El consumo de algas no es tradicional en nuestro país. Pero gracias a la globalización, al auge de la gastronomía japonesa y a la cada vez mayor disponibilidad de productos en las tiendas, las algas se van haciendo un hueco en la dieta de los españoles. Y no es de extrañar, dada la oferta. Delicias como los maki rolls de sushi, la ensalada sunomomo o la sopa de miso contienen algas como ingrediente importante, y son platos de mucho éxito. Esta fama se ha reforzado por cierta corriente que sitúa a las algas como el “superalimento” de moda, atribuyéndoles todo tipo de propiedades y recomendando su consumo habitual. Pero ¿es acertado? Estas “verduras” marinas no son un alimento insano, pero pueden no ser seguras en dosis altas por algunas de sus características, como su elevado contenido en yodo. En este artículo se repasan los puntos críticos de las algas y algunos de los mitos que las acompañan.
Demasiado yodo
El contenido en yodo de las algas puede ser muy variable, incluso en la misma especie, según el lugar de recolección o el procesamiento que haya tenido. Así y todo, en general tienen un contenido extremadamente alto en este mineral que puede resultar peligroso para las personas con problemas de tiroides o para niños y embarazadas. Hasta un consumo habitual y sostenido podría causar problemas en población sana, como lo indica la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA).
Por eso no se recomienda tomar algas en grandes cantidades o con mucha frecuencia, en especial si no se está habituados a ellas, y recordando que España es un país con bocio endémico en muchas zonas. Tampoco se debe olvidar que las algas son un producto susceptible de estar altamente contaminado por metales pesados como el arsénico.
Omega 3 en las algas: el DHA vegetal
Las algas son la principal fuente de DHA vegetal. De hecho, es de ellas de donde lo extraen los peces. Los suplementos de DHA fabricados a base de microalgas tienen la misma efectividad que los de origen animal, son más sostenibles y suponen una buena opción cuando se precisa de este nutriente en vegetarianos o en alérgicos al pescado. En ese sentido aportan una ventaja, pero ¡ojo! esta ingesta se realiza en forma de suplemento, no de alga fresca o seca.
Mitos sobre las algas: ¿beneficios exagerados?
Existen mitos sobre las algas, y también muchas afirmaciones que se repiten sin contrastar su veracidad. Las siguientes son algunas de ellas:
- Son fuente de B12. No, no lo son. Las algas contienen análogos de B12, también llamados corrinoides, que son suficientes para el metabolismo bacteriano, pero no para el organismo humano. Algunas, como la espirulina, son especialmente ricas en análogos y su consumo frecuente podría entorpecer la absorción de la B12 activa. Nunca deben recomendarse algas como fuente de esta vitamina.
- Tienen muchas proteínas. Tampoco es cierto. Las algas no son ricas en proteínas. Por ejemplo, un alga de ingesta muy habitual como la wakame tiene apenas 3 g por cada 100 g, mientras la nori, 6 g. Teniendo en cuenta que la ración de consumo rara vez supera los 10 g (una lámina de nori ronda los 2 g), este alimento supone un aporte ridículo de proteínas.
- Curan la anemia. Las algas tampoco son muy ricas en hierro. La nori y la wakame aportan entre el 10% y el 12% de la ingesta diaria recomendada (IDR) de este mineral por cada 100 g. De nuevo hay que recordar cuál es la ración de consumo. En modo alguno constituyen una ingesta rica en hierro. Además, una anemia ferropénica debería remontarse con suplementos mientras se determina su causa.
Entonces, ¿no debemos consumir algas?
Sí, se puede disfrutar de ellas, pero no de manera habitual ni en grandes cantidades. Un buen consejo es usarlas más como condimento que como ingrediente y limitar los platos que las contienen en mucha cantidad, como puede ser una ensalada de wakame, a una ingesta ocasional.