Los sofocos y la atrofia vaginal son los síntomas de la menopausia más conocidos por las mujeres, pero no son los únicos. La piel también sufre cambios importantes durante este período, aunque la mayoría no los vinculen a la menopausia. La pérdida de elasticidad, mayor sequedad, aumento de las líneas faciales y del tamaño de los poros son algunos de ellos. En la actualidad, un amplio abanico de tratamientos permite combatirlos.
La menopausia es un período de transición de la vida fértil de la mujer a otro en el que se pierde la capacidad reproductiva, lo que se traduce en diversos cambios físicos. Esta nueva etapa, que se sitúa entre los 45 y los 55 años, se caracteriza porque los ovarios dejan de producir óvulos y segregan una menor cantidad de hormonas (estrógenos y progesterona). Ese descenso de la producción estrogénica no ocurre de un día para otro, sino durante un período que puede tener una mayor o menor duración, en función de cada mujer.
Principales cambios en el cutis durante la menopausia
Todos estos cambios fisiológicos se traducen en síntomas muy variados, como el padecimiento de sofocos, la atrofia vaginal, el insomnio, los cambios de humor y de la piel. Sin embargo, aunque está claro que la menopausia repercute en ella, muchas mujeres desconocen que esos primeros signos de deterioro cutáneo están directamente vinculados a los cambios hormonales de la menopausia.
El impacto de los cambios hormonales en la menopausia depende del tipo de piel y del estilo de vida que se haya llevado
Solo el 37% la relacionan con una piel más seca, el 19% con más deshidratación y el otro 19%, con más arrugas y líneas faciales, según un estudio de Allegran, en Europa, presentado en el último Congreso Mundial de Medicina Antienvejecimiento, celebrado en Montecarlo. Otras alteraciones cutáneas detectadas por las mujeres encuestadas son que el 29% notan una disminución en la suavidad de la piel, el 27% un cambio en su tonalidad y el 21%, un cambio en el tamaño de los poros. Ante esta situación, una de cada cinco españolas considerarían realizarse algún tratamiento de medicina estética para borrar esas primeras señales de envejecimiento cutáneo.
«La piel sufre bastantes cambios durante la menopausia, como la pérdida de elasticidad, de modo que la mujer percibe una mayor flacidez; una disminución de su suavidad; cambios de tonalidad, con zonas más claras o más oscuras, así como un posible aumento de la proporción de manchas; y cambios en el tamaño de los poros, que se vuelven más amplios. Además, al segregar menos cantidad de grasa, las pieles secas se vuelven ‘ultrasecas’ y las pieles grasas, también cambian. En todos los casos se nota un escalón más de sequedad», explica Cristina Villanueva, cirujano plástico y experta en medicina estética facial, de Barcelona, con más de veinticinco años de experiencia.
Envejecimiento multifactorial
Las alteraciones experimentadas en la menopausia no afectan en el mismo grado ni con la misma extensión a todas las mujeres. El impacto de los cambios hormonales depende de manera notable del tipo de cutis que se tenga y del estilo de vida que se haya llevado, advierte Villanueva. Las pieles más blancas son más sensibles al sol que las morenas, que ya cuentan con un factor de protección solar intrínseco -la melanina-, gracias al cual se queman menos. Esta diferencia explica que las personas nórdicas que residen en países soleados como España, al estar genéticamente preparadas para poco sol, tengan más fotoenvejecimiento.
Pero esta regla general no significa que las morenas tampoco estén exentas de problemas. «La piel morena, aceitunada, de una española se arruga menos, pero se descuelga más. En cambio, el cutis claro se arruga mucho y se descuelga menos», sintetiza Villanueva. Otros factores que pueden incidir en el aspecto son la dieta y el consumo de tabaco. La mujer fumadora tiene menos vascularización cutánea, ya que el tabaco provoca vasoconstricción y, por este motivo, tiene una coloración grisácea.
En las consultas de medicina estética, la tendencia actual para combatir el envejecimiento cutáneo asociado a la menopausia, como si fuera “un bajón” repentino en la piel, es la prevención. Cristina Villanueva aconseja consultar a un especialista ante las primeras arrugas, líneas faciales finitas, sequedad o flacidez. “No hay que dejar que se marque el surco, sino empezar a tratarlo cuando comienza a notarse, porque con menor cantidad de producto y menor esfuerzo terapéutico conseguimos mejores resultados y que duren más tiempo”. Gracias a ellos, la mujer puede conservar la apariencia que corresponde a su edad, aunque casi sin notar cambios durante una década.
Entre los tratamientos actuales figuran los cosmecéuticos o cremas con principios activos destinados a mejorar la calidad de la piel, gracias a su contenido en vitaminas, minerales y antioxidantes. “No es necesario gastarse mucho dinero en cremas, lo importante es que cada crema esté indicada por un dermatólogo, para que analice la epidermis, clasifique el problema y recomiende el producto más adecuado con más posibilidades de funcionar. Comprar cremas sin ninguna orientación sería como automedicarse y explica que haya mujeres que las utilicen y no les vayan bien”, declara Villanueva.
Otras opciones son el botox para rellenar arrugas, el ácido hialurónico para tratar la deshidratación cutánea y el descolgamiento, el fosfato tricálcico y sus derivados para la flacidez, así como muchos tipos de peelings, para renovarla, puesto que la regeneración cutánea se enlentece con la edad. Estos son más suaves cuando se aplican a personas con pieles acnéicas o jóvenes (de 35 a 40 años), a quienes se recomienda dos peelings al año, mientras que son más fuertes para personas con más de 60 años, que pueden necesitar cuatro anuales.