El riesgo asociado con la presencia de sustancias químicas en productos de consumo ha cobrado estos días especial relevancia. La problemática sobre la exposición a productos químicos lleva hoy, 17 de noviembre, al Parlamento Europeo a votar el paquete legislativo REACH sobre el registro, evaluación y autorización de estos productos, un paquete de medidas que viene discutiéndose y debatiéndose desde hace varios años y que persigue una mayor protección de la salud y del medio ambiente.
Según un informe científico realizado por la organización ecologista WWF/Adena, la producción global de productos químicos ha aumentado, en las últimas siete décadas, desde 1 millón a 400 millones de toneladas al año. De ahí que las advertencias de los expertos cobren sentido, y que la iniciativa REACH (Registration, Evaluation and Authorisation of Chemicals), que hoy vota el Parlamento Europeo, constituya una de las principales vías para controlar estas sustancias.
Esta iniciativa se sitúa en medio de dos frentes. Por un lado, el de la industria, que estará obligada a demostrar que las sustancias que comercializa son seguras y que promueve la sustitución de las más peligrosas. Por otro lado, el de los grupos ecologistas, que piden que unas 30.000 sustancias se sometan a estrictos controles para que puedan continuar en el mercado.
Actualmente, se calcula que unas 100.000 sustancias circulan por la Unión Europea sin que se conozcan los riesgos que tienen sobre la salud humana. Según un estudio realizado en 2003 por la Real Comisión sobre Contaminación Ambiental del Reino Unido, productos como el DDT y otros pesticidas organoclorados, las dioxinas o los furanos, son algunos de los productos químicos que vulneran la protección de la salud humana y el medio ambiente. Basado el estudio en más de 30.000 productos utilizados en ámbitos como el de la agricultura, la ganadería, la fabricación de productos de droguería, perfumería, pintura y veterinaria, los expertos exponían entonces que el mayor problema está no tanto en el contacto directo o ingestión directa a estas sustancias sino en su resistencia a la descomposición en el medio ambiente y a su capacidad de acumularse en los organismos de los seres vivos a través de la dieta.
Según el informe presentado por WWF/Adena, estos compuestos tóxicos pueden provocar enfermedades como el cáncer, dañar el sistema inmune, ocasionar problemas de conducta, alteraciones hormonales o incluso feminización, como es el caso del compuesto bisfenol A, que ha provocado el cambio de sexo en yacarés overos, un pariente del caimán sudamericano.
Otro estudio, elaborado a instancias del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) sobre evolución de sustancias tóxicas persistentes (PTS) advertía también en 2003 la presencia, en varias muestras de carne, pescado, verduras, lácteos y otros productos, de restos de bifenilos policlorados (PCB), hexaclorobenceno, lindano y otros compuestos. En este sentido, y según datos de la Oficina Alimentaria y Veterinaria de la Comisión Europea, el 40% de la fruta y verdura que se comercializa en Europa contiene restos de pesticidas.
Plan de acción
El proyecto REACH prevé aportar mayor protección a la salud y al medio ambiente sin perjudicar la competitividad de la industria química europeaREACH tiene como objetivo aportar una mayor protección de la salud y del medio sin perjudicar la competitividad de la industria química europea. La falta de estudios que evalúen la capacidad contaminante de todos estos productos ha motivado la creación del plan de acción REACH, que cuenta con más de mil enmiendas dirigidas a aclarar puntos ambiguos.
El Parlamento Europeo emite hoy su opinión sobre esta propuesta que busca acabar con la liberación al medio ambiente de compuestos químicos. Uno de los puntos más conflictivos de la propuesta es el que obliga a la industria química a analizar y evaluar los riesgos de las sustancias químicas que fabrica o importa y a ser responsable de sus riesgos.
A pesar de que el Consejo Europeo de la Industria Química (CEFIC) no considera que la situación actual con las sustancias químicas en el organismo sea alarmante, ya que se encuentran en cantidades pequeñas, algunos expertos aseguran que es necesario estudiar el efecto nocivo de la exposición no sólo a un agente químico sino a la exposición a cientos o miles de sustancias químicas y la exposición durante décadas.
De ser aprobado, REACH podría acabar sustituyendo unas 40 leyes existentes en la UE, y se convertiría en legislación armonizada y común para todos los estados miembros europeos. La necesidad de armonizar estas leyes responde a varios motivos, como la cada vez más demostrada dispersión de algunos de los contaminantes, como el caso de los osos polares, en los que se ha detectado la presencia de restos de DDT en su tejido adiposo.
El informe The tip of the iceberg: Chemical contamination in the Artic, elaborado por WWF/Adena, corroboraba esta necesidad afirmando que el Ártico se está convirtiendo en el pozo negro del planeta debido a que las corrientes atmósfericas y marinas y las rutas de las especies migradoras transportan los productos químicos industriales y agrícolas desde lugares muy distantes. «Están apareciendo nuevos contaminantes junto a otros antiguos que llevan más de 20 años prohibidos. Esta tendencia continuará a menos que se mejore la regulación de productos químicos vigente», advertía entonces la organización.
Según datos de la Comisión Europea, las sustancias existentes representan más del 99% de la cantidad total de sustancias comercializadas y no están sujetas a los mismos requisitos de ensayo. En 1981, las sustancias declaradas existentes ascendían a 100.106 y se calcula que el número de sustancias existentes que se comercializan en volúmenes a partir de una tonelada asciende actualmente a las 30.000.
REACH se convierte así para muchos en una nueva oportunidad para instaurar un marco de nuevos límites generales. Los aspectos técnicos, científicos y administrativos de este sistema los gestionará la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos, que además tendrá capacidad para emitir dictámenes y recomendaciones en el ámbito de los procedimientos de autorización y restricción.
Pese al avance de las técnicas de análisis químicos, actualmente no existe ningún consenso científico internacional sobre cuál es el enfoque más idóneo para evaluar los riesgos de las sustancias genotóxicas y cancerígenas en la salud humana a través de la exposición a los productos alimenticios.
En la mayoría de los países se utiliza el método ALARA (as low as reasonable achievable, tan bajo como sea posible), que consiste en reducir la exposición a este tipo de sustancias hasta niveles mínimos. La mayoría de los expertos advierte, sin embargo, que este enfoque no permite hacer una distinción entre los distintos niveles de riesgos.
Por este motivo, el Comité Científico de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas) acaba de presentar una propuesta para armonizar la metodología de la evaluación de los riesgos, resultado de un examen exhaustivo profundo de las metodologías utilizadas actualmente. Los expertos recomiendan ahora aplicar el método denominado «margen de exposición» (ME), con capacidad para distinguir los distintos niveles de riesgo.
El Comité recomienda que el enfoque ME se utilice para evaluar los riesgos posibles asociados a las sustancias genotóxicas y cancerígenas presentes en la alimentación tanto humana como animal, independientemente de su origen. Puede aplicarse por tanto a las sustancias presentes en los alimentos, como los contaminantes medioambientales, o a las resultantes de preparaciones alimentarias o métodos de fabricación.