La sandía y el melón son las frutas veraniegas por excelencia. Su sabor dulce e intenso y su gran contenido de agua son dos de las características que hacen de ellas una magnífica opción para refrescarse de forma saludable durante los meses de calor. Pero ¿qué podemos hacer para elegir las mejores? ¿Funcionan los típicos trucos? ¿Es verdad que las sandías sin pepitas son transgénicas? ¿Y por qué el melón, a veces, sabe a colonia? En este artículo respondemos a estas y otras dudas.
El debate entre elegir sandía o melón es casi tan intenso como el de la tortilla de patata con o sin cebolla, o como el del gazpacho con o sin pepino. Antes, en España, se comía más melón, quizá porque las pepitas de la sandía suponían demasiado estorbo para muchas personas. Sin embargo, desde la popularización de la sandía sin semillas, cada vez más personas prefieren esta fruta, aunque a día de hoy están casi empatadas: un 55 % de las personas prefiere sandía y el 45 % restante se queda con el melón. Pero para qué elegir, si podemos disfrutar de las dos… En cualquier caso, conviene conocer algunos detalles sobre ellas.
🍉 ¿Cómo elegir sandías y melones?
A la hora de comprar fruta es fundamental elegir la que se encuentra en su momento óptimo de maduración porque es cuando presenta sus mejores características de aspecto, textura, sabor y aroma, además de una mejor composición nutricional.
En algunos casos es una tarea sencilla. Por ejemplo, si se trata de una manzana Golden, tan solo tendremos que observar su aspecto, de modo que si la piel tiene una coloración verde sabremos que la fruta está inmadura, si es de color amarillo apagado y su piel es rugosa, sabremos que está sobremadurada y si la piel es de color amarillo intenso y está tersa y firme, entonces se encuentra en su momento adecuado.
Sin embargo, en otras frutas no es tan fácil, como ocurre cuando se trata de comprar sandías o melones. Aquí cada persona tiene sus pequeños trucos, como palpar, golpear, etc. Pero, ¿alguno funciona realmente?
En este caso fallar en la elección puede salirnos caro, literalmente, porque cada pieza puede costarnos unos 5-7 euros, dependiendo de diferentes factores, como la variedad o el peso. Por eso debemos prestar atención, especialmente cuando se trata de sandías, porque, a diferencia de lo que ocurre con los melones, no maduran una vez recolectadas. Es decir, si compramos un melón inmaduro, podemos almacenarlo en casa hasta que alcance su madurez, pero eso no sucede con las sandías.
Por eso los productores siempre intentan recolectarlas en su momento óptimo. Para ello tienen en cuenta algunos factores, como el estado de la planta (si el zarcillo que se encuentra unido a la sandía se está marchitando, puede ser una señal de que la fruta está madura) y, sobre todo, la concentración de azúcares que contiene, para lo cual se toma una muestra del jugo y se realiza una medición muy sencilla con un instrumento llamado refractómetro.
Pero en una frutería no podemos hacer eso, así que debemos guiarnos por otras pistas. Para hacer la mejor elección siempre es recomendable preguntar a la persona que nos atiende en el comercio, porque obviamente su conocimiento y experiencia sirven de mucho. Pero si no tenemos esa posibilidad podemos tener en cuenta lo siguiente:
🍈 Aspecto externo
Tanto la sandía como el melón son frutas que crecen sobre el suelo. Por eso una parte de su superficie, la que reposa sobre la tierra y que se conoce con el nombre de cama, tiene diferente color que el resto, ya que no recibe la luz directa del sol.
- Si en una sandía vemos que esa zona es de color blanquecino, significa que aún no está madura, mientras que si es de color amarillo brillante o casi anaranjada, significa que está sobremadurada. Cuando se encuentra en el mejor momento de maduración, la cama es de color amarillo claro.
- En los melones piel de sapo ocurre algo parecido, aunque en otras variedades es difícil tomar esta pista como referencia porque la coloración de toda la pieza suele ser homogénea.
🍈 Textura
La superficie de las piezas debe ser firme y dura, especialmente en la sandía y el melón piel de sapo. En otras variedades de melón, como cantalupo, la piel es más fina, así que cuando están en su mejor momento de maduración la pieza es ligeramente blanda (si lo está demasiado, significa que está sobremadurada).
🍈 Peso
Muchas personas, también las que trabajan en las fruterías, cogen entre sus manos las piezas de sandía o melón para comprobar su peso y así poder decidir si están maduras o no. En este sentido, deberíamos tener en cuenta que las piezas deben pesar mucho en relación con su tamaño.
🍈 Sonido
Otra de las pruebas características para comprobar la madurez de una sandía o de un melón consiste en golpear ligeramente la superficie con los nudillos o con algún instrumento duro, como el mango de un cuchillo. En una pieza inmadura, el sonido es metálico y resonante, mientras que en una madura es algo más suave y apagado, pero sin llegar a perder parte de esa resonancia, porque en caso de sonar demasiado apagado, significaría que la fruta está sobremadurada.
