Vivir cien años es un privilegio reservado a muy pocas personas. Según numerosas investigaciones, la longevidad depende, sobre todo, de los genes. Pero hay otros factores con un peso específico. Los resultados de estudios recientes señalan que algunos factores de personalidad son muy importantes para alargar la vida, entre ellos, el optimismo o la extroversión, pero también el hecho de participar en actividades sociales. A continuación se describe qué papel juegan los genes y la personalidad en la longevidad, por qué razones los optimistas viven más años y cómo el compromiso social previene el deterioro cognitivo.
En España viven cerca de 10.000 personas que superan los cien años de edad. ¿Cuál es su secreto? No hay una receta exacta, aunque es evidente que la genética es fundamental. Según el Estudio de Centenarios de Nueva Inglaterra del Centro Médico de la Universidad de Boston (EE.UU.), la herencia genética determina hasta en un 75% la posibilidad de cumplir un siglo de edad. Pero los genes no solo desempeñan un papel en los aspectos físicos del organismo, sino que también influyen en la personalidad. Y, como apuntan las últimas investigaciones, algunos factores de personalidad son muy importantes para alargar los años de vida.
Genes y personalidad, claves para una vida larga
Las personas optimistas se alimentan de forma más adecuada y hacen más ejercicio
La relación entre personalidad y longevidad es lo que se propusieron investigar científicos de la Escuela Albert Einstein de Medicina de la Universidad Yeshiva (EE.UU.), quienes llevan a cabo un análisis conocido como «Proyecto de Genes de la Longevidad», con más de 500 voluntarios judíos ashkenazi de más de 95 años de edad, ya que son un grupo de personas genéticamente homogéneas. Para estudiar la relación entre personalidad y longevidad, seleccionaron a 243 personas de este grupo que habían superado los cien años de vida. Y observaron que factores de personalidad que dependen en buena parte de la genética, como ser optimista, tolerante o extrovertido, desempeñan un papel fundamental para alargar la vida tantos años.
Esta no es la única investigación científica que muestra la relación entre factores positivos de personalidad y longevidad. En un estudio llevado a cabo en Japón con mujeres de más de cien años con las capacidades cognitivas casi intactas, se vio que eran más extrovertidas que sus homólogas más jóvenes. Asimismo, en un análisis realizado en Suecia, los centenarios destacaban por ser personas relajadas y de trato fácil.
¿Por qué los optimistas y los activos viven más años?
Estudios anteriores ya apuntaban que la mitad de quienes llegan a los cien años lo hacen de forma independiente y con un buen estado de salud. Ahora se sabe que la personalidad también es un factor significativo.
En primer lugar, explican los autores de la observación de la Escuela Albert Einstein de Medicina de la Universidad Yeshiva, porque ser optimista es la mejor vacuna contra la depresión. Y, como señalan numerosas investigaciones, tener depresión aumenta el riesgo de padecer otros problemas de salud y reduce la esperanza de vida, del mismo modo que sufrir ansiedad puede provocar cambios fisiológicos en el organismo que incrementan la susceptibilidad a tener enfermedades.
En segundo lugar, las personas optimistas se cuidan más y siguen mejores hábitos de salud, ya que se alimentan de forma más adecuada y hacen más ejercicio.
Por otra parte, hay otro factor fundamental que ayuda a vivir muchos años: el estar comprometido en actividades sociales. Científicos del Centro Médico de la Universidad de Rush (EE.UU.) aseguran que la actividad social frecuente ayuda a prevenir o retrasar el declive cognitivo que acompaña al envejecimiento. Para llegar a esta conclusión, realizaron un estudio con dos grupos de ancianos. Los expertos observaron que el deterioro de las facultades cognitivas, como la memoria, la velocidad de percepción y la capacidad visuoespacial (relacionada con la ubicación de los estímulos en el espacio), era un 75% más lento en las personas más activas socialmente. Aunque no se sabe con exactitud por qué las relaciones sociales logran enlentecer el envejecimiento, se cree que se debe a que las relaciones de cierta complejidad estimulan redes neuronales que, en caso de llevar una vida social más pobre, se deteriorarían.
Un proyecto de investigación, financiado por el Imserso (Instituto de Mayores y Servicios Sociales) y realizado por el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se propuso estudiar en el año 2007 las claves que permiten envejecer más y mejor.
Aparte de la importancia de factores como el optimismo, el estudio señala aspectos como la fortaleza y la autoestima: “En muchos de los entrevistados destaca su temperamento enérgico y luchador y su fortaleza anímica. Hablan con fuerza y determinación, hacen gala de un carácter fuerte y muestran personalidad y tenacidad. De su carácter destacan el sentido del deber y la exigencia, la rectitud y la responsabilidad. Transmiten mucha seguridad en sí mismos”.
Asimismo, también se apunta que los centenarios son personas independientes y con orgullo, “que han dado muestras de independencia, son respetuosos de la libertad ajena y celosos de su propia libertad. Una de las entrevistadas se quedó viuda con 78 años y vivió sola en su casa durante 18 años; su propia hija la define como ‘independiente’. Otra de las centenarias que vive sola en ningún momento se queja de su soledad; al contrario, menciona iniciativas propias para resolverla o mitigarla”.