Después de que durante varios días los incendios hayan calcinado una importante superficie de la Comunidad Gallega, llega ahora el turno de la evaluación de las posibles consecuencias. Entre ellas, la de la contaminación potencial del pescado y del marisco, hasta hoy más un peligro potencial que una realidad. Una de las prioridades ahora es conocer el mecanismo por el que se puede producir esta contaminación y los sistemas de control para determinar si puede existir riesgo para la salud de los consumidores.
Tras un incendio de grandes dimensiones es habitual que los suelos queden afectados, aunque la vida vegetal no llega a destruirse de forma completa, lo que facilita que comience a desarrollarse de nuevo. En un inicio, este proceso puede incluso acelerarse debido a la gran cantidad de ceniza y otros residuos que pueden actuar como abonos. No obstante, el mayor peligro para la posible contaminación de alimentos llega con las lluvias, especialmente si éstas son torrenciales. ¿Por qué? La lluvia torrencial lleva gran parte de estos materiales ladera abajo hasta llegar a una torrentera, a un río y al mar. A partir de aquí, los materiales contaminados con sustancias potencialmente peligrosas llegan a ecosistemas productivos, como el marisco y, especialmente, los moluscos (mejillones, berberechos, ostras, entre otros).
Este tipo de productos son especialmente susceptibles a la contaminación debido a su sistema alimenticio, que se produce por filtración, es decir, retienen grandes cantidades de materia orgánica. Si el medio acuático se contamina, los animales también. En este sentido, los mejores indicadores de la existencia de contaminantes son los moluscos. Es importante señalar la existencia de limos, con una elevada concentración de hidrocarburos policíclicos aromáticos (HPA) e incluso de dioxinas y otras sustancias, aunque con escaso interés en cuanto a seguridad alimentaria se refiere.
Por este motivo, una región como Galicia en la que la producción de moluscos es muy importante, incendios como los vividos este verano suponen un peligro para la economía de un amplio grupo de población. A pesar de los riesgos potenciales que existen también podría darse la circunstancia de que la presencia de sustancias tóxicas no tenga efectos negativos para los consumidores. Que sea así dependerá, en principio, de la cantidad de ceniza que llegue al mar y, a su vez, de la cantidad de estas sustancias que lleguen a los moluscos.
Incendios y contaminación ambiental
El impacto ambiental de un incendio está en función del nivel en el que se extiende y de su intensidad
Todo incendio es un desastre desde el punto de vista medioambiental. Este desastre será de mayor o menor envergadura en función del nivel en el que se origine el fuego. El nivel más alto, el del fuego que empieza en la copa de los árboles, donde están las ramas y las hojas, es el de avance más rápido y el más difícil de controlar. A nivel medio, donde crecen los arbustos, el fuego avanza menos rápidamente pero afecta también al estrato herbáceo. El último nivel, el inferior, es el que se produce por debajo del suelo. A pesar de que en este caso el avance se da a un ritmo mucho más lento, el daño que ocasiona el fuego es mayor ya que quema las raíces y carboniza el humus causando pérdidas irreparables.
Por tanto, el impacto ambiental de un incendio en los árboles está en función del nivel en el que se extiende y de su intensidad. Cuanto más intenso sea el fuego, más daños y mortalidad originará. En la combustión con llamas la intensidad del incendio es igual al producto del calor producido por la combustión pero multiplicado por la carga de los combustibles consumidos y por la tasa de propagación del fuego. Además de la intensidad del fuego, el tiempo que esté afectando a cierta parte del árbol influirá en la intensidad del daño, ya que siempre existe una cierta capacidad de regeneración del propio árbol que, si se sobrepasa, provoca mayor mortalidad y contaminación.
En consecuencia, se genera humo compuesto por gases químicamente activos, que serán mucho más abundantes y de mayor toxicidad cuanto mayor sea la intensidad y el tiempo al que estén expuestos los árboles al fuego. Dióxido de carbono, monóxido de carbono, metano, óxido nítrico y partículas en suspensión son algunos de los gases que se emiten. Estas sustancias, además de ser tóxicas para las personas, actúan en la atmósfera contribuyendo al efecto invernadero a medio y largo plazo y potencian el fenómeno de la lluvia ácida. La cantidad de humo que genera el incendio lanza una gran suma de partículas en suspensión que no permiten el paso de los rayos solares. Ello provoca que, en zonas alejadas del foco del fuego, aparezca un efecto contrario al calor del fuego, ya que al no permitir el paso de los rayos del sol se produce un enfriamiento de las áreas que afecta.
Desde hace tiempo se está estudiando la relación entre los incendios de grandes dimensiones y la toxicidad para el medio ambiente y los alimentos que se obtienen de él. Los productos que más se han estudiado, básicamente por el potencial de formación a elevadas temperaturas de masas de materia orgánica, como es el caso de los bosques, han sido los HPA, las dioxinas (policlorados dibenzo-p-dioxinas), dibenzofuranos (PCDD/Fs) y los bifenilos policlorados (PCBs).
Tras la extinción del incendio se determina su presencia en los sedimentos de la zona del incendio, de los ríos, lagos y zonas marinas. Los diferentes estudios publicados hasta ahora indican de una forma coincidente que se detecta una elevada concentración de HPAs en todas las zonas geográficas relacionadas con un incendio, especialmente del metil-isopropil-fenantreno, producido a partir de la combustión de las coníferas. La contaminación de dioxinas y los PCBs que se detecta es muy baja, lo que implica que sean los HPAs los que actúen de indicadores de una posible toxicidad.
Estos tóxicos se caracterizan por su liposolubilidad, por tanto, conforme se contaminen los diversos alimentos de los peces y moluscos se va a producir una acumulación paulatina. En este sentido, la acumulación en peces pequeños que se alimentan de vegetales es baja. Sin embargo, cuanto mayores sean los peces más altos son los niveles de contaminación al cabo de los años. El caso de los moluscos es particular ya que acumulan estas sustancias de forma más rápida. En estas circunstancias, en menos de un año pueden alcanzarse niveles no aceptables para el consumo humano. Esta circunstancia obliga a considerar los moluscos como de especial riesgo y es por ello que en los próximos meses se deberían extremar los controles para evitar el acceso de estas sustancias a los consumidores y para conocer o descartar esta posible futura vía de contaminación química.
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