Los índices de obesidad en todo el mundo continúan aumentando. Pese a que la gente ya ha empezado a tomar consciencia de que se trata de una enfermedad, se convertirá «probablemente en la causa más importante de muerte evitable», afirma Susana Monereo, jefa de la sección de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Getafe.
Monereo fue tajante en su intervención en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en Santander, durante la celebración el pasado mes de septiembre de un encuentro entre expertos europeos sobre seguridad alimentaria y nutrición. «Hoy sabemos que la obesidad en España es la segunda causa de muerte evitable y potencialmente prevenible después del tabaquismo. Y como el tabaquismo tiende a disminuir, la obesidad probablemente será la causa más importante de muerte evitable». Monereo da consejos, explica causas y repasa algunos de los tópicos sobre esta enfermedad convertida en epidemia.
Es verdad que la obesidad ha crecido mucho en los últimos veinte años y que la epidemia nos ha estallado en las manos. Esto se debe a dos cosas. La enfermedad empezó a surgir como epidemia en los años cincuenta, pero los estudios que han desvelado que la obesidad es una enfermedad y sus entresijos se conocen desde hace sólo diez o doce años. Eso ha retrasado la concienciación del problema.
Sí, pero es una campaña larga. Creo que hay mucha gente consciente de que la obesidad es una enfermedad, pero que no es capaz de vencerla.
Estamos viendo que los sectores más afectos de obesidad son los de nivel cultural más bajo, y probablemente sea la educación lo que hace que tú enseñes a tu hijo a comer bien. Las causas que conducen a la obesidad son muchísimas, van desde el tiempo libre que le puedas dedicar a la alimentación hasta la cultura y la parte genética, que es muy importante. Pero para que esa herencia se manifieste hace falta que los factores ambientales la promuevan. Además, una vez que la obesidad aparece la célula grasa «enferma», y eso hace que se perpetúen los mecanismos para mantenerse obesos.
No me gusta ser catastrofista, pero las cifras que tenemos es que el 90% de las personas que empiezan una dieta recuperan el peso a los cinco años.
«El 90% de las personas que empiezan una dieta recuperan el peso a los cinco años»
Sí, el fenómeno es todavía más llamativo cuando no se hace un tratamiento reglado, sino que se comete cualquier barbaridad o una dieta milagro. Entonces no sólo el peso se recupera más rápido, sino que se recupera mucho más. Cualquier tratamiento de la obesidad tiene que pasar por un cambio en los hábitos, no para comer mucho o poco, sino para comer distinto. También los hábitos de vida. Una persona puede hacer la dieta más equilibrada del mundo, pero si no cambia su forma de pensar y de actuar frente a los alimentos, recuperará ese peso.
Lo primero es que el peso no se mantiene solo. Hoy, en un ambiente que favorece tanto la obesidad, ya no podemos confiar en que por haber hecho una dieta el peso se nos va a quedar así; hoy en día sólo mantienen el peso las personas concientes de que hay que hacer esfuerzos por mantenerlo. Esto es muy importante. Los hábitos que has cambiado durante la dieta tienes que mantenerlos.
Es que la regla de oro para poder adelgazar es no tener hambre. Lo más importante es comer bien, no saltarse las comidas y comer de casi todos los grupos de alimentos. Y son muy importantes los hidratos de carbono. Pero hidratos de carbono de combustión lenta: una verdura, un fruta… Son alimentos que masticas, que comes más lento, y que ves volumen. Y rellenan los depósitos de glucosa, porque cuando los depósitos de glucosa se vacían, cada cuatro o cinco horas, aparece el hambre, hambre de la justificada.
Hay excepciones, pero la mayoría de los que no engordan, cuando analizas lo que comen a lo largo de un periodo, ves que ajustan muy bien lo que comen con lo que gastan. En general, en este ambiente en que los alimentos son baratos, la actividad física es tan baja, como no hagamos un esfuerzo continuo para cuidar el peso, éste aumentará.
Sí, eso es lo triste. Cuando esa obsesión no la podemos controlar, y a lo mejor estamos cometiendo errores sistemáticos creyendo que lo estamos haciendo bien y en cambio estamos engordando. Por ejemplo, la manía de comer mucha ensalada. Está muy bien, pero hay que comer otras cosas. La ensalada normalmente se aliña con aceite, que son muchas calorías. Pero no lleva hidratos de carbono, con lo cual al cabo de un tiempo vamos a tener mucha hambre y vamos a picar. Ese tipo de error, de no saber qué estás haciendo mal, genera una ansiedad enorme, y al final te acabas metiendo un atracón de lo que no debes y entras en un círculo vicioso muy peligroso, que acaba llevando a los trastornos de la alimentación.
Va en aumento la cantidad de personas con una conducta no de bulimia pura, sino todo el camino que hay entre el que empieza a comer con ansiedad y acaba dándose atracones o se levanta a comer por la noche. La mayoría de casos tienen que ver con la ansiedad. Por otro lado, hay muchos problemas que confundimos con el hambre: si estamos tristes comemos…
Mucho. Hoy sabemos que las sensaciones de hambre y saciedad se producen en el sistema nervioso central y están reguladas por las mismas sustancias que regulan la emoción. Por ejemplo, niveles bajos de serotonina producen hambre, y cuando se suministran fármacos, esa hambre, sobre todo la ansiedad por hidratos de carbono, mejora.
Es importante diferenciar cuál es el problema de base. Si la persona lo que tiene es un trastorno ansioso, tratando la ansiedad o curando el problema de base mejorará su forma de alimentarse.
No tratarla, pero sí ser una parte importante en el tratamiento. De hecho los equipos son cada vez más multidisciplinares. Hay una parte de la sociedad, más mujeres que hombres, con un trastorno psiquiátrico leve, que no están conformes con su imagen y comen para calmar esa ansiedad, lo que les hace engordar más, y así entran en un círculo vicioso.
Nosotros vemos los más graves, y claro que hay mucha gente que tenemos que mandar al psicólogo o al psiquiatra porque tienen mucha ansiedad y comen de una manera desaforada. Lo vemos mucho en los niños. Los niños con grandes obesidades comen como si no tuviera fondo, muy deprisa, con una gran ansiedad.
No. Hay niños con padres preocupadísimos. Por ejemplo, vemos que si tienes una alteración en los péptidos que regulan la saciedad, pues necesitas saciarte de otra manera. Si ese niño viviera en un medio donde no hubiera alimentos, se aguantaría.
Para Susana Monereo, endocrinóloga del Hospital Universitario de Getafe, «la vía futura de tratamiento de la obesidad es farmacológica». Se refiere a fármacos capaces de remediar las alteraciones genéticas que conducen a la obesidad. Pero no hay que engañarse. «El fármaco que te permita comer de todo y no engordar, uno que adelgace mágicamente, no existe y no va a existir en mucho tiempo», señala la experta.
Serán, idealmente, fármacos que regulen los mecanismos fisiológicos de control de la saciedad, pero muy específicos para cada paciente. Mientras lleguen, «el punto clave está en prevenir la obesidad. El mejor consejo es prevenir. ¿Cómo? Con educación fisica, alimentaria… en todos los ámbitos a la vez. No puedes enseñar a comer y luego que el niño pase el rato viendo la tele».