Los cambios que se producen en la textura, el peso y el sonido de la fruta están relacionados con el grado de maduración porque se ven influidos por la cantidad de agua que almacenan las células (mayor en el punto óptimo de maduración) y con los cambios en la estructura (cuando la fruta está sobremadurada los tejidos almacenan menos agua y pierden turgencia).
🍉 Sandía y melón: ¿es mejor comprar por mitades?
Imagen: congerdesign
La dificultad de conocer el estado de maduración de la fruta queda resuelta cuando la compramos por mitades o por cuartos, ya que de ese modo podemos ver el aspecto interior, que nos da pistas claras. Por ejemplo, la sandía debe presentar un aspecto homogéneo y firme, de color rojo intenso, sin partes oscuras ni apariencia arenosa. El aspecto interno del melón también debe ser homogéneo y firme, además de jugoso y de color vivo.
Si nos decantamos por esta opción, debemos tener en cuenta que esas mitades o cuartos se encuentren refrigerados cuando los compramos o que hayan sido cortados recientemente, y en ambos casos la superficie debería estar adecuadamente protegida, por ejemplo, con papel de film. De este modo se reduce el riesgo de que se desarrollen bacterias patógenas, como Salmonella o Listeria.
Normalmente las asociamos con otros alimentos, como el pollo o el huevo, pero también pueden estar presentes en la superficie de frutas como estas. Por eso, es conveniente además limpiarlas cuando llegamos a casa, por ejemplo, bajo el grifo, frotando la superficie con un cepillo y secándola posteriormente.
🍉 ¿Las sandías sin pepitas son transgénicas?
A pesar de lo que se suele pensar, las sandías sin semillas no son un invento reciente. Existen desde hace más de cuatro décadas, pero no se ha generalizado su venta hasta hace unos pocos años, cuando se ha conseguido desarrollar variedades con buenas características de sabor, aroma, color, etc. y a un precio asequible.
Para ello no se ha utilizado ingeniería genética, sino métodos tradicionales, como la selección y la hibridación de variedades. Es decir, estas frutas no son organismos modificados genéticamente (OMG) ni transgénicos, como tampoco lo es ninguna de las frutas o verduras que encontramos en los comercios. En cualquier caso, este aspecto no debería preocuparnos porque los alimentos OMG que sí están permitidos, como la soja, son seguros y cuando se comercializan, debe indicarse esta información en la etiqueta.
🍉 ¿Podemos comer las pepitas de estas frutas?
El éxito de las sandías sin semillas ha hecho que desplacen a las tradicionales, así que es difícil encontrar variedades con pepitas en las fruterías. Pero todavía se venden y, de hecho, hay personas que las siguen prefiriendo y que incluso ingieren las semillas cuando comen la sandía. Se dice que esto podría causar apendicitis debido a la acumulación en el apéndice de los restos no digeribles de dichas semillas, pero lo cierto es que es muy poco probable (un estudio investigó el tema analizando el apéndice de casi 2000 personas operadas y solo encontró restos vegetales sin digerir en una de ellas).
En el caso del melón lo normal es retirar las semillas, pero en algunos lugares se recolectan para secarlas al sol o en el horno, salarlas y consumirlas posteriormente del mismo modo que se hace con las pipas de girasol. El problema es que las semillas de melón contienen amigdalina, un precursor del cianuro, que es una conocida sustancia tóxica. En la sandía ocurre lo mismo, pero este compuesto solo se forma si masticamos las semillas.
Afortunadamente en ambos casos la concentración es baja (especialmente en la sandía), aunque apenas existen datos al respecto por lo que no se pueden dar recomendaciones de concretas de ingesta (la concentración depende por ejemplo de la variedad de fruta o de la aplicación de tratamientos como el secado). Para que una persona adulta comenzara a sufrir efectos adversos (dolor de cabeza, abdominal, etc.) debería consumir aproximadamente más de 420 semillas de melón de una sentada.
🍉 ¿Por qué este melón sabe a colonia?
Algunos melones presentan aromas y sabores desagradables, como a colonia o a quitaesmalte. Muchas personas piensan que esto se debe a que se ha utilizado algún compuesto sospechoso durante su producción, pero no es así. En realidad las frutas y verduras que comemos no contienen compuestos extraños. En caso de que se utilicen fitosanitarios durante su cultivo, debe respetarse un tiempo de espera para que no estén presentes en el alimento durante la recolección.
Esos sabores y aromas extraños que se encuentran en algunos melones, especialmente de determinadas variedades, como cantalupo, se desarrollan de forma natural cuando la fruta está sobremadurada. Se trata de compuestos volátiles responsables del sabor y del aroma, como alcoholes (de ahí el aroma “a colonia”), aldehídos y cetonas, entre los que se encuentra la acetona, que es también el compuesto principal en los quitaesmaltes.