Al llegar a la tercera edad, muchas personas necesitan ingresar en una residencia por diferentes motivos. Sin embargo, acceder a una y, sobre todo, a la más adecuada en cada caso, puede ser muy difícil, casi imposible, para los mayores con pocos o nulos ingresos. Para ellos, algunas asociaciones, tras entrevistarles, les ayudan a buscar la más idónea en función de su estado de salud, el dinero del que disponen y la zona que desean.
Salud y dinero
Éstas son dos de las tres palabras (salud, dinero y zona) o criterios clave que la Asociación Ayuda al Anciano tiene en cuenta con las personas mayores que solicitan ayuda para encontrar una residencia, bien en primera persona o a través de sus familiares. Esta asociación opera en Madrid, junto con otras, pero lo mismo sucede en Barcelona, Zaragoza o País Vasco, debido a que en estas urbes se aglomera una gran masa de población y los ancianos y sus familias tienen problemas para acceder a una residencia que se ajuste a sus necesidades y a su bolsillo.
En las capitales de menor tamaño, estos servicios se resuelven a menudo a través de fundaciones, asociaciones y otras entidades sin ánimos de lucro, informa Gabriel Marinero, responsable de la Asociación Ayuda al Anciano. Pero, ¿por qué motivo se recurre a ellas? Sobre este proceso, Marinero explica que el acceso a las plazas públicas de residencias solo se puede efectuar a través de los servicios sociales y las personas que intentan acceder por esta vía tardan entre 5 y 7 años en conseguir una.
En los centros de día los ancianos están bien atendidos, reciben terapia ocupacional y hacen ejercicio
En cambio, el objetivo y la razón de ser de las asociaciones que ayudan en la búsqueda de una residencia es “poder asignarles una plaza ya”, al momento. Para ello trabajan con una gran base de datos accesible por Internet, precisa Marinero. Esta labor de intermediarios no tiene coste alguno para la persona mayor o familia que la pide en su nombre, puesto que la mayoría de las asociaciones carecen de ánimo de lucro y no cobran por este servicio. Su finalidad es proporcionar a los ancianos una plaza que puedan pagar con su exigua pensión o sin ella.
Estado de salud: caminar o no caminar
En referencia al estado de salud del anciano que precisa una residencia, el criterio principal de búsqueda que siguen estas asociaciones es saber si camina o no y, en este último caso, si necesita silla de ruedas. Esto se debe a que aceptan a personas mayores con todo tipo de problemas de salud, como Alzheimer u otra demencia, que no comen e, incluso, en estado terminal. En cambio, no todas aceptan a pacientes en silla de ruedas, lo que a juicio de Marinero marca una diferencia entre ellas.
A pesar de que la oferta de centros que admiten a ancianos en silla de ruedas es amplia, no siempre son económicas. Hay muy pocas sin ánimo de lucro y las religiosas admiten a ancianos válidos. No obstante, en los últimos años ha aumentado el número de personas dependientes, de ahí que los grandes centros (que tienen entre 60 y 150 plazas), a menudo medicalizados (cuentan con un médico, enfermeras, fisioterapeutas, etcétera), han empezado a crear servicios paralelos, como son los centros de día.
Han destinado una cuarta o quinta parte de sus instalaciones a esta función. Así se evita el ingreso total de personas en sillas de ruedas, de forma que éstas pueden dormir en su domicilio, hasta donde se les traslada en taxi o ambulancia, mientras pasan entre tres y ocho horas del día en estos centros habilitados. Allí realizan la comida principal del día, están bien atendidos, reciben terapia ocupacional y hacen ejercicio, explica Marinero.
Otros aspectos importantes en la elección
Un factor determinante añadido en la elección de una residencia es que se ubique cerca del domicilio actual del futuro residente o de sus familiares, para facilitar que puedan visitarle. Por lo tanto, los aspirantes casi siempre solicitan una plaza con esta característica. También se debe considerar el tamaño del centro. Algunas residencias destacan por un gran tamaño, con un número de plazas que oscila entre 60 y 150; un tamaño mediano, de 30 a 60 plazas; y un tamaño pequeño, cuando disponen de menos de 30 plazas.
La recomendación de las asociaciones que ayudan a buscar residencia es que se opte por las instalaciones más pequeñas, que son comunes en los pueblos y en las áreas rurales. En ellas se estrechan más los lazos, los residentes se conocen mejor y la ayuda mutua es importante.
Dos de las peticiones más manifestadas por los ancianos son poder compartir habitación con su pareja y llevar a su animal de compañía
Por el contrario, cuando una persona opta por una gran residencia, de forma habitual acaba “por pagar servicios que casi son de hospital”. Marinero indica que la mayor parte “paga mucho dinero por disponer de unos servicios que no necesitan porque están muy medicalizadas”. Recomienda buscar una residencia de tipo mediano o pequeño, donde el trato es más familiar, los residentes se conocen enseguida, no se pierden por los pasillos y la proporción de personal para cada uno de ellos es mayor. “En cambio, las más grandes, no destacan tanto por el trato personal. En algunos países nórdicos, como Noruega o Suecia, han prohibido las grandes residencias, porque parecen grandes hospitales geriátricos y son totalmente despersonalizadas”, subraya.
Frente a estas construcciones, apuesta por crear unidades de convivencia de personas mayores, donde residen entre 6 y 12 personas, en ocasiones incluso 20, que comparten el mismo edificio y servicios comunes, “pero que preservan su independencia”. Defiende que se admitan y se potencien estas unidades, que promueven distintas entidades, ya que son pisos donde los mayores se juntan y cuentan con servicios complementarios que cubren la realización de las tareas del hogar, preparar la comida o hacer la cama.
El precio de la atención
Otro parámetro de búsqueda y criba es el precio, aunque no constituye ningún problema cuando una asociación sin ánimo de lucro ayuda en la búsqueda. Si los ancianos carecen de pensión, estas asociaciones reclaman una plaza en las Hermanitas de los Pobres y de los Desamparados, aunque los aspirantes al ingreso deben valerse por sí mismos.
Si las pensiones son muy bajas (alrededor de 100 euros), también se dispone de algunas opciones. Ciertas parroquias han creado centros residenciales con precios muy bajos. Los ancianos en esta situación a menudo son inmigrantes que residen desde hace más de cinco años en España, provienen de países donde las pensiones son bajas (como Europa del este) o son españoles que han vivido en el extranjero unos años (en EE.UU. o Latinoamérica) y regresan al país para pasar la vejez.
En general, en los pueblos se pueden encontrar más centros sin ánimo de lucro y pequeñas residencias donde se admite a ancianos con pagas muy bajas, mientras que los precios más altos corresponden a las localizadas en los centros de las ciudades, de mayor tamaño y que incluyen servicios médicos. Como norma general, las habitaciones para los residentes son dobles. Muy pocos pueden acceder a habitaciones individuales, que son más caras.