La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha iniciado los trabajos para ver el riesgo que supone la detección hace un año en Noruega de dos casos de caquexia crónica, una encefalopatía espongiforme transmisible (EET) muy contagiosa y mortal que hasta hace poco estaba restringida a ciervos, alces y renos de América del Norte y Corea del Sur. Estos dos casos son los primeros registrados en la Unión Europea, por lo que la Comisión Europea solicitó ayuda a la EFSA. De momento, los expertos concluyen que no hay evidencias de que las personas puedan contraer la enfermedad por el consumo de carne de animales infectados. El artículo explica qué han dicho hasta ahora las autoridades sobre la seguridad del consumo de esta carne y qué otras enfermedades han pasado la barrera animal.
En abril y mayo de 2016 las autoridades sanitarias de Noruega confirmaron dos casos de enfermedad crónica de caquexia (CWD), perteneciente al grupo de enfermedades conocidas como encefalopatías espongiformes transmisibles (EET). Se trata de la primera vez que se detecta esta enfermedad en renos y alces salvajes de la Unión Europea.
Tanto en sus efectos como epidemiología, esta enfermedad degenerativa se parece al mal de las vacas locas (encefalopatía espongiforme bovina) y a su equivalente en la forma humana, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ). En todas estas formas se caracteriza por producir daño neurológico progresivo degenerativo. El agente que causa estas infecciones se llama prión, una forma anormal de una proteína natural presente en el sistema nervioso.
En el caso de la caquexia, se cree que la enfermedad se podría transmitir por el contacto de animal a animal o de la madre a la cría. La enfermedad se nota cuando el animal tiene ya unos 18 meses de edad, que es cuando empieza a tener un comportamiento anormal, pierde peso y muere. Algunos síntomas incluyen decaimiento, pérdida de apetito y orejas caídas.
¿Es seguro comer carne de ciervo
Tras la detección de los dos casos en la UE, la Comisión Europea solicitó a la EFSA que iniciara los trabajos para establecer las medidas necesarias de control del riesgo. Su dictamen propone hacer un seguimiento durante tres años en ocho países (Estonia, Finlandia, Islandia, Letonia, Lituania, Noruega, Polonia y Suecia) para detectar si la enfermedad está presente entre los animales salvajes. El objetivo es proporcionar las medidas de prevención y control con el fin de reducir el contacto entre los animales, disminuir las densidades de población de ciervos y aumentar la conciencia sobre la enfermedad. Además, se pretende limitar la extensión geográfica de un foco y reducir las tasas de infección en una población afectada.
La barrera de la especia humana en cuanto a los priones de CWD no es absoluta, informa la EFSA
Una de las cuestiones que más preocupan es si los humanos pueden adquirir la caquexia crónica. Según los expertos de la EFSA, «no hay evidencias científicas, de momento, de que los seres humanos puedan contraer la enfermedad por comer carne de animales infectados«. Pero afirman también que la barrera de la especie humana en cuanto a los priones de CWD no es «absoluta».
Debe tenerse en cuenta, tal como informa la EFSA, que los priones están presentes en el músculo esquelético y otros tejidos comestibles, pero las investigaciones epidemiológicas no demuestran, por el momento, que haya alguna asociación entre la aparición de la enfermedad de Creutzeldt-Jakob en los seres humanos y la exposición a los priones CWD. Así lo confirman también algunas autoridades sanitarias estadounidenses, que aseguran que no hay evidencia de que esta enfermedad haya sido transmitida a las personas. Con todo, admiten, recomiendan no comer carne de animales que muestren síntomas de la enfermedad, sobre todo partes como los sesos, los ojos, la espina dorsal, el bazo o los ganglios linfáticos.
En EE.UU., donde la enfermedad es más habitual, existe la preocupación de que la enfermedad se pueda extender a la ganadería, sobre todo en el ganado vacuno, de la misma manera que el mal de las vacas locas se extendió desde el Reino Unido hace unos años.
Enfermedades priónicas y la seguridad alimentaria
La enfermedad priónica que más ha dado qué hablar, por su extensión y repercusión en salud animal y humana, ha sido la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) o mal de las vacas locas. Identificada por primera vez en 1986, diez años más tarde, en 1996, el Gobierno británico anunciaba que la enfermedad había saltado la barrera de las especies animales y había llegado a los humanos. Entonces, la variante humana, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, sí se relacionó ya con el consumo de carne de animales infectados por la EEB. Los cerebros de los animales enfermos adoptaban una forma esponjosa y llena de agujeros. Pero, ¿por qué se infectaron? La razón se encontró en los piensos elaborados con harinas de carne y hueso procedentes de animales muertos.
En 1995 se registró la primera víctima conocida de una nueva variante de la ECJ. Se introdujeron controles más estrictos y, un año más tarde, en 1996, se anunció un probable vínculo entre la EEB y la ECJ. En España, el primer caso de vaca loca se confirmaba en noviembre de 2000, creándose una importante alarma social. En los años siguientes, la enfermedad evolucionó de manera ascendente, con un pico significativo en 2003 de 167 casos confirmados.
A partir de entonces, los focos fueron en descenso gracias a las estrictas medidas adoptadas de vigilancia activa (investigación en grupos de riesgo), de control de sustancias usadas en la alimentación de animales, de inspección de establecimientos de transformación de subproductos y animales muertos y de control de los materiales especificados de riesgo (MER). Según datos de la EFSA de diciembre de 2016, desde 2001 se han detectado en la UE unos 114 millones de bovinos con la EEB.
Otro tipo de EEB es la tembladera o scrapie, que ataca al ganado ovino y caprino. Esta enfermedad se reconoció por primera vez en ovejas del Reino Unido y otros países europeos. Igual que el mal de las vacas locas y la caquexia en ciervos, la tembladera está causada por la alteración de priones, un agente transmisible causante de una infección no convencional muy similar entre las tres. Los priones proceden de proteínas normales, denominadas PrP, y son frecuentes tanto en personas como en animales. Su forma anómala es la causante de las enfermedades espongiformes.