Los pechos son una de las partes que más cambian en el cuerpo de la mujer durante el embarazo y, por supuesto, en la lactancia. Una vez que esta se acaba, realizan un proceso de involución para retornar a su estado anterior. Los científicos investigan de qué manera se produce ese procedimiento durante el cual, gracias a la acción de una proteína, algunas células se “comen” a otras. Este artículo brinda detalles sobre cómo el pecho vuelve a su forma natural después de la lactancia. También aborda el papel de la gestación y la lactancia en las probabilidades de sufrir cáncer de mama.
El pecho de la mujer después del embarazo y la lactancia
Durante el embarazo, el cuerpo de la mujer experimenta gran cantidad de cambios en función de su propio bienestar y el de su futuro hijo. Muchos de ellos se relacionan con la lactancia materna. En concreto, los pechos se convierten en una «fábrica de leche» para dar al niño el mejor alimento para sus primeros meses e incluso años de vida. Cuando el periodo de la lactancia se acaba, los pechos desandan el camino para volver a comportarse como antes de la maternidad. ¿Cuáles son las características de ese proceso?
Esa pregunta ha resultado desde hace muchos años de gran interés para los científicos. Durante la gestación, el cuerpo produce un gran número de celulas ubicadas en los alvéolos mamarios y otras partes del pecho. Cuando la lactancia termina, todas esas células ya no son necesarias y, en un periodo de tiempo relativamente breve, el cuerpo debe deshacerse de ellas. Por regla general, cuando el organismo elimina células se producen daños en el tejido circundante, inflamación y dolor. Pero eso no ocurre al finalizar la lactancia.
Un estudio reciente, realizado por expertos de la Universidad de Manchester (Reino Unido), ha descubierto que la clave se halla en una proteína llamada Rac1. Esta proteína es la responsable de que, en lugar de producirse una necrosis (muerte celular que genera inflamación y dolor), se dé una apoptosis: las células que ya no sirven se eliminan de manera «controlada» sin causar malestar a la mujer.
Como explica María Berrozpe, doctora en biología celular y responsable del blog ‘Reeducando a mamá‘, el cuerpo cuenta con células especializadas en «comerse» a las células muertas. Se llaman macrófagos, palabra de origen griego que quiere decir «grandes comedores». Pero en el caso del pecho después de la lactancia, la cantidad de células de las que el cuerpo necesita desprenderse es tan grande que los macrófagos no dan abasto. Necesitan ayuda. La investigación publicada hace algunas semanas por la revista especializada Developmental Cell demuestra que, gracias a la proteína Rac1, otras células de la región no solo dejan de reproducirse, sino que pasan a hacer la tarea contraria, es decir, fagocitar a sus vecinas moribundas.
Los científicos experimentaron con ratones. Privaron a las células de algunas hembras de la proteína Rac1 y, en el momento de terminar la lactancia, sus tejidos sufrieron una fuerte inflamación debido a la acumulación de leche y células muertas. Por ello, las conclusiones del artículo afirman que tal proteína «es crucial para que el epitelio alveolar mamario cambie su función. Sin Rac1 la leche residual y los cadáveres de células inundan la red ductal (los conductos dentro del pecho), causando dilatación macroscópica, inflamación crónica y una regeneración futura defectuosa».
La vuelta del pecho a su forma natural después de la lactancia
Las células que ya no sirven se eliminan y el pecho busca volver a su estado anterior al embarazo. Pero, al menos en una primera etapa, no siempre lo logra. A menudo, lo que sucede es que se llena de grasa y está «muy fofo, blando, como si estuviera vacío», en palabras de Alba Padró, asesora de la asociación Alba Lactancia Materna. Da «la impresión de que se ha quedado atrofiado», añade Zule Millás, colega suya de la Asociación SINA. Pero este es un estado temporal, pasajero. El pecho puede tardar hasta un año en volver a su forma normal, que no siempre quiere decir original, ya que después de una gestación el cuerpo de algunas mujeres ya es igual que antes (aunque sí puede ser muy parecido).
¿Afecta la lactancia la forma de los pechos? ¿Los afea o los estropea? Los expertos coinciden en que no. Una investigación publicada en 2013 no halló diferencias significativas entre el estado de los pechos de mujeres que habían amamantado a sus bebés, un año después de dejar de hacerlo, con el de mujeres que habían sido madres pero no habían practicado la lactancia materna (un año después del parto).
La proliferación de nuevas células y tejidos que se produce durante la gestación hace que se incrementen las probabilidades de que se origine una mutación celular. Por eso, tal como señala el especialista australiano Matthew J. Naylor en un artículo que aparece en la misma edición de ‘Developmental Cell’, “las mujeres experimentan un aumento en el riesgo de padecer cáncer de mama entre los primeros 5 y 10 años después del embarazo“.
Naylor también afirma -aunque en este caso solo como una posibilidad, pues no está comprobado- que también el proceso de retorno de los pechos (la eliminación de las células necesarias durante la lactancia pero que ya no sirven después) podría incrementar el riesgo de cáncer, dadas las posibles inflamaciones o pequeños defectos que, pese a la acción del Rac1, se produzcan. Pero esto es natural y se da en todos los embarazos, sin importar si se amamanta o no al bebé.
De hecho, la lactancia materna tiene, entre sus tantos beneficios, un efecto protector: su práctica reduce el riesgo de cáncer de mama y también el de ovario. Así lo determinó una revisión de 9.000 estudios sobre el impacto de la lactancia sobre los niños y sus madres, publicada en 2007 por la Agencia Estadounidense para la Calidad y la Investigación en Salud. Según sus conclusiones, cada año de lactancia disminuye en un 4,3% las probabilidades de padecer ese mal.