casi todas las plantas, el naranjo enano (sobre todo cuando es joven) requiere ser trasplantado a un recipiente más grande cada dos años, o bien cuando se aprecia que las raíces salen por debajo o si se nota que ya no salen hojas nuevas. Necesita de macetas grandes que le proporcionen suficiente espacio para desarrollar raíces extensas.
Es aconsejable no podar mucho el naranjo enano. El mejor momento es la primavera y lo más apropiado es que sea solo una poda de mantenimiento, para darle la mejor forma a su copa y mantener su tamaño, y siempre y cuando el ejemplar esté sano.
El sustrato tiene que ser rico en nutrientes y un poco ácido, con un pH de entre 5 y 6. Las dosis de abono deben ser pequeñas, e introducirse en el mantillo (capa superior del suelo) en los meses de primavera y verano.
El naranjo enano recibe varios nombres, como naranjo chino, naranjo de Panamá, citrus mitis, calamondín o calamondia, quinoto y kumquat. Este último es su nombre chino, que deriva de una expresión que significa “naranja dorada”.
Los especialistas presumen que el naranjo enano es originario de la China, aunque no se tiene la certeza debido a que esta planta no existe en estado silvestre en ninguna parte. Pero hay referencias de su cultivo en ese país asiático ya en el siglo XII, mientras que en Japón en el siglo XVIII.
Las primeras alusiones en Europa son de 1646, cuando unos misioneros portugueses describieron los ejemplares que habían visto en China. El nombre científico del género es “Fortunella”, en homenaje a Robert Fortune, un coleccionista británico del siglo XIX que llevó los primeros ejemplares de estas plantas de Oriente a Europa.