Un titular alarmista sobre un superalimento maravilloso que previene el cáncer o acerca de un aditivo utilizado en alimentos cotidianos que mata son dos ejemplos de la época confusa en cuanto a información en la que nos ha tocado vivir. Pero ¿cómo reconocer las fake news o noticias falsas en alimentación? Con buenos influencers o divulgadores en alimentación, y no falsos gurús. Aprende a identificarlos con las siguientes pistas que te damos.
«Vivimos en la época de la infoxicación: hay mucha información, pero gran parte no es válida, se queda en la superficie y no llega al meollo», reconoce el dietista-nutricionista Juan Revenga. Y de ello se aprovechan algunos influencers en alimentación, «el campo de la salud que más bulos genera, porque hay mucho interés en comer bien, pero mucho desconocimiento», aclara Carlos Mateos, coordinador de #SaludsinBulos, una iniciativa que combate las mentiras sobre salud con profesionales sanitarios y el aval de 40 sociedades científicas.
¿Qué hacer ante un bulo? Aunque los mensajes que se emiten deberían ser rigurosos y estar contrastados, vivimos en tiempos de noticias falsas, y ello nos exige implicarnos más como consumidores y ciudadanos para desarrollar un sentido crítico ante las potenciales fake news. Desde #SaludsinBulos indican que hay que intentar comprobar la fuente con una sociedad científica. Consultar los blogs, apps y páginas web con sellos de acreditación como Web Médica Acreditada, HONcode o Distintivo AppSaludable, que albergan contenidos sobre salud impulsados por colegios profesionales sanitarios e instituciones, puede ser otra forma. Y si no hay manera, acudir a un profesional sanitario.
Por el Día Mundial del Dietista-Nutricionista (DN), estos profesionales de la sanidad también dan sus recomendaciones: «A la hora de informarte sobre nutrición, busca siempre fuentes fidedignas, evita titulares engañosos y no compartas información superficial y ambigua. Comprométete con la ciencia; evita difundir errores y mitos. No te hagas eco de los consejos de falsos gurús ni oportunistas«.
Pistas para descubrir a los falsos gurús en alimentación
- Formación. Un divulgador en alimentación debería ser un profesional sanitario. Por ejemplo, graduado en Nutrición Humana y Dietética, licenciado en Medicina, especialista en Seguridad Alimentaria y en Ciencia y Tecnología de los Alimentos o licenciado en Farmacia. Aunque la formación no es garantía de buen hacer (existen buenos y malos profesionales en todas las áreas), sí reduce las probabilidades de un timo. «En redes sociales un dietista-nutricionista debe ser tan profesional como en su consulta. Debe actuar siempre con profesionalidad y con ética, al servicio de la salud de la ciudadanía y basando su práctica en la evidencia científica», añade la presidenta del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas, Alma Palau.
- Redes sociales. Que un divulgador esté bien valorado y acompañado por otros profesionales suele ser buena señal. ¿Se relaciona en redes con otros influencers? ¿Tiene prestigio entre sus colegas de profesión? Si no goza de respaldo profesional o solo se preocupa por difundir sus propios mensajes, desconfía. «Hay que tener pensamiento crítico, pero no basado en la desacreditación de otros profesionales o entidades», agrega Carmen Pérez, presidenta de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), quien alerta que lesionar la intimidad o el honor de otros sería denunciable.
- Citas. ¿Sustenta sus afirmaciones en estudios científicos? ¿Cita artículos o publicaciones de prestigio? «Presentará información fiable y fundamentada e interpretará la información controvertida, sin prejuicios personales, reconociendo las legítimas diferencias de opinión que existan», sostiene el Código Deontológico de la profesión de Dietista-Nutricionista en España (2013).
- Valor. Retuitear una noticia o difundir un mensaje plano no basta. En el caso de un divulgador, es clave que nos dé un contexto y algunas herramientas para poder comprender mejor aquello de lo que se está hablando.
- Plataformas. Además de lanzar sus mensajes en redes sociales, ¿tiene cabida en otros medios, como la radio, la prensa escrita o la televisión? Y si es así, ¿en cuáles? Aparecer en medios no significa necesariamente ser un buen profesional, pero sí expone más su mensaje al control de otros expertos en la materia.
- Promesas. Si el influencer te promete curas milagrosas, pérdidas de peso infalibles o alienta mensajes del estilo «esto es lo que la industria farmacéutica no quiere que sepas», desconfía. Y si defiende la existencia de superalimentos, fomenta la quimiofobia (prejuicio contra sustancias químicas) o sugiere métodos y sustancias alternativas, huye. «Cualquiera que ‘venda’ milagros o, específicamente, que use su testimonio personal como único aval para hacer recomendaciones dietéticas me haría sospechar», confiesa la tecnóloga de alimentos Beatriz Robles. En este sentido, Palau recuerda que las malas praxis se deben denunciar ante el Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas o ante las autoridades sanitarias autonómicas, también las redes sociales pueden ser objeto de una inspección de sanidad y una denuncia. «Aunque a veces lo que mejor funciona es hacer público que alguien no está actuando correctamente», reconoce.
- Tono. Si es alarmista o sensacionalista, ten precaución. Una cosa es advertir sobre los efectos perjudiciales de ciertos alimentos y bebidas (ultraprocesados, refrescos, alcohol), y otra es alimentar la sensación permanente de inseguridad y peligro. «Pueden tener titulación universitaria y trayectoria profesional que avale ese bagaje, pero si no dan sus mensajes con responsabilidad ni perspectiva de salud pública, no lo están haciendo adecuadamente», añade Carmen Pérez.
- Ventas. ¿De qué vive el influencer? ¿Cuál es su fuente de ingresos? Muchos divulgadores son investigadores, profesores universitarios, escritores, conferenciantes o trabajan en el ámbito de la alimentación, ya sea pasando consulta, en hospitales o en departamentos de I+D de las empresas. Otros, sencillamente, viven de la publicidad o crean un método propio y venden sus productos adelgazantes. Hay una notable diferencia entre los primeros y los segundos. «Los conflictos de intereses deben estar muy claros, y no solo en el plano comercial», recuerda la portavoz de la SENC.