La incontinencia fecal es un síntoma con importantes implicaciones médicas, sociales y económicas que causa una reducción significativa de la calidad de vida. Las opciones de tratamiento incluyen tratamientos conservadores (biorretroalimentación, entrenamiento de los músculos del piso pelviano, tratamiento dietético o farmacológico) o cirugía (reparación de esfínteres o neoesfínter, entre otros) aunque normalmente se opta por un combinado de ambos tratamientos.
La incontinencia fecal (encopresis), definida como la incapacidad de controlar voluntariamente la emisión de heces, está provocada por multitud de situaciones. Una de las causas es el deterioro del músculo del esfínter anal o la existencia de cicatrices en el recto que impiden la retención de las heces. Estas cicatrices pueden ser la consecuencia de enfermedades como la colitis ulcerosa o enfermedad de Crohn (dolencia crónica que se caracteriza por una inflamación del tracto digestivo, sobre todo del íleon o tramo final del intestino delgado).
Otro factor importante en la aparición de la encopresis es el alargamiento de los nervios que afectan al esfínter, que puede ocurrir por trauma obstétrico (durante el trabajo del parto o por el nacimiento de un bebé grande), edad avanzada o traumatismos. También hay casos documentados de enfermedades como la esclerosis múltiple y la diabetes mellitus, las cuales presentan afectación nerviosa.
Afecta más a las mujeres mayores
La incontinencia fecal afecta entre el 2% y el 7% de los adultos y en personas mayores de 65 años la frecuencia se incrementa. Aunque es una alteración que también afecta a los hombres, la incontinencia fecal está extendida tres veces más en mujeres, sobre todo en aquellas multíparas, con partos vaginales que han precisado de instrumental mediante el uso de fórceps, espátulas o ventosas, o intervenidas de histerectomía (extracción de la matriz). Estos son los datos que se extraen de un estudio realizado por especialistas norteamericanos.
El estudio realizado por expertos de la Universidad de Michigan y Washington (EEUU) y publicado en American Journal of Obstetrics and Gynecology revela que la prevalencia de incontinencia fecal en una población de 6.000 mujeres de entre 30 y 90 años es del 7,2%, valor que se incrementa proporcionalmente con la edad. Los resultados demuestran que la encopresis tiene repercusión importante en la vida cotidiana. Los datos del estudio son reveladores; por primera vez, los expertos señalan la depresión mayor como causa y, a la vez, consecuencia de este trastorno.
Tratamientos disponibles
No existe un único tratamiento para la encopresis. Hay que tener en cuenta que debe incluir un apoyo psicológico completo para atenuar las repercusiones sociales de la enfermedad. En algunos casos la dieta rica en fibra ayuda a la terapia aumentando la consistencia del volumen fecal y dando mayor control al paciente. En otros afectados, sin embargo, favorece una dieta con pocos residuos que reduzca este volumen. Las recomendaciones básicas incluyen una dieta que evite la hipermotilidad intestinal, las bebidas gaseosas y los alimentos flatulentos.
La incontinencia fecal afecta entre el 2% y el 7% de los adultos y en mayores de 65 años la frecuencia se incrementaEl tratamiento de retroalimentación biológica y ejercicios esfinterianos consiste en la realización de ejercicios para fortalecer los músculos del suelo pelviano y facilitar estrategias para mostrar cómo utilizar adecuadamente la musculatura afectada. En una revisión bibliográfica de la Fundación Cochrane de 2006 realizada por el Cochrane Incontinence Group se concluye que no hay evidencia suficiente derivada de ensayos como para juzgar que los ejercicios y la estimulación eléctrica empleadas en el conducto anterior del ano sean más útiles que los ejercicios vaginales para mujeres con incontinencia fecal después del parto.
En otra publicación del mismo grupo de expertos se comparaba la efectividad de varios de los fármacos más utilizados. Estos fármacos actúan inhibiendo el tránsito intestinal o la secreción intestinal o como absorbentes de agua, incrementando la masa fecal y estimulando los reflejos fecales. Entre los fármacos de elección están los opioides, cuyas dosis antidiarreicas son inferiores a las necesarias para producir analgesia, que producen una inhibición de la liberación de neurotransmisores implicados en la regulación de la motilidad intestinal.
El resultado es un retraso en el vaciamiento gástrico y en el tránsito intestinal por disminución del peristaltismo. Este retraso aumenta el tiempo de contacto del contenido intestinal con la mucosa, permitiendo mayor absorción de agua y electrolitos, conduciendo a un aumento de la consistencia de las heces. En el tratamiento con opioides los especialistas prefieren el uso de loperamida, difenoxilato y difenoximina por su menor capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica con pocos efectos sobre el sistema nervioso central. La codeína, también usada como antitusígena y analgésica, tiene efecto antidiarreico, pero con mayores efectos secundarios como son broncoespasmo, somnolencia y visión borrosa, entre otros. Después de examinar los ensayos, los datos revelaron que hay todavía pocas pruebas clínicas que demuestren su eficacia y que, mayormente, el foco del tratamiento era la diarrea, disminuyendo la motilidad intestinal más que la incontinencia.
Dentro de las opciones invasivas están los procedimientos quirúrgicos. La cirugía se usa principalmente en aquellas incontinencias por defectos estructurales y funcionales de los músculos del suelo pelviano o del esfínter anal. La cirugía consiste en la reparación de la anatomía anorrectal, plastia con músculos ajenos al aparato esfinteriano o la creación de un esfínter anal artificial. Aunque suele ser el tratamiento más eficaz para este tipo de incontinencia, los expertos del Cochrane Incontinence Group tampoco han encontrado las suficientes evidencias científicas para juzgar los posibles beneficios y desventajas de diferentes opciones quirúrgicas.
El mayor problema con que se enfrentan tanto los afectados como sus cuidadores es como conseguir un mejor control para contribuir, dentro de lo posible, a seguir realizando sus actividades cotidianas.
Existen en el mercado diversos dispositivos para facilitar la vida diaria de los afectados. El empleo de pañales puede evitar que la cama y la ropa se mojen, aunque estos sistemas tienden a mantener el material fecal en contacto permanente con la piel. Con el tiempo, la humedad y las sustancias cáusticas de las heces debilitan la piel facilitando su deterioro y haciéndola más susceptible a infecciones y a la aparición de lesiones cutáneas. Por este motivo hay que mantener la piel limpia, seca y bien hidratada.
También hay que considerar la interacción del uso de cremas protectoras junto con los pañales. Las cremas o aceites hidratantes quedan absorbidas por la celulosa del sistema de incontinencia, saturándola, dejando la piel sin la protección adecuada y anulando la capacidad de absorción de una zona en concreto.
Existe un sistema de recolección externa que consta de una bolsa de drenaje que va acoplada a una estructura adhesiva que se ajusta al orificio anal o recto y que colocado adecuadamente duran 24 horas. Más novedoso es un dispositivo anal para incontinencia que tiene la característica de que deja eliminar los gases pero no la materia fecal y mantiene al paciente limpio durante varias horas. Su colocación es similar a la de un tampón y existen diferentes presentaciones.
La Nacional Association For Continence publica una guía de productos y servicios para la incontinencia que incluye una lista de los fabricantes y distribuidores de productos específicos.